lunes, 15 de junio de 2015

NIETZSCHE, MARX, FREUD

En julio de 1964 Michel Foucault participar  del VII coloquio filosófico de Royaumont sobre Nietzsche. Allí presenta una pequeña exposición titulada "Nietzsche, Marx, Freud" en la que se refiere a lo que tienen en común las técnicas de interpretación de estos tres pensadores.

El primer movimiento de Foucault tiene que ver con mostrarnos de qué manera en las culturas indoeuropeas el lenguaje produjo dos clases de sospechas, ya desde la época de la Grecia clásica.

Lo primero que se sospecha es que el lenguaje no dice exactamente lo que dice, habría un sentido oculto (y más importante) debajo de lo evidente que se enuncia.

La segunda sospecha tiene que ver con que el lenguaje rebasa lo verbal, otras cosas hablan y no son lenguaje. La naturaleza es significante pero su forma no es verbal.

Desde el siglo XIX que estas sospechas se reavivan porque volvimos a pensar “que los gestos mudos, las enfermedades y todo el tumulto que nos rodea puede, igualmente, hablarnos” de un modo más “esencial”. Por supuesto que tenemos que pensar aquí por ejemplo en la forma en que los síntomas, los lapsus, nos hablan de otra manera, pero también hay que tener en cuenta la cercanía de Foucault con las tesis de Historia de la locura en la época clásica.

Paul Ricoeur acuñará un año después (1965) la frase "maestros de la sospecha" para referirse a ellos tres, en su libro Freud, una interpretación de la cultura, allí dice:

"Si nos remontamos a su intención común, encontramos allí la decisión de considerar en primer lugar la conciencia en su conjunto como conciencia "falsa". Por ahí retoman, cada uno en un registro diferente, el problema de la duda cartesiana, para llevarlo al corazón mismo de la fortaleza cartesiana. El filósofo formado en la escuela de Descartes sabe que las cosas son dudosas, que no son tales como aparecen; pero no duda de que la conciencia sea tal como se aparece a sí misma; en ella, sentido y conciencia del sentido coinciden; desde Marx, Nietzsche y Freud, lo dudamos. Después de la duda sobre la cosa, entramos en la duda sobre la conciencia."


En el siglo XVI la interpretación y sus técnicas tenían su centro en la semejanza, que tenía diversas formas de ordenarse para leer sus manifestaciones. Foucault enumera la convenentia, la symaptheïa, la emulatio, la signatura y la analogía.

Desde estos cinco tipos, se ordenaban dos grandes formas de conocimiento: “la cognitio, que era el paso, en un cierto sentido lateral, de una semejanza a otra; y la divinatio, que constituía el conocimiento en profundidad, que iba de una semejanza superficial a otra más profunda.” 

Estas semejanzas daban cuenta de un consensus garantizado por Dios, contra un simulacrum, una mala semejanza, un engaño, arraigado en el Diablo. Es interesante pensar aquí la relación con la filosofía cartesiana. En efecto, Descartes necesita como garante a Dios para afirmar la posibilidad de un conocimiento que exceda el cogito contra la posibilidad siempre presente de ser engañados por el Genio Maligno. El miedo al simulacrum, a errar en el reconocimiento de las semejanzas, estaba más allá de las posibilidades cognitivas humanas.

En este sentido y acorde a lo que ya vimos afirmaba Paul Ricoeur, el movimiento de Marx, Nietzsche y Freud es fundamentalmente anticartesiano. El problema de cómo garantizar la adecuación cognoscitiva entre la conciencia y el mundo, se desplaza hacia otro tipo de problemas.


Foucault afirma que esta técnica de interpretación entró en crisis en los siglos XVII y XVIII, pero Marx, Nietzsche y Freud parecen haber abierto una nueva posibilidad para una hermenéutica.

Ahora bien, las técnicas de interpretación que desarrollaron son las que tenemos que usar para interpretarnos a nosotros mismos y para interpretarlos a ellos. Es decir que no estamos sino habitando un modo de interpretación que es deudor de Marx, Nietzsche y Freud.


¿Qué es lo que han hecho estos tres pensadores en relación a la interpretación? No multiplicaron los signos. Afirma Foucault que “No han dado un sentido nuevo a cosas que no lo tenían. Han cambiado en realidad la naturaleza del signo y han modificado la forma en que generalmente se interpretaba el signo.” 

