sábado, 12 de marzo de 2011

SCHOPENHAUER COMO EDUCADOR

“No puedo conseguir que mis ideas parezcan a mis contemporáneos otra cosa que palabrerías; lo que me consuela es que no soy un hombre de mi tiempo…Si este siglo no me comprende, otros vendrán.”


Esta frase podría pertenecer a Nietzsche, pero su autor es Schopenhauer. En 1865 Nietzsche lee a Arthur Schopenhauer por primera vez a través de su obra principial: El mundo como voluntad y representación. Este encuentro marcaría fuertemente la impronta filosófica del joven Nietzsche, a tal punto que su Tercera consideración intempestiva escrita casi diez años más tarde, se titula Schopenhauer como educador. Este encuentro con su primer gran maestro filosófico fue de una intensidad tal que Nietzsche mismo habla de una "revolución interior" provocada por obra de Schopenhauer. Escuchemos su propio relato:

"En el feliz aislamiento de mi morada lograba recogerme en mí mismo, y cuando me encontraba con amigos era sólo con Mushacke y con von Gersdorff, que, por su parte, participaban de mis mismos propósitos. Ahora, imagínese cómo debió de impactarme la lectura de la obra principal de Schopenhauer en tales circunstancias. Encontré un día este libro precisamente en el Antiquariat del viejo Rohn. Ignorándolo todo sobre él, lo tomé en mis manos y comencé a hojearlo. No sé qué especie de demonio me susurró al oído: «llévate este libro a casa». De todas formas, el hecho ocurrió contra mi costumbre habitual de no precipitarme en la compra de libros. Una vez en casa, me acomodé con el tesoro recién adquirido en el ángulo del sofá y dejé que aquel genio enérgico y severo comenzase a ejercer su efecto sobre mí. Ahí, en cada línea, clamaba la renuncia, la negación, la resignación; allí veía yo un espejo en el que, con terrible magnificencia, contemplaba a la vez el mundo, la vida y mi propia intimidad. Desde aquellas páginas me miraba el ojo solar del arte, con su completo desinterés; allí veía yo la enfermedad y la salud, el exilio y el refugio, el infierno y el paraíso. Me asaltó un violento deseo de conocerme, de socavarme a mí mismo. Testigos de aquella revolución interior son hoy todavía, para mí, las páginas del diario que yo escribía en aquella época, tan inquietas y melancólicas, plenas de autoacusaciones banales y de la desesperada idea de redimir y transformar la naturaleza entera del ser humano. Habiendo puesto todas mis cualidades y aspiraciones ante el tribunal de un sórdido autodesprecio, era malvado, injusto y desenfrenado en el odio que vertía contra mí. Tampoco faltaron torturas físicas. Así, durante catorce días seguidos, me esforcé por no acostarme antes de las dos de la madrugada y levantarme sin dilación alguna a las seis en punto. Una constante excitación nerviosa me dominaba a todas horas, y quien sabe qué grado de locura habría alcanzado de no ser porque las exigencias de la vida, la ambición y la imposición de unos estudios regulares obraron en sentido contrario.”

¿Qué es lo que pudo conmover a Nietzsche de manera tan fuerte? ¿Cuáles fueron las apropiaciones que hizo de su obra y que pueden verse sobre todo en El nacimiento de la tragedia?

En primer lugar Schopenhauer introduce en Occidente sabidurías orientales que mantienen una comunión entre vida y filosofía que en muchos casos ya se había perdido en Europa. El mundo se presenta carente de perfección, con una falta fundamental y es esencialmente Voluntad, fuerza irracional. Uno de los sosiegos posibles ante el dolor de vivir es el arte y la música en particular toma en Schopenhauer una importancia cualitativa por sobre el resto de las artes.

La Voluntad no es otra cosa que "un ciego afán, un impulso carente por completo de fundamento y motivos". La Voluntad es entonces irracional, es un motor que impulsa permanentemente todo lo existente.

