Eros es una película compuesta de tres partes filmadas por tres grandes directores: Michelangelo Antonioni (Blow-Up; El eclipse), Steven Soderbergh (Sexo, mentiras y video; Traffic; Ocean's eleven, Che - El argentino) y Wong Kar Wai (In the mood for love; 2046).
Primera masturbación. El mediometraje de Antonioni se titula "Il filo pericoloso delle cose". Una pareja parece estar en el final del amor, allí donde todo es opresivo y el deseo comienza a retornar, pero esta vez para ser atraído por todo lo que no sucede ya entre ellos. Hay en el ambiente el tedio y la libertad que proporcionan la riqueza. Una necesidad mutua de ocupar otros espacios porque es lo demasiado amplio el lugar en que habitan. Como si no hubiera escapatoria y se pusieran a prueba los ritos que llevan al desconocimiento de lo más cercano.
En esa secuencia irrumpe Ella, es demasiado estereotipada (pero así es la figura del amor): de una hermosura natural inigualable, va de a caballo por la playa, vive sola en una torre antigua, es joven y está abierta al amor, también parece ser feliz. Así es que cuando él vislumbra esta nueva posibilidad, la sigue hasta la torre, se desean, se buscan, Ella se masturba sola mientras él mira desde la torre, antes de que baje a su habitación para el sexo conjunto, alegre, como una fiesta que no pudiera haber empezado sin esa relación primaria que tiene Ella con su propio cuerpo. Ella va a volver a ser feliz con su cuerpo desnudo en la playa, sola. Es desde esta apertura que existe la posibilidad del encuentro con el cuerpo de un otro, desde la apertura que Ella practica para-sí.
Segunda masturbación. La segunda parte se titula "Equilibrium" y allí Soderbergh nos presenta a una mujer soñada, a un soñador y al artífice de un desciframiento. El protagonista es el dueño de una agencia de publicidad que se encuentra sin nuevas ideas y está acosado además por un sueño recurrente en el que está con una mujer en una habitación, la ve bañarse, maquillarse, y no puede saber quién es. Todo sueño es un acto de autoerotismo, sobre todo cuando traemos nuevamente a una mujer a la misma habitación. Pero lo onírico tiene siempre un final, muchas veces abrupto, una interrupción. No hay aquí una masturbación explícita (la mujer del sueño tiene guantes en las manos), como en las otras dos secciones del film, pero sí dos masturbaciones veladas.
El nuevo cliente de la agencia de publicidad es un fabricante de relojes despertadores, y nuestro publicista piensa que sería un boom de ventas lanzar al mercado un despertador que permitiera dormir unos minutos más, inventa así la función snooze. Esta tecnología no solamente es un diferir del despertar, es ante todo una repetición del sueño. Permite interrumpir una y otra vez lo soñado, es decir: revivir y recordarlo. Dalí decía que dormía con una cuchara en la nariz para despertarse a la mitad de un sueño cuando la cuchara caía y así anotar o dibujar rápidamente su sueño.
Dr. Pearl es el psicoanalista del soñador y el protagonista de la segunda masturbación velada, la del voyeur. Mientras el publicista comenta su sueño en el diván, el Dr. hace todo lo posible por encontrar al otro lado de la ventana, un objeto de deseo que también adivinamos recurrente, que él espera tanto como su paciente aguarda su sueño.
Tercera masturbación. El de Wong Kar Wai es seguramente el relato más sólido y también más clásico. Se trata de un encuentro erótico y de un desencuentro amoroso. Los protagonistas son efímeramente exitosos en el apartado lugar social en que se encuentran: ella es una prostituta de alto nivel y el un aprendiz de sastre. El título de esta sección es "The hand" y es lo que marca la relación entre ellos. Ella lo masturba el día en que se conocen y esa va a ser la marca que los unirá de allí en adelante. Ella lo toca allí donde ninguna mujer lo había tocado y lo hace con una delicadeza y una firmeza que él creía imposibles. Pero el oficio del sastre también requiere de una habilidad manual extraordinaria, que se extiende sobre el cuerpo de los demás en forma de vestido. Hay una simetría entre sus oficios: los dos envuelven cuerpos ajenos. Él conoce las medidas de su cuerpo con sus manos de la misma manera que ella sabe de los cuerpos de sus clientes.
La mano es, además, lo más obsceno que hay en nosotros, porque es lo que está siempre a la vista: lo menos oculto, lo que tenemos por delante. Y es ella la encargada de adentrarse en lo prohibido, en el sexo siempre tapado por varias capas de ropa. Esa mano también puede tocar el rostro del otro, lo que identifica a quien tenemos frente a nosotros cuando está vestido. La única parte de nuestro cuerpo que no puede estar desnuda, porque la desnudez es el des-vestirse del sexo. El rostro, por su parte, posee la facultad de ocultarse a sí mismo aún durante su exhibición permanente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario