En 1957, cuando Albert Camus tenía 44 años y faltaban todavía tres para que muriera en un accidente automovilístico, le concedieron el Premio Nobel de Literatura por "el conjunto de una obra que pone de relieve los problemas que se plantean en la conciencia de los hombres de hoy". Ya había escrito la mayoría de sus novelas, ensayos y obras de teatro, estaba finalizando El exilio y el reino. Quedaría inconcluso su libro titulado El primer hombre del que se ha editado hace pocos años lo que Camus llegó a escribir.
El discurso de aceptación del Premio Nobel pronunciado el 10 de diciembre de 1957 en la Municipalidad de Estocolmo no es una de sus mejores piezas. Más allá de los agradecimientos y los "no me lo merezco" de rigor, Camus arriesga algunas definiciones sobre la finalidad del arte y de la literatura.
"A mis ojos el arte no es un goce solitario. Es un medio de conmover al mayor número de hombres, ofreciéndoles una imagen privilegiada de los sufrimientos y de las alegrías comunes. El arte obliga, pues, al artista a no aislarse; lo somete a la verdad más humilde y más universal. De manera que quien, a menudo, eligió su destino de artista porque se sentía diferente, bien pronto se da cuenta de que no nutrirá su arte y su diferencia, sino confesando su semejanza con todos."
El escritor, en tanto, "hoy no puede ponerse al servicio de los que hacen la historia: el escritor está al servicio de los que la padecen."
Es mucho más rica en cambio, la conferencia que cuatro días más tarde Camus dicta en la Universidad de Upsala, con el título El artista y su tiempo. Allí afirma que no es momento para que el artista realice sus propias experiencias separado de lo que acontece, pero no se trata sin embargo de la opción por el compromiso (a diferencia de lo afirmado por Sartre). Más que compromiso voluntario, se trata de un obligación de una época y aún el silencio será interpretado como una toma de posición ineludible frente a la creación o la denuncia. Es lo que Camus llama una "época interesante", no se puede evitar participar de lo que en ella sucede.
"Desde hace alrededor de un siglo vivimos en una sociedad que no es ni siquiera la sociedad del dinero (el dinero o el oro pueden suscitar pasiones carnales), sino la sociedad de los símbolos abstractos del dinero. La sociedad de mercaderes puede definirse como una sociedad en la que las cosas desaparecen en provecho de los signos. Cuando una clase dirigente mide su fortuna no ya con la cantidad de tierras ni con los lingotes de oro, sino con el número de cifras que corresponden idealmente a cierto número de operaciones de intercambio, está dedicada por eso mismo a introducir una especie de falsedad en el centro de su experiencia y de su universo. Una sociedad fundada en signos es, en su esencia, una sociedad artificial en la que la verdad carnal del hombre está adulterada. No nos asombraremos, pues, de que tal sociedad haya elegido, para hacer de ella su religión, una moral de principios formales, y que inscriba las palabras de libertad e igualdad tanto en las prisiones como en sus templos financieros. Sin embargo, no se prostituyen impunemente las palabras. Evidentemente el valor más calumniado hoy día es el valor de libertad. Espíritus auténticos (siempre pensé que había dos clases de inteligencia, la inteligencia inteligente y la inteligencia tonta) sustentan la doctrina de que la libertad no es más que un obstáculo en el camino del verdadero progreso. Pero tonterías tan solemnes sólo pudieron proferirse porque durante cien años la sociedad mercantil hizo de la libertad un uso exclusivo y unilateral, porque la consideró como un derecho antes que como un deber, y porque no temió colocar con tanta frecuencia como le fue posible una libertad teórica al servicio de una opresión de hecho. ¿Cómo puede sorprender entonces que esta sociedad haya pedido que el arte fuera no un instrumento de liberación, sino un ejercicio sin grandes consecuencias y una sencilla diversión?"
miércoles, 26 de diciembre de 2012
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1 comentario:
DIEGO
También pienso eso, el artista padece la historia que vive, del cual está comprometido, siempre su obra es un poco autobiográfica, aunque no se describa como el protagonista. Lo que él describe sobre LA LIBERTAD, no lo entiendo muy bien. Y sobre el desaprovechamiento de la gente del ARTE como un canal liberador tampoco lo entiendo mucho. Yo pensé que si lo era, jaja, salvo cuando es clásico, Fijate que las versiones de LOS MISERABLES para cine, comedia musical son cada vez más sotisticadas, y se alejan (aunque relaten hechos que aún son vigentes y cotidianos) de la familia cartonera u okupa que está a la vuelta del cine o del teatro. Para mí, el arte, ene ste momento (como espectadora o usuaria) es evasivo, me sirve como liberación pero evasiva: pintar paisajes del río, o de la terraza, oir música de otra época, más afable, etc.
DIEGO: con amigos siempre hablamos de la necesidad que tenemos de tener más parques de diversiones, juegos donde podamos gritar, liberarnos, Con FER de novios íbamos mulcho a INTERAMA creo que se llamaba, a esos juegos de velocidad (uno que te encerraban como un sambódromo pero no te caías) y él gritaba mucho, o el tren gigante, o el tobogán gigante. Para mí la LIBERTAD está también en esa ADRENALINA, aunque pagues el boleto ¿por qué hay tan pocos lugares en nuestro país pra esa locura de fin de semana? ¿y tantos bares irlandeses ?, ¿por qué AUSTRALIA tiene tantos de esos juegos para descargar y nosotros no? ¿puede la filosofía explicar eso? porque yo los necesito y los extraño.
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