La Voluntad es el origen de todo dolor y de todo mal; querer es primordialmente querer vivir (voluntad de vivir, que influirá luego en la voluntad de poder nietzscheana) y la vida no es nunca completa, engendra todo el tiempo nuevas necesidades y nuevos dolores.

La conciencia es el lugar privilegiado donde se manifiesta este dolor de vivir continuamente: “toda vida es esencialmente sufrimiento”. De ahí que Schopenhauer proponga distintos caminos para intentar alivianar este dolor provocado por este apetito irracional, uno de los cuales, dijimos ya, es el arte.

Pero cuando Nietzsche pone como ejemplo a Schopenhauer en su Consideración Intempestiva, lo hace en tanto educador: "Yo estimo tanto más a un filósofo cuanto más posibilidades tiene de dar ejemplo." Ante todo, se trata de un ejemplo para la vida del propio Friedrich Nietzsche. Esa combinación de sensibilidad extrema asociada al sentimiento de incomprensión de sus contemporáneos, no podía más que encontrar un ejemplo de triunfo, de desprecio que a la vez se afirma a sí mismo, en Arthur Schopenhauer.

"Si todo gran hombre es considerado mayoritariamente como verdadero hijo de su tiempo y, en cualquier caso, sufre de todos los achaques que acucian a éste más intensa y más sensiblemente que el resto de los hombres pequeños, la lucha de uno de estos grandes contra su tiempo será, sólo en apariencia, una lucha absurda y destructiva contra sí mismo. Pero, desde luego, sólo en apariencia; pues en ella combate contra aquello que le impide ser grande, lo que para él no significa sino ser libre y ser él mismo. De aquí se sigue que su enemistad, en el fondo, se dirige precisamente contra lo que está en él, pero que, sin embargo, no es propio de él; esto es, contra la impura confusión y coexistencia de lo que es inconfundible y eternamente irreconciliable, contra la falsa adherencia de la tempestividad a su intempestividad; y, al final, el supuesto hijo de su tiempo se revela únicamente como su hijastro. Schopenhauer pugnó, ya desde su más temprana juventud, por oponerse a esta falsa, vana e indigna madre, su época; y mientras la rechazaba se purificó y sanó, encontrándose de nuevo con su propio ser, en la pureza y la salud que lo caracterizaban. Por eso los escritos de Schopenhauer pueden ser utilizados como espejos de la época; y ciertamente no será una mácula del espejo la causa de que en él todo lo actual sea visible sólo como una enfermedad deformante, como enflaquecimiento y palidez, como ojos hundidos y rostro abatido, como el sufrimiento evidente de esa condición de hijastro. Su anhelo de una naturaleza vigorosa, de humanidad sana y sencilla, era en él anhelo de sí mismo; y apenas vencida dentro de sí su época, también tuvo que descubrir en su interior, con ojos estupefactos, al genio. Entonces se le reveló el secreto de su ser; la intención que albergaba su época, su madrastra, de ocultarle ese genio se desvaneció, el reino de la physis transfigurada había sido descubierto. Si ahora dirigía su impertérrita mirada sobre la pregunta: «cuál es, en definitiva, el valor de la existencia?», no tenía ya que condenar una época confusa y exangüe ni una vida hipócrita y turbia. Él sabía bien que sobre esta tierra era posible hallar algo más elevado y más puro que esa vida actual, y que comete una amarga injusticia con la existencia todo aquél que sólo la conozca y la valore según esta imagen odiosa. No, el genio mismo será ahora llamado a fin de que escuche si acaso el fruto supremo de la vida puede justificar la generalidad de la vida; el hombre extraordinario, el creador debe responder a la pregunta: «¿Afirmas tú de todo corazón esta existencia? ¿Te basta? Quieres ser su intercesor, su redentor? Pues un solo y verdadero “¡Sí!” de tu boca, y la vida, tan gravemente acusada, será absuelta». "

1 comentario:

Florencia Madeo Facente dijo...

Siempre me intrigó la figura de Schopenhauer, y la implicancia en la impronta y el ideal nietzscheano.
Por cierto, me gustaron las entradas más recientes también.
Sigo este blog, si no es molestia.
Un saludo.