miércoles, 29 de septiembre de 2010

THE SUBLIME IS NOW

Vir Heroicus Sublimis


La obra de Barnett Newman renueva en medio del siglo XX el interés por lo sublime. Durante el romanticismo, en la obra de Caspar Friedrich o en Thomas Cole se llegaba a producir en el espectador el sentimiento de lo sublime mediante pinturas que representaban escenarios naturales imponentes, grandiosos, con figuras humanas empequeñecidas frente a una gran tempestad u oscuras ruinas.

Onement I

Newman tiene una gran ventaja frente a los artistas románticos, puede hacer pintura abstracta. Ya no tiene que violentar a la naturaleza para mostrarla poderosa, grandiosa, colosal. Kant había llamado la atención sobre la imposibilidad de encontrar lo sublime en la naturaleza, no hay allí infinito que nos sobrepase, se trata de algo que no puede nunca ser representado sino en el modo del 'como si'. Lo que importa es hacer sentir insignificante al espectador, mostrarle su pequeñez; lo sublime no aparece allí donde el que observa no se siente sobrecogido, movilizado, interpelado en su posición de insignificancia.

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Escuhemos al propio Newman que en 1948 escribe el ensayo "The sublime is now"

Con mi pintura busco que el cuadro de al hombre una impresión de lugar: que sepa que está ahí y que, por lo tanto, sea consciente de sí mismo. En este sentido, ya se relacionaba conmigo mientras yo realizaba el cuadro, porque en ese sentido yo estaba allí [...] Cuando estás frente a mis cuadros te das cuenta de tu propia escala. Antes mis cuadros, el espectador sabe que está allí. Para mí, esa impresión de lugar no sólo encierra un misterio sino que tiene algo de hecho metafísico.

El hecho de hacer consciente en el hombre su situación específica (su fortaleza frente a la naturaleza, su condición de ser libre) es fundamental en el sentimiento de lo sublime en sentido kantiano. Pero hay aún algo más importante, en la interpretación que realiza Jean-François Lyotard en su ensayo "Lo sublime y la vanguardia", lo sublime se encuentra precisamente en el "now" de Barnett.


Es el ahora, el instante, el sucede y no lo que sucede, lo que se presenta como indeterminado, como irrepresentable, poseyendo un poder que nos convoca con esa especie de horror y placer que caracteriza a lo sublime. Estamos cercanos al concepto de Ereignis heideggeriano. Lo que acontece, lo que ocurre, no importa qué, se trata del hecho mismo del acontecer, del suceder. De la indigencia del ahora, suerte de espacio vacío esperando a que suceda algo, y volviendo nuevamente a esperarlo.

Cada instante, todo ahora, una hoja en blanco, un nuevo trazo. He ahí el horror, he ahí la conciencia de un placer movilizante. Vir Heroicus Sublimis.

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