1. Mecanismos y escenas
Cuando asistimos al teatro como espectadores, se nos oculta por lo general el entramado de poleas, sogas, rieles, luces, cables que permiten componer el escenario y regular sus dinámicas. En el detrás de escena se monta, con ayuda de diversas técnicas del artificio y aparatos varios, un complejo destinado a la invisibilidad y al silencio. No hay nada natural en el dispositivo teatral. Allí, sin embargo, asistimos a la performance humana en la que las máquinas cumplen un rol de servidumbre: instrumentos musicales o muebles para ser utilizados por los actores, están allí para cumplir con una pequeña función al interior de la función general.
El músico alemán Heiner Goebbels presentó hace pocos días en el Teatro Colón una puesta en escena rigurosamente diferente a la norma mencionada. Comenzando por el hecho de que los espectadores compartían el escenario con los actores, lo que hacía que a pesar de la zona delimitada para los espectadores, toda la obra transcurriera 'tras bambalinas' poniendo en evidencia como un fondo compartido, los artificios técnicos que sostienen normalmente la escena. Aún más, los actores de la obra visual-musical eran máquinas. Unos pocos hombres aparecieron fugazmente en escena como ayudantes de las máquinas, en su rol de servidumbre. Luego, lo que pareció un puro automatismo, el resultado de un paciente juego de la programación cronometrada entre bombas de agua, pianos que tocaban sus propias melodías, pequeños robots autómatas sincronizados con algunas voces humanas que aparecían sin cuerpo.
2. El modo de existencia de los objetos técnicos
El filósofo francés Gilberlt Simondon, cuya obra está siendo editada y estudiada fuertemente en los últimos años, dedicó su tesis complementaria de doctorado a pensar el modo de existencia de los objetos técnicos. Allí Simondon no solamente se opone al humanismo que teme al desarrollo técnico, también realiza una apología de las máquinas y da cuenta de su sensibilidad. A partir de allí la relación hombre-máquina es de implicación mutua, el hombre como organizador e intérprete de las máquinas y éstas con una sensibilidad que exceden el simple automatismo.
"El verdadero perfeccionamiento de las máquinas, aquel del cual se puede
decir que eleva a grado de tecnicidad corresponde no a un acercamiento
del automatismo, sino, por el contrario, al hecho de que el funcionamiento
de una máquina preserve un cierto margen de indeterminación. Es este
margen lo que permite a la máquina ser sensible a una información
exterior. A través de esta sensibilidad de las máquinas a la información se
puede consumar un conjunto técnico, y no por un aumento de
automatismo. [...] La máquina que está dotada de una alta tecnicidad es
una máquina abierta, y el conjunto de máquinas abiertas supone al hombre
como organizador permanente, como intérprete viviente de máquinas,
unas en relación con otras”
3. Origen del mundo y pérdida del lenguaje
No se trata de una progresividad simple. El hombre no es lo que viene después de la naturaleza y antes de la máquina. Ella cohabita con un mundo vegetal que se encuentra entre los pistones y un fondo mineral acuático que remite al origen del mundo, en el que asistimos al animarse de los elementos químicos hasta transformarse en vida burbujeante. Oímos voces humanas con sentido: William Burroughs, Lévi-Strauss. Nos hablan de una añoranza respecto a lo que estaba antes de la artificiosidad del lenguaje. Sonidos de tambor, de engranajes, regresión a través de la técnica hacia los albores de la humanidad y de la vida misma. Ritmo vital de la tierra y de la máquina.
Stifters Dinge logra sin dudas el efecto buscado. No sabemos ante qué estamos, aunque se trata claramente de una máquina, de una comunidad de máquinas, cuyas almas logran latir con la tierra y desplegar una sensibilidad visual y sonora que tiene la potencia de lo viviente.
jueves, 10 de marzo de 2016
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