miércoles, 5 de febrero de 2014

DESOBEDIENCIA CIVIL

La figura de Henry David Thoreau ha tomado, sin lugar a dudas, proporciones épicas. Esto es lo que genera un pensador cuyos escritos están atravesados por la intensidad de la vida. Thoreau no ha sido simplemente alguien comprometido con sus ideas, ellas afloran directamente de una experiencia vital que está siempre empujando los límites de lo estatuido.

Muchos nuevos lectores de Thoreau han conocido su vida y su obra a través de las lecturas del protagonista del libro (Jon Krakauer) y la película (Sean Penn) "Into the wild". Lo que hace atractivo este relato es lo que está en el corazón de la vida de Thoreau: liberarse de un conjunto de imposiciones sociales, institucionales, políticas y relacionarse con la naturaleza de un modo más genuino. A la base del anarquismo individualista de Thoreau se encuentra un anhelo al que es difícil ser indiferente: renunciar a la vida de convenciones e imposiciones en la que supuestamente tenemos que acomodarnos e intentar a la vez encontrar un espacio de libertad personal. 



Sus escritos más influyentes fueron producidos entre 1845 y 1850, época en la que vivió dos años en una cabaña apartada en el bosque, se negó a pagar impuestos y fue encarcelado por el gobierno de Estados Unidos. Sus vivencias en la soledad, en medio de la naturaleza, son narradas en Walden y su rechazo a las imposiciones estatales en su conferencia Desobediencia civil, de la que extraemos y comentamos algunos fragmentos.



"Acepto plenamente la divisa: el mejor gobierno es el que menos gobierna, y quisiera verlo actuar en este sentido más rápida y sistemáticamente. Realizada, equivale en última instancia a esto en lo que también creo: el mejor gobierno es el que no gobierna en absoluto, y cuando los hombres estén preparados para él, éste será el tipo de gobierno que todos tendrán. El gobierno es, bajo óptimas condiciones nada más que un recurso, pero la mayoría de los gobiernos suelen ser, y a veces todos los gobiernos son inoportunos. Las objeciones que han sido planteadas contra la existencia de un ejército regular, son muchas y de peso. Finalmente éstas pueden también aplicarse a un gobierno establecido. El ejército regular no es más que un tentáculo del gobierno establecido. El mismo gobierno, que sólo es el medio escogido por el pueblo para ejecutar su voluntad, está igualmente sujeto a sufrir abusos y corrupción antes de que el pueblo llegue a actuar a través de él."

La relación indisoluble entre gobierno y ejército es lo que hay que subrayar en estos párrafos centrales. Claro está, de telón de fondo contamos con el rechazo directo de Thoreau a la guerra que en ese momento estaba emprendiendo Estados Unidos contra México. Pero más allá del contexto histórico ¿qué otra cosa es el Estado sino el monopolio de la fuerza? ¿cuál es su poder paradigmático sino el de matar y mandar a matar? ¿en qué momento la ley emanada de este Estado expresa todo su poder sino en la disposición plena de la vida y los cuerpos de los ciudadanos que se encuentran bajo su égida? 


"La ley jamás hizo a los hombres ni un ápice más justos; además, gracias a su respeto por ella hasta los más generosos son convertidos día a día en agentes de injusticia. Un resultado común y natural del indebido respeto por la ley es que se puede ver una fila de soldados: coronel, capitán, cabo, soldados, dinamiteros y todo, marchar en admirable orden cruzando montes y valles hacia las guerras, contra su voluntad, sí, contra su propio sentido común y su conciencia, lo que convierte esto, de veras, en una ardua marcha de corazones palpitantes. No abrigan la menor duda de que están desempeñando una ocupación detestable teniendo todos inclinaciones pacíficas. Ahora bien, ¿qué son? ¿Son acaso hombres? ¿O son pequeños fuertes y polvorines portátiles al servicio de algún inescrupuloso hombre en el poder?"


"¿Cómo llega a ser un hombre al actuar correctamente frente a este gobierno norteamericano de hoy? Respondo que no puede asociarse a él sin humillarse. No puedo aceptar ni por un instante a esa organización política como mi gobierno que es también el gobierno del esclavo. Todos los hombres aceptan el derecho a la revolución, o sea, el derecho a negar lealtad y a resistir al gobierno cuando su tiranía o su ineficacia son grandes e intolerables."

Thoreau se posiciona claramente no sólo contra las guerras absurdas, sobre todo lo hace contra las declaraciones de principio que dejan a algunos hombres en condición de bestias: la esclavitud legalmente establecida en Estados Unidos. En los dos casos (soldados y esclavos), los hombres quedan reducidos a meros instrumentos al servicio de intereses de unos pocos que ejercen el gobierno. 




"Existen leyes injustas: ¿debemos conformarnos con obedecerlas o, debemos tratar de enmendarlas y acatarlas hasta que hayamos triunfado o, debemos transgredirlas de inmediato? Los hombres en general, bajo un gobierno como éste, piensan que deben esperar hasta convencer a la mayoría para modificarlas. Piensan que si resisten, el remedio sería peor que la enfermedad. Pero es el gobierno quien tiene la culpa de que el remedio sea peor que la enfermedad. El gobierno lo empeora. ¿Por qué no es más capaz de anticiparse y prever para lograr reformas? ¿Por qué no aprecia a su sabia minoría? ¿Por qué llora y se resiste antes de ser herido? ¿Por qué no alienta a sus ciudadanos a estar alertas para señalarle sus faltas y así poder actuar mejor? ¿Por qué siempre crucifica a Cristo, excomulga a Copérnico y a Lutero y declara rebeldes a Washington y a Franklin?"