sábado, 12 de abril de 2008

PENSAR CON LA LENGUA


El lenguaje es aquello que a todos nos comunica y nos incomunica.

Si digo "soy feliz" lo hago porque es una construcción gramatical que todos van a poder entender, y además sé que su significado también va a ser comprendido fácilmente.


Pero cualquiera puede decir "soy feliz" y no quiere expresar lo mismo que yo, mi felicidad no es cualquiera, es esta disposición fugaz en la que yo solo me encuentro.


Todo aquel que quiere realmente expresarse, entiende muy pronto que el lenguaje no le alcanza, pues cuando todos lo entienden, entonces nadie lo ha comprendido. El paso obligado es la búsqueda de un lenguaje propio, si es que tal cosa existe. Cuando uno lleva esto al extremo, puede transformarse en poeta, que es la concreción acabada de la persona que construye su propio lenguaje.


Pero el precio a pagar es que al poeta casi nadie lo comprenda. Pues de la misma manera que a él le requiere toda su vida llegar a expresarse de manera tan íntima, el lector también necesita de un cierto trabajo para salir de su lenguaje compartido y tratar de internarse en los nuevos significantes.


Cuando el lenguaje es arte, más que nunca, lo que está escrito no es lo que es. El ejemplo más conocido de esta afirmación es lo que se conoce como metáfora. Ella dice "no soy lo que digo". Pero todo el lenguaje se comporta de esta forma y toda obra de arte es re-presentación de otra cosa.


¿Qué es aquella otra cosa? Pues la misma persona que produce la obra no lo sabe con certeza. Porque ¿cómo ha de conceptualizar sin lenguaje? Apenas se intenta pensarlo, ya se lo está ocultando.



Entonces tenemos una obra que de alguna manera está ahí negándose a sí misma, diciendo "estoy en lugar de otra cosa, pero no puedo decirlo", como el Oráculo de Delfos que nada dice ni oculta, sino que indica.


Y si esto es así, no tenemos entonces ni significado ni significante. Sólo hay algo en lugar de algo.


Y en medio de eso estamos nosotros, intentando hacer de ese símbolo algo que nos signifique. Que tienda un puente entre lo otro y lo propio.


Entendiendo, sobre todo, que la propia felicidad es incomunicable y que esto mismo es lo que la hace frágil y perecedera.

1 comentario:

Nadia dijo...

Estoy plenamente de a cuerdo. La felicidad, como tantas otras sensaciones o estados, no es lo más fácil de explicar. Y quizás, hasta no merezcan ser explicados. Sólo hay que sentir.

Saludos, señor.