miércoles, 21 de mayo de 2008

10 MOTIVOS PARA HACER ARTE


Porque nos puede llevar a un modo de abordar el mundo que deje de lado la pragmática que implica el mero sobrevivir.

Porque constituye lenguaje, es un vínculo de comunicación arrojado a la deriva, a la espera de un otro.

Porque nuestra propia obra nos traiciona y en esa traición de uno a sí mismo, somos nuestra propia cachetada y estupefacción.

Porque entendemos que el placer no debe depender simplemente de lo que el destino nos depare.

Porque ejercemos una violencia sobre el mundo que se nos ofrece aunque no lo hayamos solicitado. La cicatriz que dejamos como testigo de esa violencia, es el arte.

Porque elegimos no vivir en el paraíso e intentamos ser como dioses.

Porque es bálsamo de nuestros dolores e instigador de nuestras desdichas.

Porque no podemos realizarlo solos, necesitamos materia, barro, piedra que pintar o golpear y eso no es muy distinto a afirmar que estamos irremediablemente en este mundo. Pero que no queremos estar tampoco en otro. Queremos estar en éste como si de otro se tratara. Y el arte es el gran ‘como si’.

Porque hay un inefable fabricado con lápiz y papel.

Porque es afirmación pura de nuestro ser, en otras palabras, porque sí.

domingo, 18 de mayo de 2008

Parerga y Paralipómena

Algunos fragmentos de Arthur Schopenhauer:

"Para filosofar hacen falta dos condiciones: primera, tener el valor de no suprimir ninguna pregunta, y segunda, comprender como problema todo aquello que se comprende por si mismo, teniendo conciencia de ello"


"Querer es esencialmente sufrir, y como vivir es querer, toda vida es por esencia dolor. Cuanto más elevado es el ser, más sufre... La vida del hombre no es más que una lucha por la existencia, con la certidumbre de resultar vencido. La vida es una cacería incesante, donde los seres, unas veces cazadores y otras cazados, se disputan las piltrafas de una horrible presa. Es una historia natural del dolor, que se resume así: querer sin motivo, sufrir siempre, luchar de continuo, y después morir... Y así sucesivamente por los siglos, de los siglos hasta que nuestro planeta se haga trizas."

"Nada mejora la ignorancia del mundo como alegar, cual prueba de los méritos y valía de un hombre, que tiene muchos amigos. ¡Como si los hombres otorgasen su amistad con arreglo a la valía y al mérito! ¡Como si, por el contrario, no fueran semejantes a los perros, que aman a quien les acaricia o solamente les hecha huesos que roer, sin mas halago! Quien mejor sabe acariciar a los hombres - aun cuando sean asquerosas alimañas -, ese tiene muchos amigos."


"Es cierto que nada contribuye menos a la alegría que la riqueza, y nada contribuye más que la salud; en las clases inferiores, entre los trabajadores de la tierra, se observan los rostros alegres y contentos; en los ricos y grandes dominan las figuras melancólicas."


"Cuan limitado y pobre es el intelecto humano normal, y cuan escasa la claridad de la conciencia, se percibe en que, a pesar de la brevedad pasajera de la vida humana arrojada al tiempo infinito, la miseria de nuestra existencia, los infinitos enigmas, el carácter importante de tantas apariencias y la insuficiencia de la vida, a pesar de todo, no filosofan todos constantemente, sino sólo unos cuantos pocos, perfectas excepciones. Los demás viven en este sueño, casi como los animales, de los cuales al fin se distinguen sólo por tener la previsión de algunos años. La necesidad metafísica que quizás sintieran está prevista desde arriba y por adelantado por las religiones, que les bastan, sean como fueren. Sin embargo, pudiera suceder que en el silencio se filosofa mucho más de lo que parece, aunque sea esta filosofía... ,como sea. Realmente es nuestra situación muy deplorable; vivir un lapso de tiempo lleno de dificultades, miserias, angustias y dolores sin saber ni siquiera de dónde venimos, a donde vamos, y con todo esto tener que oír aun a los clérigos de todos los colores, con sus respectivas revelaciones y sus amenazas contra los incrédulos."


"Lo que falta en la mayoría de las cabezas son dos cualidades emparentadas: juzgar y tener ideas propias. Ambas cualidades faltan de una manera increíble y los que no pertenecen a ellos no comprenden la tristeza de su existencia."

