sábado, 30 de mayo de 2009

PELIGRO DE LA FILOSOFÍA


"La pasión por la filosofía, como la pasión por la religión, está expuesta al peligro de caer en la siguiente contradicción: aunque busque la corrección de nuestro comportamiento y la extirpación de nuestros vicios, puede que sólo sirva por dirección imprudente, para fomentar una inclinación predominante y empujar la mente con resolución más firme a una posición a la que, ya de por sí, tiende demasiado por predisposición y propensión del temperamento natural. Mientras aspiramos a la firmeza del sabio filósofo y mientras nos esforzamos por limitar nuestros placeres exclusivamente a nuestras mentes podemos llegar a fin de cuentas a hacer nuestra filosofía semajante a la de Epicteto y otros estoicos, tan sólo un sistema más refinado de egoísmo, y mediante razones, colocarnos más allá de toda virtud y disfrute social."

David Hume

lunes, 18 de mayo de 2009

MARIO BENEDETTI




Uno aprende a gustar de la poesía de Benedetti de adolescente y a no gustarla de adulto. Habrá quienes crean en la maduración del gusto y menospreciarán a los inmaduros que aún gustan de Benedetti y habrá quienes entiendan que no hay tal maduración, sino una tilinguería intelectual que no permite disfrutar de lo que está a la mano. A unos y a otros los dejo en compañía de Mario, que con benevolencia de abuelo, comprende a ambos desde el más allá poetizante en que se encuentra.


OTHERNESS


Siempre me aconsejaron que escribiera distinto
que no sintiera emoción sino pathos
que mi cristal no fuera transparente
sino prolijamente esmerilado
sobre todo que si hablaba del mar
no nombrara la sal

Siempre me aconsejaron que fuera otro
y hasta me sugirieron que tenía
notorias cualidades para serlo
por eso mi futuro estaba en la otredad

El único problema ha sido siempre
mi tozudez congénita
neciamente no quería ser otro
por lo tanto continúe siendo el mismo

Otrosí digo / me enseñaron
Después que la verdad
Era más bien tediosa
El amor / cursi y combustible
La decencia / bastarda y obsoleta

Siempre me instaron a que fuera otro
Pero mi terquedad es infinita
Creo además que si algún día
me propusiera ser asiduamente otro

Se notaría tanto la impostura
que podría morir de falso crup
o falsa alarma u otras falacias

Es posible asimismo que esos buenos propósitos
sean sólo larvadas formas de desamor
ya que exigir a otro que sea otro
en verdad es negarle su otredad más genuina
como es la ilusión de sentirse uno mismo

Siempre me aconsejaron que escribiera distinto
pero he decidido desalentar / humilde
y cautelosamente a mis mentores

En consecuencia seguiré escribiendo
igual a mi o sea
de un modo obvio irónico terrestre
rutinario tristón desangelado
(por otros adjetivos se ruega consultar
criticas de los últimos treinta años)
y eso tal vez ocurra por que no sé ser otro
que ese otro que soy para los otros.

viernes, 15 de mayo de 2009

DE MAESTROS Y PROFESORES


En los procesos de aprendizaje hay en un principio etapas de distinción y luego etapas de síntesis o aprehensión totalizante. El mundo es Apeiron, lo indeterminado o lo infinito, una argamasa que comienza a resolverse con la distinción.

Dios separa las tinieblas de la luz, las aguas de la tierra, los animales de las plantas, las distintas especies, la Especie. El bebé comienza a distinguir desde las primitvas sensaciones de placer y rechazo hasta que años más tarde puede decir "esto que siento no es tristeza ni remordimiento, es angustia". El pintor aprende distintas técnicas para expresarse y realiza diversas mezclas de colores, utilizando varios materiales. Es la etapa de la multiplicación de lo existente, del desprendimiento cada vez mayor de singularidades que estaban o no en aquel confuso Apeiron, de la individuación. Desgranamos el mundo, encontramos moléculas y creemos encontrar lo indivisible (a-tomo) pero la distinción sigue su camino y hallamos neutrones y quarks, encontramos quarks de distintos colores.

Llega un punto en que la capacidad de distinción no nos es más útil. ¿Qué hacemos con tantas cosas sueltas? Nos encontramos con muchas piezas de un rompecabezas del que no somos capaces de vislumbrar siquiera su contorno. Aquí es donde entran en juego nuestras capacidades de asociar primero y luego de sintetizar.

Poco es lo que las singularidades pueden decirnos si no comenzamos a relacionarlas entre sí y a relacionarnos nosotros con ellas. Nos damos cuenta de que la caída de una manzana desde un árbol y las revoluciones de la Luna alrededor de nuestro planeta, dos fenómenos aparentemente tan disímiles, obedecen a la misma ley física. Dios pone al resto de las especies al servicio de la Especie. Los electrones pueden iluminar un hogar y los núcleos atómicos en reacción en cadena arrasar con la vida de millones de personas.

Pero aún hay otra etapa que es quizás deudora de la síntesis y es en la que simplificamos toda esta maraña de singularidades que se comunican y actúan entre sí. Y llegamos a postular ciertos principios elementales, que están a la base de nuestro saber y nuestro actuar. La armonía en la pintura o la Gracia divina pueden ser algunos ejemplos. Quien se enfrenta al mundo con la mirada de un maestro y no de un aprendiz, advierte que puede totalizar una experiencia que va un poco más allá de la síntesis de singularidades, pero que necesariamente ha pasado por las primeras etapas.

En este punto nos asemejamos más al recién nacido que somos cada vez que abrimos los ojos por la mañana y todo se presenta aún confuso e indistinguible. Y nosotros formamos parte de ese Apeiron. Y nos sabemos parte de él, lo que nos diferencia del recién nacido. Es un retorno que no es ingenuo al lugar de donde hemos venido. No hay viaje que no modifique nuestras verdades.

El Maestro puede equivocarse, pero su equivocación es mejor que la certeza de quien sólo es capaz de enumerar distinciones.

sábado, 2 de mayo de 2009

ENTRE LOS MUROS


Quiero recomendar esta película francesa del director Laurent Cantet (Recursos humanos, El empleo del tiempo, entre otras buenas obras anteriores), que trata sobre la relación entre un profesor y sus alumnos, entre ellos y la comunidad educativa en una escuela de enseñanza media en las afueras de Paris.

La película escapa a la mayoría de los clichés típicos del genéro en los que un profesor entra a una clase conflictiva y logra, mediante un amor incondicional por los alumnos y relaciones que se transforman en personales, lo que ningún otro profesor había podido hasta entonces. Que los chicos quieran aprender, que quieran estar ahí en el colegio y que admiren al profesor y se interesen por lo que hacen en clase. Pasa esto en Al maestro con cariño o Freedom writers.

En Entre los muros, en cambio, podemos ver el hastío de los profesores, la distancia insalvable que hay entre profesores y alumnos más allá de las buenas intenciones, las ausencias y presencias de los padres, la violencia implícita y explícita que circula en el aula, los conflictos raciales y sobre todo, el telón de fondo del aprendizaje. Qué se aprende, para qué se aprende y si realmente se está aprendiendo algo sustantivo.

El final de la película incluye dos momentos muy importantes, uno con la mención de La República de Platón y el otro con la intervención de una chica que recién en la última clase se anima a tomar la palabra. Y dice quizás lo más importante.