martes, 16 de noviembre de 2010

DIARIO DE DUELO


Durante 62 años Roland Barthes vive con su madre. Ella queda viuda cuando su hijo era aún un bebé. Al final de una prolongada enfermedad durante la que Roland la cuida, permanece a su lado, ella muere. El día siguiente comienza a escribir en pequeñas fichas un Diario de Duelo.

"26 de octubre de 1977. Primera noche de bodas. Pero ¿primera noche de duelo?"

En general constituido por anotaciones muy cortas y dispersas, el diario es una crónica de la imposibilidad de lo que él mismo nombra. En tanto proceso de duelo que debe terminar con una nueva vuelta sobre el mundo, que debe poder progresar, reasir para proyectar. Lo que hace realmente este Diario es instalar una presencia allí en el pudor mismo del abandono.

"6 de noviembre de 1977. Algodón del domingo por la mañana. Solo. Primera mañana de domingo sin ella. Siento el ciclo de los días de la semana. Enfrento la larga serie de los tiempos sin ella.
"

Todo a partir de ahora será sin ella, es decir, con su falta, con su presencia. Todo estará atravesado por su fantasma. Sin ella. No se trata de una negatividad, cuando ella estaba aún viva no había tiempo posible 'sin ella'. Ahora que ella ya no está en el tiempo, todo lo que sucede la esquiva, debe torcerse allí donde su efigie queda instalada, para no tocarla.


"18 de abril de 1978. Marrakech. Desde que mamá no está, ya no tengo esa impresión de libertad que tenía cuando estaba de viaje (cuando la dejaba por un corto tiempo)."

El duelo ("No decir Duelo. Es demasiado psicoanalítico. No estoy en duelo. Estoy afligido.") de Barthes tiene una progresión. No la de la vuelta a la vida, sino el avance de la interiorización plena del fantasma de su madre. Esa imagen de ella que aparecerá cada vez con más fuerza hasta que la imagen se hará carne en una fotografía. El momento en el que Barthes encuentra la fotografía de su madre pequeña, en el jardín de invierno. Su último gran libro, La cámara lúcida, es un libro sobre el fantasma de su madre y comienza a escribirlo mientras está todavía con su Diario de Duelo.

Allí intenta Barthes indagar sobre la esencia de la fotografía. La encuentra en la obstinada presencia del referente. El cuerpo imaginado, el fantasma en su emanación física. El alma atrapada en imagen como los pueblos 'primitivos' creían. El otro canibalizado en fantasma propio.


"4 de diciembre de 1978. Escribo cada vez menos mi aflicción, pero en un sentido es más fuerte, ha pasado al rango de lo eterno desde que ya no la escribo más."

La muerte no es ya un acontecimiento. Un tajo insondable entre un antes y un después. La muerte es duración, instalada allí desde un principio, enrostrada en vida. Por eso la desconexión con lo mundano, la tentación de la soledad, el hastío de todo ese topos donde ella no está. El único lugar donde su madre es, en él mismo, allí se debe edificar el Templo.

"30 de octubre de 1977. Muchos seres me aman todavía, pero desde ahora mi muerte no matará a ninguno. -ahí está lo nuevo."

En lo abierto de la pérdida aparece una sola pregunta.
¿Cómo amar? ¿Cómo asir aquello que no puede ser narrado? ¿Por qué dejar de dolernos? ¿De qué modo abrazan los fantasmas?

1 comentario:

.:kAren:. dijo...

muy lindo lo que escribes sobre Barthes, no sabía que existía ese libro la verdad interesante.
salute