"Para tener ideas originales, extraordinarias y quizá hasta inmortales, basta quedar extraño completamente al mundo y a las cosas por un momento."

miércoles, 7 de mayo de 2008

KANT Y LA BELLEZA

Kritik der Urteilskraft es la obra en la que Kant hace ingresar al campo de la estética en el sistema de su filosofía crítica. La introducción de esta tercera y última Crítica está abocada justamente a precisar el papel de este ámbito específico, en consonancia con lo ya elaborado en la Crítica de la razón pura y la Crítica de la razón práctica. Y esto es de una importancia cabal, porque el trabajo crítico kantiano se ha ocupado de delimitar las áreas de conocimiento a las que podemos realmente acceder.

Estableciendo facultades irreductibles entre sí, Kant confina a cada una a su propio espacio de desarrollo y aplicación. El entendimiento se encargará de conocer a la naturaleza (como fenómeno, claro está); la razón postulará ideales en el ámbito de la libertad, en un intento por despegar al hombre del férreo determinismo causal que rige lo fenoménico, haciendo base en la facultad de desear; la facultad de juzgar, por último, que es la otra cara del sentimiento de placer y de dolor, se ocupará de la finalidad en la naturaleza. En otras palabras intentará hacer de ligazón entre el mundo de la naturaleza y el mundo de la libertad, que hasta este momento se presentaban irreconciliables.


Según la distinción establecida en el parágrafo IV de la Introducción, los juicios estéticos caerán en el tipo de juicio que Kant llama reflexionante. A diferencia de los juicios determinantes, que no hacen más que subsumir lo particular en la ley universal que le es dada por el entendimiento; el juicio reflexionante no tiene ninguna ley que le sea dada a priori, y tampoco puede sacar este principio de la empiria, porque en este caso no tendría poder ninguno como ley. El juicio reflexionante prescribe su propia ley, pero no lo hace a la naturaleza, sino a sí mismo, esto es lo que Kant llama heautonomía.

Ahora bien, si el juicio reflexionante no toma sus principios del entendimiento, no estamos entonces en el ámbito del conocimiento y nos encontramos en un espacio preconceptual. Este juicio se ocupa de lo particular que se nos presenta y de su relación con el propio sujeto que juzga. La finalidad de las cosas, que está perimida en el conocimiento y que no podemos inferir de ninguna de sus cualidades, la podemos afirmar en el modo del “como si” cuando en el juicio reflexionante y sin concepto alguno, va unido un placer.

Está clara entonces la distinción entre facultades y ámbitos de aplicación, que hacen que el juicio estético no se base en conceptos. Encontramos en la pura forma del objeto, anterior a cualquier conocimiento del mismo, un placer y entonces decimos del objeto que es bello. Pero esta belleza pretendemos que todos la tengan que juzgar como tal, pretendemos entonces que este placer sea “juzgado como necesariamente unido, y consiguientemente, no sólo para el sujeto que aprehende aquella forma, sino para todo el que juzga en general”.

La Analítica de lo bello se divide en cuatro momentos, que conformarán cuatro aspectos distintos para comprender el concepto crítico de lo bello. Desde el punto de vista de la cualidad, se juzga al objeto desinteresadamente, es decir, sin un interés en su existencia como en el caso del agrado. En este último caso, hay motivos privados por los que nos place el objeto. En cambio, como dijimos, cuando decimos que algo es bello, pretendemos que todos los demás lo juzguen de igual manera. Por esto, según la cantidad “bello es lo que , sin concepto, place universalmente”. Esta es la universalidad de lo bello que creemos exigible a los demás. Pero se trata de una universalidad subjetiva. Subjetiva es sin dudas desde el momento en que esta universalidad no depende de conceptos del objeto, sino del placer que siente el sujeto. Universal es porque se la exigimos a todos los otros sujetos, porque el juicio es reflexionante, no determinante. Es decir, la universalidad de la satisfacción se extiende sobre los sujetos no sobre conceptos de los objetos.
Desde el punto de vista del juicio estético en relación con los fines, en la belleza el sujeto reflexionante encuentra solamente la forma de la finalidad, pero ningún fin. Esta finalidad sin fin es la base de nuestra satisfacción y esta satisfacción está dada por el libre juego de nuestras facultades (imaginación y entendimiento). Este libre juego de las facultades se da justamente porque no tenemos intención de conocimiento, porque el juicio de gusto es desinteresado, como dijimos en el primer momento. Si el objeto es conforme a fin, es decir si el juicio reflexionante encuentra satisfacción desinteresada, llamaremos bello al objeto, y pretenderemos entonces que lo sea “para todo el que juzga en general”, en el sentido de universalidad subjetiva anteriormente expuesto. El cuarto momento de la Analítica de lo bello, según la modalidad de la satisfacción en el juicio estético, la afirma como necesaria. Y esta necesidad que es subjetiva, se representa como objetiva “bajo la suposición de un sentido común”. Mi juicio necesario y subjetivo será un ejemplo de este sentido común que postulo como forma ideal, bajo la cual todos los juicios subjetivos tomarán el mismo sentido.

