domingo, 27 de febrero de 2011

POÉTICA DEL DISTANCIAMIENTO

La Póetica aristotélica es, además de la obra fundacional de la reflexión estética, un modo de proyección del marco ético en el trasfondo teatral. Podemos afirmar la propuesta ética en tanto hay una apuesta por un modo de vivir la vida. La poesía como arte imitativo, mimético, se basa en nuestra capacidad natural para imitar y aprender imitando.

"El aprender nos brinda el más elevado de los placeres, y no sólo a los filósofos sino a los hombres en general aunque en éstos la capacidad para aprender sea más limitada."

Este placer derivado del aprendizaje mediante la copia, es el origen de diversas formas de actividades artísticas, de técnicas miméticas, como las llamaban los griegos. Y en todas, el placer que nos deparan sus obras, está asociado con el conocimiento y el reconocimiento en las formas que imita la obra.

"Por esta razón es que experimentamos placer al contemplar imágenes: aprendemos de ellas y podemos inferir qué representa cada cosa y reconocemos por ejemplo que esta figura es tal cosa o tal otra."

La mayor parte del análisis aristotélico se centra en la tragedia como especie particular de la poesía, con características únicas que ejemplifica sobre todo con obras de Sófocles y Esquilo. Aquí aparece entonces, su famosísima definición de la tragedia como mímesis praxeos, como imitación de acciones.

"La tragedia se presenta bajo la forma de una acción y no de una narrativa, y suscita en el espectador pena, la compasión o el dolor promoviendo así la purificación (kathársis)."

Contamos ahora sí con los elementos más importantes que hacen de esta poética una ética. Hablamos por supuesto de la kathársis, del efecto que la obra trágica debe lograr en el espectador, que queda purificado, expurgado, aliviado, transformado. Pero hablamos sobre todo de la conformación del hombre como un haz de acciones. Me defino como actor, soy en tanto actúo, no me define en cambio la cristalización de un modo de ser: mi parquedad o mi cobardía. Soy en tanto hago silencio sobre aquello y cuando huyo de la batalla. He aquí mi pasaje favorito de la Poética:

"puesto que la tragedia no es una imitación del carácter humano sino de una acción o de la vida misma y la vida consiste en una acción; la felicidad, la desdicha y aun el fin de la vida están en la acción e implican formas de obrar y no modos de ser o cualidades."

El hombre es entonces un ser de acción. O mejor, el hombre es acción. O quizás, la acción hace al hombre, lo ayuda a enhebrar una frágil unidad. De todos modos, Bertolt Brecht no dejaría de estar de acuerdo con alguna de estas definiciones. En sus propias palabras:

"El hombre -el hombre de carne y hueso- sólo puede ser entendido mediante los procesos en los cuales y por los cuales existe."


Se me dirá que no es lo mismo hablar de la acción en Aristóteles que de los procesos en la teoría dialéctica alemana en la que Brecht abreva. Seguramente que hay grandes distancias. Pero aún así podemos sostener que el teatro sigue siendo el lugar donde el hombre actúa, donde el hombre se presenta como agente. Y también podemos afirmar que se busca un resultado en el espectador. La novedad -una de ellas- es que la kathársis que implica un principio de empatía con el héroe de la tragedia, no es lo que Brecht desea lograr.



¿Cuál es el problema con la kathársis? Su acción es básicamente conservadora. Mediante la expurgación, equilibra los sentimientos de los espectadores. Cumple su cometido sobre el fondo común de un destino que no puede ser evitado. Tenemos compasión o temor porque sabemos que compartimos, aunque en menor medida, el destino trágico del héroe. Pero lo que Bertolt Brecht pretende no es aliviar a los espectadores mediante la empatía con el héroe, quiere ponerlos en movimiento. Pretende que el espectador se transforme en agente, en hombre de acción. Y para lograrlo, Brecht propone el distanciamiento (Verfremdung), claro que este distanciamiento no es " estar distanciado o alejado de los seres humanos, sino el distanciamiento y alejamiento de aquello que está desgastado, que es sentimental, barato; de lo banal y del lugar común."


Tomar distancia es reponer una perspectiva distinta sobre nuestra vida. Una visión de conjunto, más amplia, que no esté obturada por las pequeñeces y banalidades en las que inevitablemente nos vemos enredados. De esta forma es posible comenzar a salir del ser humano alienado en el que nos convertimos cotidianamente. Salir de la alienación es salir de afuera nuestro y para eso es necesario un movimiento, un desplazamiento de nuestro ser, una distancia.

"El espectador ya no verá a los personajes sobre un escenario como si fueran inalterables o entregados sin más a su destino. Los verá en cambio como un hombre con determinadas características, de acuerdo a las circunstancias. Y las circunstancias son de determinada manera debido a que el hombre es de determinada manera. Él, por su parte, se concibe no sólo por lo que es realmente, sino también por lo que podría llegar a ser -de hecho, es así-, y lo mismo ocurre también con las circunstancias. De ahora en más, el espectador tiene una nueva actitud en el teatro, la misma que un hombre del siglo veinte respecto de la naturaleza. Será recibido en el teatro como el gran 'transformador', capaz de intervenir en los procesos naturales y sociales, y que ya no acepta al mundo sino que lo domina."


Tenemos entonces otro teatro y otra apuesta ética. Se invita al espectador a tomar distancia de su propia vida -a reconocer, mediante mímesis lo ridículo e injusto de su vida- para poder transformarla. Hablamos de una praxis de lo que Brecht llama "las circunstancias" y ya no "el destino". El hombre de acción de Aristóteles y el de Brecht son muy distintos. En el primer caso, estamos frente al hombre trágico, el que está cercado por su destino, Edipo Rey sin escapatoria. En el segundo, se propone una distancia que pone al hombre en movimiento, que debe despertarlo de su sopor y transformarlo, finalmente, en verdadero hombre de acción.

1 comentario:

magu dijo...

DIEGO
Mi chiste favorito musical es
si quiere pagar barato por una ópera, vea la ópera de los tres centavos
jajajaja

pero kurt weill me gusta
recordá cantar el estribillo y melodía entera de mick the knife con el mantra el hare krishna, queda buenísimo
viste como weill pegó en hollywood, y se hizo jazz

por favor, mirá
a grandes citas por howard goodall
en el programa 1937 (música alemana, música de gershwin, etc) si se puede bajar por internet o por algún sitio
saludos