miércoles, 16 de marzo de 2011

JAPÓN

1. Japón ingresó muy tarde en la modernidad y como en muchos otros lugares del mundo esa apertura se dio a la fuerza. Fue en el episodio conocido como Kuro-fune raikoo (la llegada de los barcos negros) cuando el Comodoro norteamericano Matthew Perry, apuntando con sus cañones a las costas de Shimoda en el año 1854, logró que el país se abriera al comercio estadounidense. Pocos años más tarde el Shogun caería y se iniciaría el período conocido como Restauración Meiji, en el que se dieron reformas políticas y sociales muy importantes, como la abolición del sistema feudal, el cambio de la capital (de Kyoto el Emperador se mudó a Edo, conocida como 'capital del este', es decir 'Tokyo') y la construcción de los primeros ferrocarriles. En pocos años más el Japón modernizado, con una reforma política parlamenteria incluida, se convertirá en la potencia regional más importante y su expansión militar solamente podrá ser frenada nuevamente por las bombas de Estados Unidos. Esta vez atómicas. En ambos episodios militares Japón fue vencido por su rival norteamericano, por sus adelantos tecnológicos. Aunque la modernización emprendida entre el principio de la Era Meiji y la Segunda Guerra Mundial fue vertiginosa, no alcanzó para estar a la par de la máxima potencia mundial. Ya en tiempos de paz, Japón se puso a la vanguardia del desarrollo tecnológico y eso le permitió transformarse nuevamente en la mayor potencia económica de la región (hasta el reciente desarrollo de China) y en el país de Asia con mejores indicadores de calidad de vida (cuestión en la que China tiene aún mucho por hacer).


2. Viajar por Japón es una experiencia transformadora que permite experimentar una combinación única entre desarrollo tecnológico y arraigo a las costumbres ancestrales. Sé que suena a folleto turístico barato, pero también sé que es así. En la misma ciudad gigantesca, caleidoscópica, fascinante que es Tokyo, puede uno encontrar un lugar repleto de robots y una ceremonia del té en un templo de cientos de años de antigüedad. Con esto no quiero decir que la modernización (la occidentalización, el desarrollo tecnológico) no hayan cambiado la estructura social y cultural de Japón. Lo han hecho y quizás lo han hecho demasiado. Pero a la vez es notable, como no he visto en otros lugares, que estos avances tecnológicos no compiten, no se sobreponen, no destruyen, no reemplazan ni arrasan con las tradiciones del antiguo Japón. Hay arraigo a la tierra y a la naturaleza, hay una espiritualidad inmensa que se palpa en las calles. Hay respeto por el Sensei (cuya traducción es Maestro, pero que etimológicamente es 'quien ha nacido primero').


3. Voy a utilizar como ejemplo al Budo japonés porque es uno de los productos culturales japoneses que más conozco. El período Meiji significó también el fin de los Samurai. Quien haya visto la pésima película "El último samurai" en la que Tom Cruise (productor y protagonista) quiere mostrarnos como un norteamericano encarna lo mejor del valiente espíritu japonés, tiene una ligera idea de lo que hablo. La modernización política tenía que desarmar los feudos a la vez que ingresaban las armas de fuego. La tradición del Bushido (el camino del guerrero), el estricto código de conducta de los Samurai, podría haber muerto con ellos. Y también las artes marciales porque ¿cuál era el sentido de seguir practicando 'artes de la guerra' cuerpo a cuerpo cuando ya estaba claro que así no se ganaban las batallas?