Foucault intenta explica estos cambios en base  a cuatro postulados:

Primer postulado
Se operó una modificación del espacio de los signos. De un espacio homogéneo en el que (s. XVI) los signos remitían a dioses, hombres o animales; pasamos con Marx, Nietzsche y Freud a un espacio más diferenciado “partiendo de una dimensión a la que podríamos calificar de profundidad, siempre que no entendiéramos por esto interioridad, sino por el contrario, exterioridad.”

Foucault remarca la crítica nietzscheana a la profundidad ideal, la profundidad de la conciencia. El intérprete tiene que descender, que excavar, pero “para restituir la exterioridad resplandeciente que fue recubierta y enterrada.”  Se muestra entonces “que la profundidad no era sino un juego y un pliegue de la superficie”.  

Marx también haría el movimiento de sumergirse en la profundidad del capitalismo para mostrar la superficialidad de los conceptos de valor, moneda, capital de los burgueses. Freud también trabaja sobre la espacialidad claramente diferenciada de lo consciente y lo inconsciente.

Segundo postulado
La interpretación se convirtió en una tarea infinita. En el sentido de que cualquier interpretación queda abierta, porque no se puede encontrar un comienzo.

"Negación de la “Robinsonada”, decía Marx; la distinción, tan importante para Nietzsche, entre el comienzo y el origen; y el carácter siempre inacabado del desarrollo regresivo y analítico en Freud.” 

En una conferencia de 1971 (Nietzsche, la genealogía, la historia) Foucault explicita con más detalle esta distinción nietzscheana.

Lo importante es que cuanto más se avance en la interpretación más cerca se estará de un punto de ruptura, que pone en peligro al intérprete y hace estallar a la interpretación misma.

En Freud hay un punto en el que se para la interpretación, sobre todo por la relación del analista y el paciente (el problema transferencia). En Nietzsche la interpretación también queda sin terminar, la filosofía es “una especie de filología siempre en suspenso”

En ambos encuentra Foucault un posible acercamiento a la experiencia de la locura si llevan aún más allá la interpretación: “Esta experiencia de la locura sería la sanción para un movimiento de interpretación que se aproxima al infinito de su centro, pero que se derrumba, calcinado.” 



Tercer postulado
“Si la interpretación no se puede acabar jamás, esto quiere decir simplemente que no hay nada que interpretar. No hay nada absolutamente primario para interpretar, porque en el fondo ya todo es interpretación, cada signo es en sí mismo no la cosa que se ofrece a la interpretación sino la interpretación de otros signos.” 

El proceso de interpretación es violento, necesita apoderarse de aquello que tiene que ser interpretado (una interpretación previa) y la debe “trastocar, revolver y romper a golpes de martillo.” 

Marx, Nietzsche y Freud interpretan interpretaciones previas. Para Nietzsche inclusive las palabras son interpretaciones que interpretan.

“En consecuencia, no es a causa de unos signos primarios y enigmáticos por lo que hemos de dedicarnos ahora a la tarea de interpretar, sino porque hay interpretaciones, y porque no cesa de existir por debajo de todo lo que habla una enorme red de interpretaciones violentas.” 

En la hermenéutica moderna es más importante la interpretación que los signos. Para Nietzsche el intérprete es “verídico” en tanto impone una interpretación. Ahora el signo en lugar de ser benévolo (como en el siglo XVI) es “malévolo” porque siempre esconde una interpretación.

“El signo, al adquirir esta nueva función de recubrimiento de la interpretación, perdió su simplicidad de significante que todavía poseía en la época del Renacimiento.”  Ahora esconde todo un juego de fuerzas, violencias, poderes, como bien indica Deleuze en su Nietzsche y la filosofía.

Cuarto postulado
“La interpretación se encuentra ante la obligación de interpretarse a sí misma hasta el infinito; de volver a encontrarse siempre consigo misma.” Esto implica que se interprete a un “quién”, quien propuso la interpretación, el intérprete.

El tiempo de los signos y el de la dialéctica, son lineales, el de la interpretación es circular.
“La muerte de la interpretación es el creer que hay signos que existen primariamente, originalmente, realmente, como marcas coherentes, pertinentes y sistemáticas.”

“La hermenéutica y la semiología son dos feroces enemigos. Una hermenéutica que se ciñe a una semiología tiende a creer en la existencia absoluta de los signos: abandona la violencia, lo inacabado, la infinitud de las interpretaciones, para hacer reinar el terror del índice y sospechar del lenguaje.”

Es el marxismo posterior a Marx, en cambio en Nietzsche vemos ese terreno intermedio entre la locura y el puro lenguaje que habita la hermenéutica.

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