viernes, 10 de julio de 2009

HEGEL JUGANDO A LAS CARTAS


"La afición a las cartas es un rasgo característico de nuestro tiempo. Entendimiento y pasión son las propiedades del alma que intevienen ahí. El entendimiento escoge las reglas y a cada paso las está aplicando como discernimiento. De ahí que gente de profundo talento y brillante imaginación sea con frecuencia mal jugador, no sólo porque no se pueda interesar en el juego, sino porque como pasa muchas veces, su juicio no esté tan acostumbrado a aplicar reglas en la vida diaria. La pasión es lo que más interesante hace el juego. Para el jugador frío que a la vez no juega por codicia, las cartas tienen interés sobre todo como ejercicio del entendimiento y del discernimiento. Pero fuera de este caso y el juego por dinero, es la oscilación de la pasión entre el miedo y la esperanza lo que ha generalizado el juego de las cartas: espíritu incompatible con esa paz de ánimo, que tiene en sí algo noble y rezuma de todas las obras griegas incluso en plena pasión (mientras el hombre sigue siendo hombre y no es flagelado por una divinidad).

Este estado de espíritu apasionado, inquieto es característico de nuestro tiempo y también el juego de cartas le debe su expansión. Lo mismo que el interés de la pasión, tampoco en la actividad concomitante del entendimiento -o incluso cuando el jugador sólo usa de éste- hay ni un granito de razón. Así que nada llama tanto la atención en un juego, por lo demás inocente, como el que en él se nombre tanto a Dios. Ciertamente atribuimos en general a la Providencia incluso las cosas más pequeñas, sobre todo las que nos parecen casuales (y además en juegos de azar pasa mucho que la suerte de un hombre no malo, quizás sólo seducido, y la de su familia dependa de unas cartas). Y sin embargo nos asombramos de que nos sea recordado."

G.W.F. Hegel
1798

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