viernes, 10 de junio de 2011

INDIGNADOS


La indignación. Movimiento que nos despierta porque entendemos que no somos dignos de aquello a lo que estamos sujetos. Interrupción de la habitualidad por medio del escándalo (skandalon para los griegos era un modo de hacer tropezar, de tender una trampa). El que está escandalizado cree que la trampa en la que ha caído no es digna de su persona. Indignación. Esta es la palabra utilizada por los movimientos juveniles que ganaron las plazas españolas hace pocas semanas. Cabría entonces preguntarse por la dignidad de estos jóvenes y por lo indigno que es "el sistema" en el que se encuentran insertos, entrampados y del que se sienten rehenes. En el website del grupo autodenominado "Democracia real ya" podemos leer el siguiente manifiesto:


Más allá del análisis pormenorizado del manifiesto (que es necesario hacer) quisiera realizar una reflexión de por sí bastante obvia, con la ayuda de algunas palabras de Castoriadis y del viejo pero inevitable Thomas Hobbes.

Hay en el movimiento de los indignados un genuino pedido de democracia "real", es decir, a pesar de que estamos en una democracia de derecho, en los hechos esta democracia no sucede. Los aparatos políticos están tomados por grupos de políticos profesionales organizados en partidos y muy atentos a intereses de grandes sectores económicos (financieros ante todo).

Afirmaba Cornelius Castoriadis en una conferencia dictada en Montevideo en el año 1993:

"Lo que se denomina 'democracia' no designa otra cosa que una oligarquía liberal. Tanto en Francia como en los Estados Unidos, y supongo que aquí también, la actividad política ha sido apropiada por los partidos políticos, burocráticamente organizados, en estructuras jerárquicas más o menos ocultas. En ese sistema oligárquico, el ciudadano queda excluido de la política. En ningún lado encontramos un ciudadano responsable o una colectividad reflexiva, deliberativa y con posibilidades de participación."



Esta democracia ficticia o fallida es tal porque no cuenta con instituciones que permitan la real participación política de todos los ciudadanos. Sólo se les pide que vayan a votar y que paguen sus impuestos. Es decir, sólo se les pide que mediante el voto, sigan validando el sistema representativo que les asegura no tener que ocuparse de la cosa pública. El voto cada dos años con el fin de elegir representantes, no es la afirmación de la democracia, sino el acto de renuncia a una participación real. La proclama sería algo así como "Yo, ciudadano de x lugar, mediante este acto nombro a tal grupo o individuo para que se ocupe de lo político, mientras yo sigo ocupándome de mis asuntos personales. Sólo tengo que obedecer a la ley y volver a votar dentro de dos años."

Continua Castoriadis en Montevideo:

"En realidad, contemplamos lo opuesto de lo que la democracia proclama y que debería concretarse en un régimen de autoinstitución explícita, de deliberación y reflexión, basado en la capacidad de los ciudadanos de gobernarse y ser gobernados, por medio de instituciones que en lugar de limitarse a fomentar la participación formal en instancias electorales periódicas, permitan la participación real y directa en los ámbitos de poder efectivo."


El otro punto importante del Manifiesto español es que esta falsa democracia tiene a su base el mantenimiento de un sistema que busca el rédito económico de unos pocos y que todo en la sociedad, sobre todo los mismos ciudadanos funcionan como herramientas para estos intereses. "Los ciudadanos formamos parte del engranaje de una máquina destinada a enriquecer a una minoría que no sabe ni de nuestras necesidades."

Volvamos a la obra capital de Cornelius Castoriadis, La institución imaginaria de la sociedad:

"Los sistemas vigentes provocan rechazo, aparecen sosteniendo sociedades donde reina un vacío total de significación. O cargadas de significaciones vacías, incapaces de autosustentarse. El único valor es el dinero, el éxito en los medios y en las esferas de poder."


¿Qué es entonces lo que se está pidiendo? Castoriadis diría que es una demanda de autonomía. Estamos indignados porque tenemos la capacidad de ser personas autónomas viviendo en una sociedad autónoma. Y en cambio vivimos en la heteronomía, la ley nos es dada por otros (los políticos profesionales, el sistema económico), nosotros no tenemos allí ninguna decisión importante que tomar.

Volvamos a escuchar la propuesta de Castoriadis:

"Deseo poder, con todos los demás, saber lo que sucede en la sociedad, controlar la extensión y la calidad de la información que me es dada. Pido poder participar directamente en todas las decisiones que pueden afectar a mi existencia, o al curso general del mundo en que vivo. No acepto que mi suerte sea decidida, día tras día, por unas gentes cuyos proyectos me son hostiles o simplemente desconocidos, y para los que nosotros no somos, yo y todos los demás, más que cifras en un plan, o peones sobre un tablero, y que, en el límite, mi vida y mi muerte estén entre las manos de unas gentes de las que sé que son necesariamente ciegas."



Ahora bien, la demanda es legítima, es difícil no suscribirla. Pero ¿puede el individuo que busca su interés personal realizar esta demanda? ¿No funciona el pequeño-burgués de tal manera que renuncia a ocuparse de lo político para poder llevar adelante sus negocios? Esto es lo que confirma una buena lectura de Hobbes, para eso se necesita sobre todo la representación. Cuando yo pido que alguien me gobierne por mí. Porque imaginemos qué pasaría si cada uno de nosotros, acostumbrados a renunciar a nuestros derechos políticos para ocuparnos de nuestra vida privada, tuviéramos que dedicar dos o tres horas de nuestro día a los asuntos públicos. ¿Quién querría hacerlo?

Luego, un grupo profesional político toma el lugar al que renunciamos los ciudadanos y solamente cuando sus decisiones (sobre todo económicas) nos perjudican en demasía, despertamos a la realidad de que no gobernaban por y para nosotros, en nuestro nombre. Los denunciamos, gritamos "¡esto no es democracia!". Pero ¿estamos dispuestos a apropiarnos del espacio de lo público definitivamente? ¿O ante la primera bonanza económica, otra vez vamos a disolver las asambleas y a dedicarnos a nuestros asuntos privados?

Sabemos mucho de estos los argentinos tras la crisis y el fenómeno asambleario de 2001. Habrá que seguir revisando nuestras acciones.

1 comentario:

magu dijo...

DIEGO
AQuí con fatiga crónica en un aire o ataque, sin embargo sos el primer blog al que visito
me identifico con los chicos catalanes y los de acá, la ´´unica vez en que me sentí identificada con mi voto en la urna fue a los 19 años, en el año 83, mi primer voto, mi primera vez en muchos sentidos. Ningún estudiante o joven rico o pobre pensaba en esa época en la contaminación ambiental ni en la falta de empleo ni en que el mundo se acabaría por el efecto invernadero o lo que fuere. solo había esperanzas y deseos de vivir un cambio.
Lo de CASTORIADIS te prometo leerlo luego, (ando medio engripada) pero lo tuyo lo leí). paso de nuevo
y mi contento es que veo muchos adolescentes y jóvenes ovolacato vegetarianos, protectores de perros, que buscan hogares a perritos y gatos desamparados, que economizan mucho y rezan por la paz, asi fuí yo a esa edad, con un profundo sentimiento cristiano de unión ecuménica, pero también devota de GANDHI (desde que ví ese film en el estreno, me hice vegetariana), creo DIEGO, que me identifico con esta generación más que con la mia
bue, saludos