¿Qué y cómo es entonces la belleza en este sistema kantiano? En primer lugar, es la esperanza de una concordancia entre el mundo sensible y el suprasensible. Es el primer indicio de que este abismo puede ser salvado, si no desde el conocimiento, al menos desde el sentimiento. El juicio de gusto, que afirma la belleza de la naturaleza, está afirmando entonces una finalidad, sin basarse en concepto alguno y esto permite el libre juego de entendimiento e imaginación, que genera el placer por el cual identificamos a lo bello.

El giro crítico, esta vez en terreno estético, se ve claramente en el momento en que lo bello no es ya una propiedad de los objetos, sino un placer que encuentran los sujetos en la contemplación de los objetos, por el libre juego de sus propias facultades.

jueves, 1 de mayo de 2008

CLAROS DEL BOSQUE

Un fragmento del texto de María Zambrano, filósofa española del siglo XX.


Y todo alude, todo es alusión y todo es oblicuo, la luz misma que se manifiesta como reflejo se da oblicuamente, mas no lisa como espada. Ligeramente se curva la luz arrastrando consigo al tiempo. Y no se olvidará nunca que la curvatura de luz y tiempo no es castigo, o que no lo es solamente, sino testimonio y presencia fragmentada de la redondez del universo y de la vida, y que el temblor es irisación de la luz que no deja de descender y de curvarse en todo recoveco oscuro, que se insinúa así, ya que directamente no puede sin violencia arrolladora permitirse entrar en nuestro último rincón de defensa. Y los colores mismos nacen para hacernos la luz asequible. Y el Iris resplandece, antes que arriba en los cielos, abajo entre lo oscuro y la espesura, creando así un imprevisible claro propicio.

Brillan los colores sosteniéndose hasta el último instante de un desvanecimiento en el juego del aire con la luz, y del cielo que apenas perceptiblemente se mueve. Un cielo discontinuo, él mismo un claro también.

Y los colores sombríos aparecen como privilegiados lugares de la luz que en ellos se recoge, adentrándose para luego mostrarse junto con el fuego en la rama dorada que se tiende a la divinidad que ha huido o que no ha llegado todavía. Y así son breves los detenimientos del amigo del bosque. Un doble movimiento lo reclama sobreponiéndose: el de ir a ver y el de llegarse hasta el límite del lugar por donde la divinidad partió o la anunciaba. Y luego hay que seguir de claro en claro, de centro en centro, sin que ninguno de ellos pierda ni desdiga nada. Todo se da inscrito en un movimiento circular, en círculos que se suceden cada vez más abiertos hasta que se llega allí donde ya no hay más que horizonte.

Alguna figura en esta lejanía anda a punto de mostrarse al borde de la corporeidad, o más bien más allá de ella, sin ser un esquema ni un simple signo. Figuras que la visión apatece en su ceguera nunca vencida por la visión de una figura luminosa ni por esplendor alguno. Algún animal sin fábula mira desde esta lejanía. Algún jirón se desprende de una blancura no vista, algo, algo que no es signo. Nada es signo, como si se vislumbrase un reino donde lo que significa y lo significado fuera uno y lo mismo, donde el amor no tiene que ser sostenido ni la naturaleza ande como oveja perdida o sorprendida que se aparece y se esconde. Y la luz no se refleja ni se curva ni se extiende. Y el tiempo sin derrota no transcurre, allá lejos donde se enuncia el centro al que espejan en instantes los claros de este bosque.

Y la visión lejana del centro apenas visible, y la visión que los claros del bosque ofrecen, parecen prometer, más que una visión nueva, un medio de visibilidad donde la imagen sea real y el pensamiento y el sentir se identifiquen sin que sea a costa de que se pierdan el uno en el otro o de que se anulen.

Una visibilidad nueva, lugar de conocimiento y de vida sin distinción, parece que sea el imán que haya conducido todo este recorrer análogamente a un método de pensamiento.