"Lejos de decodificar el apetito como la alarma fisiológica que designa, y denuncia, el inicio del requerimiento de las reservas del cuerpo, el hombre que tiene hambre no percibe más que un deseo, primero aceptable, luego cada vez más doloroso si no se llega a la satisfacción. No está lejos la muerte, que recuerda sin cesar el momvimiento perpetuo, la combustión en la máquina humana y el tributo a los mecanismos corporales. Hasta el agotamiento definitivo. El deseo es falta, y la falta, demostración de nuestra sumisión a la necesidad de un holocausto perpetuo: para ser, el cuerpo necesita ingerir cadáveres, materias desarraigadas, arrancadas a su medio, alimentos fermentados, en curso de putrefacción, alimentos pasados. El sentido genésico supone el parentesco del sexo y la muerte, del placer y el dolor, de la escasez y la abundancia, el exceso y la falta. Antes de las precisiones aportadas por la modernidad en este campo, Brillat-Savarin calcula la naturaleza monstruosa del motor humano: la voluntad de conjurar fisiológicamente la entropía, la necesidad de calmar un dolor con una golosina, la necesidad de engañar a la muerte que vigila y no dejará de exigir su tributo. La gastronomía se arraiga en el artificio. La máscara se instala entre la miseria de la necesidad y la elegancia de su conjuración: es preciso hacer de la necesidad virtud. Y buena cara al mal tiempo. En el fondo de la identidad dormita un animal furioso."
Fragmento de "La razón del gourmet" de Michel Onfray
No hay comentarios:
Publicar un comentario