La obra del sociólogo francés Christian Laval no es tan conocida en nuestro país. Especialista
en la filosofía utilitarista de Jeremy Bentham, investigó extensamente sobre
políticas educativas, es miembro de ATTAC (Asociación por la Tasación de las Transacciones financieras y por la Acción Ciudadana), del Laboratorio SOPHIAPOL (Sociología, Filosofía, Antropología, Política), participa de la Revista de MAUSS (Movimiento Anti Utilitario en las Ciencias Sociales). Fundó con el filósofo Pierre Dardot Question Marx y publicó con él numerosas obras. Su trabajo en los últimos años se centra en el análisis y la crítica del neoliberalismo.
Partimos de la siguiente pregunta: ¿por qué triunfan las ideas y
políticas neoliberales en occidente? Tal parece que no puede negarse a la
economía de mercado como única vía posible, sin caer en la “irracionalidad”. El
libro que Laval escribe conjuntamente con Dardot se titula justamente “La nueva
razón del mundo”, en tanto se impone como universal. Pensar alternativas por fuera del neoliberalismo sería entonces proponer algo por fuera de la racionalidad, como afirmó Friedrich Hayek.
La mención a Friedrich Hayek es importante, fue un
economista y filósofo discípulo de Ludwig von Mises (Escuela Austríaca de
economía), defensor del liberalismo y crítico de las posiciones
intervencionistas (Keynes) y socialistas. En Camino de servidumbre (1944) ataca toda propuesta colectivista o
socialista porque, afirma, aplasta las libertades individuales y termina en
el totalitarismo. Hay que entender por supuesto estas afirmaciones en el contexto histórico de los fascismos europeos y el totalitarismo soviético.
Laval afirma que “se necesitan nuevas armas teóricas para luchar contra
la fuerza de las constataciones y de los poderes que las encarnan.” Esas nuevas
armas teóricas vienen de la caja de herramientas de Foucault, específicamente
de su curso en el Collège de France de 1979 “El nacimiento de la biopolítica”,
allí Foucault analiza la gubernamentalidad liberal y neoliberal en sus dos
grandes escuelas: ordoliberalismo (Friburgo, el gobierno tiene que mantener las
“reglas”, el “orden” para que el mercado funcione: moneda y precios estables) y
Escuela de Chicago (George Stigler y Milton Friedman: libremercado monetarista).
“Los neoliberales, al término de la Segunda Guerra Mundial,
difundieron sus ideas en los medios de comunicación y en el seno de la
universidad, y fueron capaces de influir en los líderes de los partidos de
derecha, de intimidar a las fuerzas de izquierda y de paralizar los movimientos
sociales.”
Laval sostiene que el neoliberalismo no es simplemente un
fenómeno anglosajón, por eso se interesa por el libro de François Denord (Néo-libéralisme version française.
Histoire d’une idéologie politique, 2007).
“Denord demuestra con vigor y precisión que esta “ideología
política”, surgida en el período de entreguerras, no desapareció ni siquiera
con el triunfo del keynesianismo, con los modos de planificación a la manera
francesa o con el dirigismo gaullista.” Esta afirmación es central para
comprender la postura de Laval, no cree que el keynesianismo pueda enfrentar al
neoliberalismo eficazmente.
Denord muestra como el movimiento que terminó imponiendo el
neoliberalismo como “sentido común” en Francia comenzó a mediados de 1930 y se
trató (y se trata) de una “miltancia”, no de un “orden natural” que se fue
dando. Una militancia a favor del “libre mercado” y de los “valores de empresa”
que hoy se ha vuelto hegemónica.
Este trabajo histórico (¿hay algún trabajo así en Argentina?) es indispensable para desnaturalizar el orden instaurado
hoy en día, sobre todo en relación al mercado común europeo que es la
institucionalización y la garantía de permanencia de ese orden neoliberal.
El neoliberalismo en
vertiente francesa
Laval quiere dejar en claro que el neoliberalismo no es un
producto de importación, que su propuesta no es ajena a Francia y al
catolicismo. En todo caso hay una vertiente francesa. El coloquio Walter
Lippmann se llevó a cabo en Francia en 1938 y fue uno de los momentos
fundacionales del neoliberalismo, los intelectuales allí reunidos (entre ellos
Mises y Hayek, también el filósofo francés Raymond Aron) pretendieron fundar y
defender un “nuevo liberalismo”. Después de la guerra (1947) Hayek, Mises, Karl
Popper, Milton Friedman y otros intelectuales fundaron la Sociedad
Mont-Pèlerin que está activa hasta hoy en día, cuya misión es
salvaguardar las libertades individuales amenazadas por el “descrédito en la
propiedad privada y el libre mercado”.
Laval aprecia el trabajo histórico de Denard pero marca sus
diferencias: “Aun cuando toma de Foucault su rigurosa definición del
neoliberalismo como nuevo arte de gobernación de unos sujetos a los que se
considera movidos por el cálculo interesado, tiende sin embargo a confundir las
posturas neoliberales y el más banal tópico laisser-fairiste.”
Se trata entonces de entender no sólo al neoliberalismo como
un tipo particular de “gubernamentalidad”, sino de entender su especificidad
contemporánea y no confundirlo con el liberalismo clásico de Adam Smith.
El neoliberalismo “no se basa en una ontología de las
leyes “naturales” del mercado, sino que aspira más bien a construir el orden mercantil mediante formas intervencionistas de
nueva creación”.
Christian Laval critica el análisis de Denard porque yerra en su
metodología cercana a la sociología de Pierre Bourdieu, que se centra en los
distintos “campos” sociales (artístico, económico, político), y afirma el
camino foucaultiano (genealógico) para tratar de comprender la novedad del
neoliberalismo.
Retomando entonces el curso de Foucault, Laval afirma que el
neoliberalismo “encuentra sus fuentes más lejanas en la problemática
benthaminiana del control y del interés, aporta ante todo una reflexión sobre
las técnicas de gobernación a emplear cuando el sujeto de referencia se
constituye a la manera de un ente maximizador de su utilidad.”
El utilitarismo de Jeremy Bentham (1748-1832), pensador en
el que Christian Laval es experto y Foucault analiza asiduamente (es el creador
del famoso panóptico), da más pistas respecto al modo de gubernamentalidad y
subjetivación propio del neoliberalismo.
Más Bentham y menos Adam Smith entonces. Laval insiste en no
reducir el neoliberalismo a un renacimiento de la propuesta liberal clásica, no
se trata tanto de un achicamiento (desregulación) del Estado, como de una
sobrerregulación (lógica normativa) que excede lo económico.
“Basado en una antropología global del sujeto
económico, pone en funcionamiento resortes sociales y subjetivos propios, como
la competitividad, la “responsabilidad” o el espíritu de empresa, y aspira a
crear un nuevo sujeto, el sujeto neoliberal. Se trata, en definitiva, de crear
cierto tipo de hombre apto para dejarse gobernar por su propio interés.”
Es importante esta aserción final. No hay una
naturaleza “liberal” sino unos dispositivos que el gobierno impulsa y mantiene.
Se trata de identificarlos en su contingencia.
Desdemocratización y arte
de la gobernación neoliberal
Laval se interesa paricularmente por el trabajo de Wendy
Brown. Es una importante politóloga de la Universidad de California, pareja de
Judith Butler, autora de trabajos sobre problemas de tolerancia, racismo y
sexismo, también investiga sobre problemas de soberanía y capitalismo. Su
último libro (2015) se titula Undoing the Demos: Neoliberalism's Stealth Revolution.
Este proceso de “desdemocratización” es
resultado y producto de la subjetivación neoliberal que Brown define así: “El neoliberalismo es un proyecto constructivista: para éste, la estricta
aplicación de la racionalidad económica en todos los terrenos sociales no
supone un dato ontológico; por lo tanto anima […] al desarrollo de esta
racionalidad.”
Tanto Brown como Laval siguen aquí a
Foucault, el neoliberalismo es un tipo de poder positivo, productivo,
constituyente. No se trata solamente de una intervención de los mercados en lo
público, o de desarmar el Estado de bienestar o de concentrar la riqueza, sino
de producir subjetividad, una nueva razón, un nuevo sentido común.
“La política neoliberal aspira a
llevar a cabo un universalismo práctico de la razón económica, tomando como
referencia normativa al sujeto racional calculador” afirma Laval.
De acuerdo a Wendy Brown el
neoliberalismo entonces socava “formas normativas” políticas y morales al mismo
tiempo que impone otras básicamente menos democráticas:
“Poco a poco va desapareciendo la
figura del ciudadano que, junto a otros ciudadanos iguales en derechos,
expresaba cierta voluntad común, determinaba con su voto las decisiones
colectivas y definía lo que había de ser el bien público, para verse
reemplazado por el sujeto individual, calculador, consumidor y emprendedor, que
persigue finalidades exclusivamente privadas en un marco general de reglas que
organizan la competencia entre todos los individuos.”
Se borra entonces la tensión entre el
interés privado y el público, cada vez menos nos reconocemos como ciudadanos y
cada vez más como emprendedores y consumidores. Proliferan las “técnicas de
evaluación” y los criterios de eficacia.
Según Brown estos cambios “afectan
a las libertades individuales y colectivas que las democracias liberales
garantizaban, al menos mínimamente, gracias a la fragmentación de los
diferentes poderes y a la pluralidad de los principios que los regulaban.”
En lugar de se una “vuelta” del
liberalismo, el neoliberalismo operaría entonces una regresión porque anularía
muchas de las libertades individuales y colectivas que las democracias
liberales permitieron canalizar. “El agotamiento de la democracia liberal” es
el título de la conclusión del libro de Laval y Dardot sobre el neoliberalismo.
¿Cuáles son los espacios que aún no han
sido tomados por la lógica del rendimiento, por la eficiencia empresaria? Cada
vez quedan menos espacios autónomos, con otras lógicas.
