En casa siempre hubo muchos juegos de mesa y si bien “El juego de la vida” no era de mis favoritos (prefería el “Carrera de mente”, el “T.E.G.” o el “Pictionary”), durante años lo jugamos con mi hermano y con amigos hasta que quedó arrumbado y casi olvidado junto con otros en un armario. Hace poco lo rescaté del olvido y hubo varios aspectos que de chico no podía haber visto, que ahora llamaron mi atención.
El nombre es por sí mismo bastante sintomático, no deja muchas opciones de otros juegos de la vida, este es “El” juego que hay que jugar en la vida. El original norteamericano (el local está producido por Top Toys, bajo licencia de Milton Bradley Int. Inc.) en el que la versión argentina se basa, tiene un nombre de pretensiones aún más absolutas: “Life”. Ya no se trata de la posibilidad de un juego, sino de la vida misma, este juego no juega a la vida, es toda posibilidad de vivir.
En la tapa hay una familia tipo, es decir, una familia como se pretende que sea en el juego de la vida. Son todos rubios, con sus pelos muy brillantes, el padre de familia es un trabajador de cuello blanco y la madre tiene un aire a Magdalena Ruiz Guiñazú bastante sospechoso. Todos se divierten con muchos billetes amontonados frente a cada uno.
Lo primero que se lee en las instrucciones del juego, después de la cantidad de jugadores que permite y la edad recomendada es la siguiente frase:
“Usted también puede ser un millonario en este juego de la vida; ese es el objetivo del juego.”
La definición del sueño americano, el camino a la riqueza está abierto para todos, ese es el objetivo del juego.
(continúa...)