Los japoneses en lugar de tirar su Katana (el sable, arma y espíritu del Samurai) por inservible frente a los rifles occidentales, cambian el concepto del antiguo Bu Jutsu , al del moderno Bu Do. La diferencia básica es que las artes del Bu Jutsu tenían como objetivo matar al oponente, las artes modernas del Bu Do (Judo, Karate-Do, Aikido) pretenden un desarrollo espiritual y corporal en sus practicantes. La Katana, perdida su utilidad en tanto herramienta técnica, se perfecciona en su otro aspecto, en tanto encarnación espiritual (símbolo podríamos decir) de un código ético.
4. En 1955 el filósofo alemán Martin Heidegger da una conferencia titulada Gelassenheit, Serenidad. Creo que de poco tiempo antes data la conferencia "La pregunta por la técnica". En todo caso en Serenidad, Heidegger plantea la cuestión del peligro que representa la técnica y descarta allí (en plena Guerra Fría y con el recuerdo aún fresco de las bombas sobre Hiroshima y Nagasaki), que el riesgo más importante sea el de la destrucción del mundo o el fin de la vida humana como consecuencia del poder con que la técnica se presenta en el Siglo XX.


"De momento, sin embargo - no sabemos por cuánto tiempo - el hombre se encuentra en una situación peligrosa en esta tierra. ¿Por qué? ¿Sólo porque podría de pronto estallar una tercera guerra mundial que tuviera como consecuencia la aniquilación completa de la humanidad y la destrucción de la tierra? No. Al iniciarse la era atómica es un peligro mucho mayor el que amenaza, precisamente tras haberse descartado la amenaza de una tercera guerra mundial. ¡Extraña afirmación! Extraña, sin duda, pero solamente mientras no reflexionemos sobre su sentido.

¿En qué medida es válida la frase anterior? Es válida en cuanto que la revolución de la técnica que se avecina en la era atómica pudiera fascinar al hombre, hechizarlo, deslumbrarlo y cegarlo de tal modo, que un día el pensar calculador pudiera llegar a ser el único válido y practicado.
¿Qué gran peligro se avecinaría entonces? Entonces, junto a la más alta y eficiente sagacidad del cálculo que planifica e inventa, coincidiría la indiferencia hacia el pensar reflexivo, una total ausencia de pensamiento. ¿Y entonces? Entonces el hombre habría negado y arrojado de sí lo que tiene de más propio, a saber: que es un ser que reflexiona. Por ello hay que salvaguardar esta esencia del hombre. Por ello hay que mantener despierto el pensar reflexivo."

5. ¿Qué es lo que nos obliga a pensar reflexivamente el presente japonés? Cuando pase el amarillismo de la prensa que nos informa minuto a minuto sobre la radiación en los peluches de los niños. Luego de que la inmensa catástrofe permita enterrar a sus muertos y los japoneses recomiencen una reconstrucción de la que ya saben largamente. Tendremos que pensar entonces en nuestra relación con la naturaleza, allí el Shinto tiene mucho para enseñarnos. Tendremos que preguntarnos básicamente lo siguiente:

¿De qué forma conjugar desarrollo tecnológico y pensamiento reflexivo? O para decirlo de una un tanto más heideggeriana, ¿cómo lograremos tener Serenidad frente a los avances técnicos, para no ser dominados por ellos, para poder proyectar otros sentidos, otros tipo de pensamiento y praxis? Negar el avance técnico o tratar de frenarlo es ingenuo, la pregunta es si queremos dejar que obtenga la primacía entre los modos de entender y  habitar el mundo.

La pregunta por cómo hacer para que la tecnología no nos destruya es otra vez una pregunta técnica cuando piensa si construir o no centrales nucleares y cómo hacer para que sean antisísmicas o antitsunámicas. El desastre nuclear de Japón no es una respuesta de los dioses ni de la Tierra al intento de dominio del hombre, es una simple consecuencia de la técnica. Ella mata cuando es certera (Hiroshima) y mata cuando falla (Fukushima). Debemos entonces preguntarnos ¿Estamos dispuestos a ver que la técnica, con todas sus ventajas, no nos pone sobre seguro, que la seguridad plena es una ilusión, estamos dispuestos a reconocer nuevamente entre nosotros cierto espíritu trágico?

Y luego aún ¿qué hacer con lo que es derrotado en el campo de la técnica? ¿Qué hacer con la antigua Katana?






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