¿Podemos hablar de la muerte del sujeto? ¿De la liquidación definitiva de ese constructo conceptual moderno fundado por René Descartes y apuntalado por Immanuel Kant y Edmund Husserl? En ese caso, ¿qué o quién viene después del sujeto? Esta última es la pregunta que dirige Jean-Luc Nancy a Jacques Derrida en una entrevista del año 1989.
Pero claro, no podríamos esperar que Derrida simplemente respondiera la pregunta. Ahí va con su máquina deconstructora, se apresta a despellejar a la pregunta lentamente, a torturarla para que confiese todo lo que bajo sus múltiples máscaras ocultaba. Para comenzar, la idea de que efectivamente se ha "liquidado" al sujeto. Cuando en realidad ni Lacan, ni Althusser, ni Foucault, ni Marx, Nietzsche, Freud o Heidegger han realizado ese acto. En todo caso ellos, cada uno a su manera, lo han desplazado, descentrado, reinterpretado, desenmascarado, han abierto un hiato, una restancia en la solidez de la conciencia de sí.
Y sin embargo aún el sujeto clásico, el que dijimos que tiene su génesis en el Cogito cartesiano, no es tan sólido como parece querer afirmar cierta doxa contemporánea. Ni es tan homogéneo con las otras formas de presentarse de este 'sujeto moderno', sin contar acaso propuestas como la de Spinoza que parte de una concepción que no enraiza en una metafísica del Cogito.
"No ha habido jamás para nadie El Sujeto, he allí lo que quisiera comenzar por decir. El sujeto es una fábula."
Lo que sigue es preguntarse a qué es funcional esta fábula o qué es lo que sostiene esta ficción. No es menor este lugar, en tanto el sujeto moderno es la base fundacional de la ética y la política democrática "y de todos los discursos que podemos oponer al nacionalsocialismo bajo todas sus formas. Estos fundamentos eran y siguien siendo sellados por lo esencial en una filosofía del sujeto."
Así es que Derrida tiene que aceptar (a pesar de sus primeros reparos) que efectivamente algo ha sucedido con "el sujeto", sobre todo la imposibilidad de reducir el Dasein heideggeriano a una filosofía de la subjetividad trascendental. Y la pregunta ahora es más bien ¿qué ética, qué política podemos fundar sobre esta distancia, sobre este diferir temporal que se ha abierto en el sujeto?
Así es que debemos retornar a este sujeto debilitado, o atravesado, o descentrado y ver cómo es, o mejor, cuáles son y dónde están sus fronteras. Derrida denuncia un temprano cierre de esos límites alrededor de lo humano. Si bien el Dasein es principio de apertura, hay un momento en que deja de preguntar y clausura, porque solamente en el hombre se da la posibilidad de devenir-sujeto o atender a la llamada, por oposición a "el viviente en general".
La primera propuesta es entonces no olvidar que hay una base más amplia que la humana que subyace a la llamada (Ruf) y que sienta las bases de una responsabilidad más amplia, excesiva dirá Derrida más adelante. La amplitud tiene que ver justamente con no cerrar sobre 'lo humano' el círculo de responsabilidades recíprocas, sino el de dejarlo abierto a lo viviente en general.
"El origen de la llamada que no viene de ninguna parte, cuyo origen en todo caso no es todavía un 'sujeto' divino o humano, instituye una responsabilidad que se encuentra en la raíz de todas las responsabilidades ulteriores (moral, jurídica, política), de todo imperativo categórico. Decir de esta responsabilidad, y aún de esta amistad, que ella no es ni 'humana' ni 'divina', no es denominarla simplemente inhumana. Es decir, tal vez es más 'digno' de la humanidad mantener una cierta inhumanidad."
Cabe entonces, si establecemos esta apertura, preguntarse por la relación que puede darse entre lo animal y la responsabilidad, ahora desde una lógica que permita a lo inhumano ingresar en un campo que le ha sido vedado.
"¿El animal entiende esta llamada de la que nosotros hablamos más arriba, en el origen de la responsabilidad? ¿El animal responde? ¿Él pregunta? Y sobre todo, ¿la llamada que el Dasein entiende puede, en su origen, venir al animal o venir del animal? ¿Hay amistad posible para el animal, entre animales? Como Aristóteles, Heidegger diría: no. ¿Existe una responsabilidad con respecto al viviente en general? La respuesta es siempre no, y la pregunta es concebida, formulada de tal manera que la respuesta sea necesariamente "no" en todo el discurso canonizado o hegemónico de las metafísicas o de las religiones occidentales, incluidas las formas más originales que él puede tomar hoy, por ejemplo, en Heidegger o Lévinas."
Hay una estructura sacrificial que presenta un matar como no-criminal y que incluye la ingesta o la incorporación del cadáver, una operación que es a la vez material y simbólica. Aquí entra en juego una posible defensa del vegetarianismo como práctica anti-sacrificial.
Hay un famoso concepto derridiano cuyo pomposo nombre es "carno-falo-logo-centrismo" en el que se afirma la valorización en Occidente de la figura del hombre, del macho viril, que es sin dudas carnívoro y dotado de razón. Así, el hombre-racional-carnívoro es el único con autoridad reconocida: "El jefe debe ser devorador de carne." Pensemos en el líder tribal, cuya fuerza y valentía recibe en parte de la incorporación de la carne animal que ha hecho presa.
¿En qué se ha convertido la pregunta ética? En una pregunta por cómo comer bien. Claro que no se trata de una cuestión gastronómica, tenemos que entender el comer metonímicamente. Comer es incorporar, apropiar, asimilar. Y la cuestión ya no es más si comer o no al otro, lo hacemos de todas maneras, querramos o no estamos siempre en relación de comer y ser comidos por el otro. Entonces se trata de que hay que comer bien. En palabras de Derrida: "¿Cómo regular esta metonimia de la introyección?"
"'Hay que comer bien' no quiere decir en primer lugar tomar y comprender en sí, sino aprender y dar de comer, aprender-a-dar-de-comer-al-otro. No comemos nunca del todo solos, he aquí la regla del 'hay que comer bien'. Esta es una ley de la hospitalidad infinita. Y todas las diferencias, las rupturas, las guerras (podemos decir incluso las guerras de religión) tienen este 'comer bien' por apuesta."
Hospitalidad infinita, responsablidad excesiva, modos de nombrar la apertura ética que está a la base de lo que luego se cerrará en los sistemas jurídicos y políticos. Aquí se juegan todas las acciones de los orificios: el modo de la escucha del otro, las formas de fagocitación e incorporación del otro, y por qué no una apertura hacia la coprofilia.
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