La democracia liberal habría permitido
una escisión “entre el interés
individual y el interés general, entre la vida terrenal y la celestial, entre
el mundo profano de la sociedad civil y el mundo sagrado de la burocracia
estatal.”
El texto de Karl Marx “Sobre la
cuestión judía” (1843) tematizó el problema de esta separación entre la
política y la vida social, criticando la gran mentira de que el Estado
(burgués, por supuesto) pueda encarnar lo universal (como Hegel afirmó).
Laval afirma que un error similar
ocurre cuando se iguala liberalismo y neoliberalismo. Ya no estamos en momentos
de esa escisión, todo se reduce a negocio. En este sentido la democracia es
demasiado “costosa”: “Libertad de expresión, educación humanista,
solidaridad social, función pública consagrada al ideal del interés general;
todo ello se desintegra lentamente a causa del cálculo costes-beneficios.”
El neoliberalismo es un proyecto
político despolitizador. “Pero donde el criterio de eficacia lo domina
todo no hay espacio para todo el mundo, y todo está permitido. La moralidad
política, tanto en la esfera profesional como en la cotidiana, se desvanece
ante el reinado del cinismo generalizado, de la más perversa manipulación, del
oportunismo y del narcisismo.”
Este proceso desdemocratizador
desencaja a las derechas e izquierdas más tradicionales. Hayek no pudo ver de
qué manera iba a quedar amenazada la democracia “liberal” con el avance de sus
propuestas basadas en el interés privado. Estos viejos liberales deberían estar preocupados por el avance del neoliberalismo.
La izquierda o se resigna a la avanzada
neoliberal o defiende la democracia liberal. “Pasa a encabezar la defensa
de las antiguas instituciones democráticas liberales (defensa del “interés
general”, de las libertades individuales y políticas, del laicismo), cuyo
carácter incompleto, desigualitario e hipócrita había criticado hasta la
fecha.”
Si hay algo que la izquierda no pudo
aún hacer (afirma Laval) es proponer otro proyecto “basado en otra racionalidad
moral y política”, proponer otra concepción de lo humano. Algo que explorará en su obra Común.
Neoliberalismo
y neoconservadurismo
Laval llama la atención sobre el doble
papel de la derecha: mientras erosiona los lazos sociales (neoliberalismo),
aparece como la salvaguarda de los mismos (neoconservadurismo a lo Trump).
“Como reacción a la disolución del
sujeto moral y político en la lógica empresarial y consumista, el
neoconservadurismo constituiría una nueva forma política aspirante a recuperar
la moral y la autoridad según los cánones normativos antiguamente acuñados,
respondiendo de este modo al deseo de seguridad de la población, en particular
de las clases populares víctimas del hundimiento de los vínculos colectivos y
de la erosión de los mecanismos solidarios. La derecha llevaría así a cabo una
política beneficiosa para los ricos pero consoladora para los pobres, en virtud
de una retórica “virtuosa” y “patriótica”, tranquilizándolos mediante la
apelación a una voluntad autoritaria según un modelo de “tolerancia cero” en
materia de delincuencia y marginalidad.”
Este es uno de los desafíos de la
izquierda, organizar una propuesta que pueda revertir a estas dos derechas que,
a juicio de Wendy Brown, no son lo mismo. El neoconservadurismo es nacionalista
y moralista, el neoliberalismo aboga por el orden planetario, es consumista y
cínico. Aunque a veces hay coincidencias:
“La moral, más o menos teñida,
según los casos, de religión, tradicionalismo y nacionalismo, está adoptando un
cariz de manipulación cínica de los ciudadanos-clientes, lo que comulga muy
bien con la gestión de tipo empresarial de la opinión pública.”
Neoliberalismo
en el Neoconservadurismo y viceversa:
"La disciplina social del
“valor-trabajo” –más aún en tiempos de crisis y aumento de la tasa de desempleo
–y un gobierno fuerte son elementos esenciales del neoliberalismo como modelo
de gobernación de los individuos.”
Esta concordancia entre neoliberalismo y
neoconservadurismo, como ya mostró Foucault, se da en la referencia común al
“individuo responsable de sí mismo”, que debe prosperar por sí mismo sin
esperar nada de los demás.
Hay que pensar entonces en cómo se dan
estas combinatorias, este es parte del trabajo de Wendy Brown. “El nuevo
sujeto neoliberal ya no se encuentra atado a los valores y prácticas de la
democracia liberal, y al abandonar su estatuto de ciudadano se muestra “menos
reacio en lo referente a sus propias obligaciones, y en especial frente a su
propia subordinación”.” Esto coincidiría con la instauración de un gobierno más
autoritario, en tanto deseo de este nuevo sujeto.
Queda entonces como meta la propuesta
de una renovación de la izquierda que sea a la vez una renovación democrática.
De ahí la pregunta de Wendy Brown sobre la existencia del deseo o no de la democracia.
"¿Seguimos siendo realmente demócratas, seguimos creyendo aún en el poder del pueblo y lo deseamos de verdad?"
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