viernes, 19 de diciembre de 2014

POR DIOS

Después de dos años y medio de comenzado el perverso juego de la oca en el que una y otra vez la Universidad de Buenos Aires solicita que presentes los comprobantes que ella misma tiene y confecciona, llega la hora del ansiado momento: la ceremonia de entrega de diplomas.

Desconozco la genealogía que impuso el ritual de la jura del título antes de recibirlo, pero lo cierto es que hay tres opciones por las cuales jurar, tres nombres del juramento entre los que el Departamento de Alumnos te acomoda a la hora de la verdad. Se puede jurar por "Dios y los Santos Evangelios", por "La Patria" o por "Dios".

Varias personas conocidas se asombraron de que haya elegido esta última opción, dado mi manifiesto ateísmo. Así que ahí van estas pocas líneas en relación a tan peculiar cuestión.




1. La menos peor

Teniendo en cuenta las opciones disponibles, veamos primero por qué no optar por alguna de las restantes. "Dios y los Santos Evangelios" es claramente la primera descartada porque jurar por la divinidad torturada y torturadora nunca puede ser una opción. Suficiente intromisión del dios autoflagelante tenemos a diario en nuestra cultura, nuestras leyes y nuestros cuerpos como para sumarnos a la ola del amor y el perdón. La filosofía peca de soberbia desde sus orígenes hasta la actualidad y no quiere el abrazo reconfortante del Padre, sino la errancia del vagabundo.

"La Patria" fue la fórmula más elegida por todos los que juraron en la misma ceremonia, aunque eramos pocos egresados de la carrera de Filosofía, tengo varios colegas amigos que optaron por este camino. Realmente no sé qué les pasa. Si pretenden escaparse de las otras dos opciones porque remiten a formas de trascendencia divina, supongo que no ignoran que "La Patria" no es otra cosa que una secularización de esa divinidad y una secularización bastante triste, si me permiten el adjetivo. Una forma de espiritualización del nacionalismo que ha servido para alimentar chauvinismos de todo tipo, un concepto amigo de las arengas militaristas y la disolución de las singularidades en el amor a esa Gran Entidad.


Ni por la Iglesia ni por el Estado, aún cuando estemos en una Universidad pública. La filosofía tiene que mantener una distancia crítica frente a estas instituciones, porque hay que pensarlas y transformarlas. No creo que el significante "Patria" (Pater, Patrón) sea un llamado a pensar mejor lo público, la comunidad, la soberanía popular, la democracia por venir, creo que es un llamado a cerrar filas, levantar banderas y ponerse en posición de firme. Pero lo que precisamos es que la firmeza tiemble, como leemos en Menón


-¡Oh, Sócrates!, antes de que te conociera me dijeron que todo lo que haces es crearte dificultades a ti mismo y a los otros a fuerza de sembrar dudas en tu cabeza y en la de los demás. Pareces un torpedo marino que deja aturdidos a cuantos lo tocan. Tú me produjiste un efecto semejante: me has aturdido el alma y ya no sé qué contestarte.

2. La que va

No elegí jurar por "Dios" simplemente porque las otras dos opciones me causaran un rechazo directo. Creo que acercarse a estudiar filosofía tiene mucho que ver con esta figura que funciona como concepto-límite de lo que podemos pensar. Como forma de nombrar esas respuestas a las que no podemos llegar por nuestros propios medios muchos nos ofrecen a Dios aunque, sabemos, algunos filósofos han intentado conceptualizar la totalidad a su manera. Pero también sabemos, desde un principio, que esa totalidad está ausentándose todo el tiempo y es esa permanente ausencia de Dios la que nos pone en movimiento y nos exige filosofar. Ya sea que nos veamos tentados de suplir esta ausencia con un sistema propio o que, por el contrario, intentemos tirar concienzudamente de los hilos por los que el sentido se desarma y las sombras de Dios se derrumban. Dios es la fantasía totalizadora fallando una y otra vez, fallida desde el comienzo. En esas fallas habitan nuestras preguntas y se multiplican nuestros problemas. Así es que por Él juramos.