Sin embargo, es en la obra de Albert Camus donde el término "erótica solar" gana toda su profundidad. No en vano Onfray le ha dedicado el año pasado un libro a Camus, que todavía no ha sido traducido a nuestro idioma. El origen argelino de Camus le ha conferido al sol una importancia tal, que llegó a transformarse en uno de los actores principales en su libro más conocido: El extranjero.
Desde el principio de su vida, en los suburbios pobres de Argel y en una infancia de fútbol, playas y amigos, una infancia que se vivía en la calle y junto a la naturaleza, Albert Camus saboreó la afirmación del cuerpo en su relación indisoluble con la geografía que habitaba.
“La pobreza nunca fue para mí una desdicha: la luz difundía alrededor de mí sus riquezas. Hasta mis rebeliones estuvieron iluminadas por esa luz. Casi siempre fueron, creo poder decirlo honestamente, rebeliones para todos, y para que la vida de todos se elevara en la luz. No estoy seguro de que mi corazón estuviera naturalmente inclinado a este género de amor; pero las circunstancias me ayudaron. Para corregir una indiferencia natural, me vi colocado a mitad de camino entre la miseria y el sol. La miseria me impidió creer que todo está bien bajo el sol y en la historia; el sol me enseñó que la historia no lo es todo. Cambiar la vida, sí, pero no el mundo, del que yo hacía mi divinidad.”
Por supuesto, no hay allí necesariamente una erótica, aunque una disposición corporal sea indisociable de ella. Hay un espesor del cuerpo que solamente puede apreciar quien comienza por renunciar a la vida espiritual y puede encontrar en el cuerpo mismo algo de ese orden. “Se percata uno de que la vida corporal tiene sus matices y, aventurando un contrasentido, una psicología que le es propia.”
En las visitas que realizaba Camus a las ruinas romanas de Tipasa, a pocos kilómetros de Argel, asistimos a una comunión erótica con la naturaleza, a una desindividuación que nos trae el gusto de un dionisismo diurno y solar. “Marchamos al encuentro del amor y el deseo. No buscamos lecciones, ni la amarga filosofía que se le pide a la grandeza. Fuera del sol, los besos y los perfumes silvestres, todo nos parece fútil."
"No puedo dejar de reivindicar el orgullo de vivir que el mundo entero conspira para darme. En Tipasa, ver equivale a creer y no me obstino en negar lo que pueden tocar mis manos y acariciar mis ojos." Allí, en este libertinaje de la naturaleza, el deseo se confunde con el entorno y puede dirigirse tanto a una mujer, como a una tibieza de la piedra. "Sólo hay un amor en este mundo. Estrechar un cuerpo de mujer es también retener contra sí esta extraña alegría que desciende del cielo hacia el mar."
Pero este orgullo de vivir, que se afirma en el presente y descree de la esperanza, no es un simple "viva la fiesta" contemporáneo. Camus lo afirmará explícitamente en una carta dirigida años más tarde a Michel Gallimard: "En última instancia, es el amor a la vida lo único que puede justificar a un hombre (la muerte no nos concierne, decía Epicuro). Por supuesto, el amor a la vida es lo contrario de la juerga y del boogie-woogie, o del viaje a ciento cincuenta kilómetros por hora.”
La apelación a Epicuro no es casual, la propuesta de Onfray también es deudora de la tradición epicúrea. En la relación con la muerte, con los dioses, con el cuerpo, con la pobreza frugal, con la naturaleza y con la amistad hay una fuerte impronta epicúrea en toda la filosofía de Albert Camus.
Y, sin embargo, la muerte sí nos concierne respecto a la lucidez que debemos tener frente a ella. Aunque nunca podamos experimentarla (y en esto Camus sigue al sensualismo de Epicuro), aunque nunca podamos más que asistir a la muerte de otro, sí tenemos conciencia de ella y somos presa del horror que nos provoca el estar tan fuertemente enraizados en la vida. “Tal debe ser la juventud: dura confrontación con la muerte, terror físico del animal que ama al sol.”
2 comentarios:
Por fin una reseña-pensamiento que se toma en serio a Onfray! Desde que cometí el error de pedirle referencias a un prof, sobre Onfray, y me lo presentó como a un "filósofo divulgador", sólo encontraba en los artículos que lo mencionaban comentarios descalificadores. Gracias por contribuir a cambiar un poco ese panorama!
DIEGO
ONFRAY tiene razón, sigo leyendo AGILMENTE para refrescar (y actualizar lo estudiado hace dos mil años en la facu), sobre la emociones, dice que a veces el límbico se divorcia un poco del neocortex y es cuando la gente erotiza el peligro, lo tanático, por ejemplo, el que tiene demasiada autoconfianza poniéndose en las vías del tren hasta un segundo antes de que pase, le falla la emoción del miedo, la adrenalina es más placentera. Te volví a escribir en animaladas, porque pasé por situaciónes de muerte en esta semana muchas veces, le hiceiron mastectomía a mi hermnaa, entré en un paro respiratorio y estuve interanda, me entubaron y me salvaron pero al llevarme la ambulancia el camillero dejó abierta la puerta de l patio y las perras me mataron a mis hijos (mis hijos gatos TUNO Y VENUS), TUNO siempre se exponía al peligro, siempre estaba al filo de que las perras lo agarraran, y yo siempre lo retaba, Para mi la vida son mis animales, la vida misma lo único que me retiene acá son ellos, y fer y mi hna, y siempre le reprocho a DIOS, que no no sdé más señales de que nuestros animales van al cielo, de que sus almas son eternas como las nuestras, de que no tenga yo un sexto sentido para captarlas, o quizás en algún momento las tenga. Porque nuestro dolor es no ser animales puros, y siempre tener culpa, (podría no haber estado inconsciente o haber amaeastrado a la sperras para que no los atacaran y siempre lo postergué) aunque ellos quizás se sepa que también las tienen
Publicar un comentario