La ontología leibniziana tiene como fundamento una divinidad o unidad dominante que es metafísicamente necesaria, es decir que en su esencia misma está la necesidad de su existencia en tanto razón suficiente de todo lo creado y creable. Este es el único ser con esta característica de necesidad metafísica y todas las posibilidades de ser (todas las mónadas y conjuntos de mónadas, todos los mundos posibles) encuentran en ella su fundamento y origen.
Todos estos seres creados son mónadas o agregados de mónadas, las sustancias simples que componen el universo leibniziano, cuya existencia no tiene ya necesidad metafísica, pero sí necesidad física que se deriva de la primera. Es decir que estos entes se nos pueden aparecer a nosotros como contingentes (en tanto somos incapaces como seres finitos de comprender las razones últimas de la unidad dominante), pero tienen necesidad física en tanto son la combinación más perfecta posible que puede estar en existencia, lo que Leibniz llama “el mejor de los mundos posibles”.
Entonces tenemos una primera división entre necesidad metafísica (del ser eterno y creador cuya esencia lo hace necesario) y necesidad física de lo contingente (es decir, cuya no existencia no implica contradicción, pero sí menor grado de perfección y por lo tanto una contrariedad). Y tenemos también esta primera relación entre necesidad física y contingencia. Para entender mejor la noción de contingencia, tenemos que tener en cuenta que las mónadas tienen la propiedad de representar, es decir que como no tienen ventanas o interacción real entre ellas, lo que hay es una representación en cada una de todo el universo de tal manera que hay una co-incidencia de representaciones conocida como “armonía preestablecida”.
Las mónadas tienen una tendencia a hacer cada vez más claras, más perfectas esas representaciones o percepciones y algunas en particular llegan a tener apercepción, es decir una conciencia de sus representaciones que puede progresivamente clarificar aún más percepciones. Pero esta particular propiedad que tenemos los hombres, no hace que nuestra percepción sea infinita como la divina, siempre habrá una mayoría de representaciones oscuras, por lo tanto siempre habrá existencias que se nos presenten como contingentes en tanto no podemos representarnos todas las cadenas causales que deben existir, como el principio de razón suficiente o el de plenitud nos dicen. Esto es, lo que se nos aparece como contingente, desde el punto de vista de la unidad absoluta es necesario en tanto allí están explicitados todos los motivos de esa creación que nosotros no logramos comprender.
La unidad dominante es como razón de todo lo que es, la fuente de toda posibilidad, en este sentido la máxima necesidad coincide con la máxima posibilidad, en tanto todas las posibilidades son existentes en este ente extramundano. Por este motivo Leibniz habla de mundos posibles, en tanto todo posible tiene una tendencia a la existencia, y sabemos que puede haber infinitas combinaciones de mónadas posibles que la divinidad produzca. Pero como dijimos, en tanto hay un principio de perfección asociado a la clarificación de las percepciones, no toda combinación de mónadas posible, es decir no todo mundo posible tendrá la misma cantidad de perfección. Así, un mundo posible solamente compuesto por mónadas desnudas no es tan perfecto como un mundo posible con mónadas con mayores capacidades de percepción, por ejemplo el mundo en el que vivimos donde hay seres animados y reflexivos.
Aquí aparece el tema de la libertad divina, en tanto la creación continua del mejor de los mundos posibles es según Leibniz la libertad de Dios como creador de la mayor perfección, aún cuando esa creación esté determinada por el principio de perfección nombrado, en tanto la unidad dominante se da a sí misma la regla de tal creación. Volviendo entonces a las mónadas creadas o derivativas, dijimos que cada una tendrá mayor o menor grado de perfección, es decir mayor claridad en sus percepciones y si cada una tiene en sí la posibilidad de representarse al universo entero, esta posibilidad no termina nunca de hacerse efectiva sino en la mónada primera o divina.
Las percepciones de las mónadas creadas, siempre serán incompletas, sesgadas y por lo tanto se representarán lo contingente sin comprender su necesidad ni serán capaces de comprender el máximo grado de composibilidad del mundo existente. Podemos decir entonces que lo posible para la divinidad es todo lo que no implique contradicción en los términos y como tal tiene existencia en la mente divina, es decir en su infinita capacidad de representación. Estos múltiples posibles son ordenados y pasan a ser existentes en base a diversos principios necesarios (principio de razón suficiente, de plenitud, de continuidad) que desde el punto de vista de las mónadas creadas aparecen como contingentes.
Para concluir, la filosofía de Leibniz tiene una veta para pensar la contingencia más que interesante en tanto es el resultado de una necesidad física y las infinitas posibilidades siempre presentes en el creador. Es decir que lo contingente no es algo fortuito porque depende de los principios de perfección que la unidad dominante utiliza para crearlo, pero tampoco es algo que no pueda ser de otra manera porque no hay contradicción alguna en pensarlo. Lo posible entonces también tiene plena realidad como tal, y no como mera ficción, ya que está en la divinidad donde se encuentra, como dijimos, con la necesidad absoluta.
DIEGO
ResponderEliminarLo que no comprendo, es en que se inspiró LEIBNIZ para tener en esa época, esa visión tan casi física, de la realidad. me lo pregunto desde el año 82, donde tuve mi primer y único y fugaz encuentro con él a través de CARPIO, GARCIA MORENTE y del profesor de entonces, VILELA. Y no entiendo si a pesar de haber seres más perfectos y otros más contingentes, LA ESENCIA ES UNA SOLA O NO.
Saludos
Magú, no entiendo bien por qué te parece una visión "casi física". A tu segunda consulta, la respuesta simple es que sí, la esencia de todas las mónadas es la misma e infinita, varían en su mayor o menor grado de percepción de ese infinito.
ResponderEliminarDIEGO
ResponderEliminarA la segunda pregunta: muchas gracias, ahora sé que aún menos o más contingente, son de la misma esencia.
Sobre la impresión que tengo de que es una visión algo física, (me parece a mi) es, porque la mónadas serían entidades no divididas por categorías de reinos -animal, vegetal, mineral-.
Sobre esto (como no leí ningún texto de él, salvo explicaciones), aún no entiendo, en concreto o en abstracto que es la mónada, si una partíla (como sería la molécula) de la que estamos hechos todos. Nunca entendí bien al final qué es.
jaja, bue, DIEGO, formo el club de ex estudiantes de psico que jamás entendimos bien que era la mónada, ¿SPINOZA también hablaba de ella¿
bue
gracias
corrijo pregunta
ResponderEliminarpartìcula, como molécula, de la que estamos hechos todos en el Universo. ¿la monadología encuadraría en la rama de la metafísica, o de la ontología o dentro de que rama?
tuvo escritos sobre ética o teología, desarrollando este concepto¿
gracias de nuevo, DIEGO