domingo, 3 de enero de 2010

LOS CUENTOS DE FELISBERTO

Hay ceguera en los cuentos de Felisberto. En el mejor improvisador al piano y maestro de armonía Clemente Colling. En el viejo del arpa y sus ojos que giran en la oscuridad mientras Cocodrilo lo mira entre las rendijas de sus dedos, de su llanto de comercio. Hay ceguera de artificio en el dueño del bazar que realiza un arte dramático en su túnel táctil. También la hay en todos los que rodean a Margarita, que habla como nadie más el lenguaje del agua. Hay oscuridad en los cuentos de Felisberto. Sin embargo, su escritura tiene la luz espectral del acomodador, ilumina con fulgor propio los objetos más inverosímiles. Los desencuentros con lo vivido, que algunos llaman recuerdos, son interceptados por la narrativa diáfana de Felisberto y si se te ocurre leerlo una tarde de domingo, puede que no sepas luego qué es lo vivido en los cuentos y qué en la narración más pobre de tu propia vida.



No me quedaba la menor duda; aquella luz salía de mis propios ojos, y se había estado desarrollando desde hacía mucho tiempo. Pasé el dorso de mi mano por delante de mi cara y vi mis dedos abiertos. Al poco rato sentí cansancio; la luz disminuía y yo cerré los ojos. Después los volví a abrir para comprobar si aquello era cierto. Miré la bombita de luz eléctrica y vi que ella brillaba con luz mía. Me volví a convencer y tuve una sonrisa. ¿Quién, en el mundo, veía con sus propios ojos en la oscuridad?


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