De todos los ejes problemáticos que se pueden trabajar en esta obra (sexualidad, psicoanálisis, confesión, biopolítica, norma, resistencia, dispositivo), elegimos mostrar simplemente un desplazamiento en la forma de comprender el fenómeno del poder.
Si tuviéramos que elegir un solo núcleo
problemático de la obra giraría en torno a la pregunta “¿Qué es el poder?”.
Pero la pregunta por el poder realizada de esa manera sería una pregunta
acríticamente formulada por diversas concepciones políticas, filosóficas,
psicoanalíticas y se respondería en todos los casos desde una concepción
represiva, negativa, jurídica que tiene, por supuesto, diversas manifestaciones
y concreciones históricas, pero que en última instancia esencializa a “el
poder” como una sustancia que principalmente prohíbe, reprime o instaura de tal
o cual forma desde el Estado, la familia, en última instancia, desde algún tipo
de Soberano que legisla y castiga. Y si bien estas formas son históricas, se
trata de casos o tipos o aplicaciones de una sola concepción del poder. Se
podría pensar que son manifestaciones particulares de una forma universal del
poder.
Por eso Foucault se pregunta “¿La
prohibición, la censura, la denegación son las formas según las cuales el poder
se ejerce de un modo general, tal vez, en toda sociedad y seguramente en la nuestra?
Pregunta histórico-teórica.”
Así realiza Foucault un desplazamiento
desde la pregunta “¿Qué es el poder?” a las preguntas ¿De qué formas actúan los
poderes? ¿Qué quiere decir que los poderes no actúen negativa o represivamente?
¿Qué relación inescindible tiene el saber con el poder en su ejercicio
productivo? ¿Qué tipo de tecnologías de poder podemos ver funcionando y
formándose en la modernidad? ¿Cuáles son los alcances de estas novedosas
tecnologías de poder respecto a la constitución de subjetividades y a las
dinámicas sociales, económicas y políticas? ¿Cómo enfrentar al poder si no está
identificado como tal en la figura del soberano?
En este sentido, se abren una cantidad
de campos problemáticos impensados e impensables desde la concepción jurídico-represiva
del poder.
“En el pensamiento y en el
análisis político, aún no se ha guillotinado al rey. De ahí la importancia que
todavía se otorga en la teoría del poder al problema del derecho y de la
violencia, de la ley y la ilegalidad, de la voluntad y de la libertad, y sobre
todo del Estado y la soberanía.”
Además de los interrogantes mencionados,
tenemos que recordar que Foucault presentará una concepción inmanente del
poder. Esto quiere decir el poder monárquico, jurídico, no es lo otro del poder
positivo, productivo, se trata de dos estrategias distintas de relaciones
complejas, pero siempre inmanentes. Foucault continúa aquí, a su manera, la herencia nietzscheana. Son las relaciones de fuerzas y las luchas entre ellas las que van configurando figuras que pueden cristalizarse institucionalmente y que tienen una estabilidad más o menos duradera.
“Hay que ser
nominalista, sin duda: el poder no es una institución, y no es una estructura,
no es cierta potencia de la que algunos estarían dotados: es el nombre que se
presta a una situación estratégica compleja en una sociedad dada.”
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