miércoles, 20 de octubre de 2010

EL FILÓSOFO CULEADO

Los filósofos. Sus interminables referencias de unos a otros y de unos en otros. Podría leerse la historia de la filosofía como un gigantesco mapa de la homosexualidad -y ya no, como se quiere muchas veces, del autoerotismo, que de todas maneras es una forma de homosexualidad-.



Para Gilles Deleuze -filósofo del mapa por excelencia-, la relación con la historia de la filosofía, con los filósofos que lo precedieron, esto que muchas veces se nombra como apropiación, interpretación, comentario, explicación, tiene en este caso el nombre de sodomización.

"el modo de liberarme que utilizaba en aquella época consistía, según creo, en concebir la historia de la filosofía como una especie de sodomía o, dicho de otra manera, de inmaculada concepción. Me imaginaba acercándome a un autor por la espalda y dejándole embarazado de una criatura que, siendo suya, sería sin embargo monstruosa. Era muy importante que el hijo fuera suyo, pues era preciso que el autor dijese efectivamente todo aquello que yo le hacía decir; pero era igualmente necesario que se tratase de una criatura monstruosa, pues había que pasar por toda clase de descentramientos, deslizamientos, quebrantamientos y emisiones secretas, que me causaron gran placer."

Así, importa no solamente el hecho del placer que reporta el acto sodomítico, sino también el producto en tanto monstruo, en tanto criatura híbrida que el otro filósofo debe gestar y parir como hijo propio. Mejor dicho, el placer se monta específicamente sobre lo que hace de este acto de apareamiento contra-natura, una naturaleza quebrantada. La "inmaculada concepción" es casi una violación (en este sentido entiendo que Deleuze replica el concepto de la inmaculada concepción de la Virgen María, en la que un enviado de Dios le avisa lo que ha sucedido una vez realizado el acto), un "en ti fecundo un monstruo". Después de todo, siguiendo con la analogía, Cristo es también un ser monstruoso, un humano a medias, condición que lo llevará a la vez a la condena y a la salvación.

En base a esta confesión deleuziana, la filósofa francesa Chantal Jaquet realiza una distinción entre dos tipos de filósofos culeadores: "el culeador que culea y el culeador culeado". Habría así filósofos a los que no se puede abordar por la espalda, sin que sea uno el que termina pariendo la criatura. Nietzsche es el caso paradigmático. Y claro, todos conocemos el fecundo poder nietzscheano, seguramente no haya filósofo más potente que él.

Por supuesto, es Platón el que tematiza esta cuestión por primera vez dentro del círculo de la filosofía en su famoso Symposium. En esta obra que hace una conocida apología de la relación homosexual-pedagógica, afirma Sócrates que quien es fecundo en el alma (el maestro), queda prendado de la belleza del discípulo y engendra en él "bellos razonamientos". Ahora bien, esta criatura engendrada mediante la sodomía, otra vez no es, no puede (como toda inmaculada concepción) ser humana. Escuchemos a Diotima en boca de Sócrates:

"Y todo el mundo preferiría para sí haber engendrado tales hijos en lugar de los humanos."

¿Pues quién podría elegir la creación de lo mismo cuando se puede crear lo otro?  La homosexualidad permite el nacimiento de lo verdaderamente hetero, del monstruo, de la otredad. El otro dicotómico (hombre o mujer, nene o nena), ese hetero, es un otro falso, porque pertenece a lo humano.

¡Qué placer más grande que el de engendrar monstruos! Sabemos que la razón es neurótica y que sólo en sueños se atreve a confesar ese deseo .

Pero ya hemos aprendido la lección deleuziana:

"Ello funciona en todas partes, bien sin parar, bien discontinuo. Ello respira, ello se calienta, ello come. Ello caga, ello besa."

2 comentarios:

Anónimo dijo...

no se si el que escribe esta nota es el del sombrero,, quiero hacerle una pregunta (al que escribio la nota):
¿eres por casualidad argentino?

Diego Singer dijo...

el del sombrero es Gilles Deleuze, el que escribió la nota es argentino.