martes, 8 de junio de 2010

TRISTÁN E ISOLDA


"No hay un fin, por tanto, para un relato que dice también a su manera: no haya relato, sin embargo, sí un fin, tal vez una remisión, tal vez una condena definitiva. Porque he aquí que un día la muchacha ya no está: desaparición que no podría sorprender, ya que no es sino el agotamiento de una aparecer que sólo se daba en el sueño. Ella ya no está ahí, pero tan discretamente, tan absolutamente, que su ausencia suprime su ausencia, de manera que buscarla es en vano, lo mismo que sería imposible reconocerla y que alcanzarla, aunque fuere únicamente con el pensamiento de que ella sólo ha existido merced a lo imaginario, no puede interrumpir la soledad donde se murmuran indefinidamente las palabras testamentarias: enfermedad de la muerte. Tenemos aquí las últimas palabras (¿son últimas?): "Muy pronto, usted abandona, ya no la busca, ni por la ciudad, ni por la noche, ni por el día. / Así no obstante usted ha podido vivir ese amor de la única manera en que usted podía hacerlo, perdiéndolo antes de que hubiera advenido." Conclusión que en su admirable densidad dice tal vez, no el fracaso del amor en un caso singular, sino el cumplimiento de todo amor verdadero que consistiría en realizarse únicamente en el modo de la pérdida, es decir, realizarse perdiendo no lo que les ha pertenecido sino lo que no se ha tenido jamás, porque el "yo" y el "otro" no viven en el mismo tiempo, no están nunca juntos (en sincronía), no podrían ser, por tanto, contemporáneos, sino separados (incluso unidos) por un "aún no" que corre parejas con un "ya no". ¿No es Lacan quien decía (cita tal vez inexacta): desear es dar lo que no se tiene a alguien que no lo quiere? Lo que no significa que amar no se viva más que en el modo de la espera o de la nostalgia, términos que se reducen demasiado fácilmente a un registro psicológico, mientras que la relación que está aquí en juego no es mundana, al suponer incluso la desaparición, hasta el hundimiento del mundo. Recordemos las palabras de Isolda: "Hemos perdido el mundo y el mundo a nosotros." Y recordemos que incluso la reciprocidad de la relación amorosa, tal como la representa la historia de Tristán e Isolda, paradigma del amor compartido, excluye tanto la sencilla mutualidad como la unidad en que lo Otro se fundaría en lo Mismo. Lo que devuelve el presentimiento de que la pasión se escapa de la posibilidad, al escapar, en el caso de los que están atrapados en ella, de sus propios poderes, de su decisión e incluso de su "deseo", siendo ella en eso la extrañeza misma, al no considerar ni lo que pueden ni lo que quieren, sino atrayéndolos a lo extraño donde se convierten en extraños para sí mismos, en una intimidad que los hace, también, extraños uno para otro. ¿Separados así eternamente, como si la muerte estuviera en ellos, entre ellos? Ni separados ni divididos: inaccesibles y, en lo inaccesible, sometidos a una relación infinita."

Maurice Blanchot, La comunidad inconfesable

1 comentario:

Anónimo dijo...

leyendo recordé una linda canción...De la ausencia y de Ti ..."No quisiera un fracaso en el sabio delito que es recordar.
Ni en el inevitable defecto que es
la nostalgia de cosas pequeñas y tontas" .....Hoy quisiera ser vieja y muy sabia y poderte decir
lo que aquí no he podido decirte,
hablar como un árbol
con mi sombra hacia ti.
Como un libro salvado en el mar,
como un muerto que aprende a besar,
para ti, para ti,"