miércoles, 13 de octubre de 2010

STULTIFERA NAVIS


En 1975 Jack Nicholson protagoniza una película inolvidable titulada originalmente One flew over the Cuckoo's Nest traducida como Atrapado sin salida. Es la historia de un hombre (delincuente y vago) que es llevado desde una cárcel a un hospital psiquiátrico para evaluar si efectivamente está loco o es un farsante que no quiere hacer los trabajos pesados que debería en la cárcel.

Tal como sucede en Hombre mirando al sudeste y en otras narraciones sobre la locura, la cuestión de intentar definir a ciertos individuos de un lado o del otro de la locura (enfermo o sano, alienado o alienígena, tonto o farsante), termina poniendo en juego la estructura misma de los tratamientos psiquiátricos manicomiales. De tal manera que, independientemente de que la narración decida o no resolver la incógnita sobre la "verdadera locura" del individuo, éste termina sufriendo las consecuencias de la prácticas del encierro, las rutinas y terapias del hospital psiquiátrico, que se encargan de ir minando aquella condición primera en la que ingresó al mismo.

En su Historia de la locura en la época clásica, Michel Foucault le dedica un breve espacio a este tema y explica que esta distinción entre razón y sinrazón le importa al derecho, en tanto éste quiere saber si la persona es o no responsable y en consecuencia sujeto de derecho.

"Por el contrario, en el mundo del internamiento, poco importa saber si la razón ha sido afectada en realidad", la lógica del internado de la época clásica supone una ligazón entre hacerse pasar por loco y volverse realmente loco, se trata de la mala voluntad. Contrariamente al mundo del derecho donde la locura afecta a la razón y hace inocente a la persona, en el internamiento la locura lo hace culpable y así sea criminal, loco o fingidor, ha encontrado su lugar de encierro.

Stultifera Navis, Sebastian Brant, 1494

Pero no quiero ahora profundizar en el problema de la definición del individuo a uno u otro lado de la locura. Me interesa tratar otro aspecto que tiene que ver con la navegación. Aparece en el Renacimiento la figura de La Nave de los Locos. En textos satíricos, en pinturas, en el imaginario de la época cobra relevancia esta embarcación repleta de locos librados a la navegación, que no sólo busca llevar a estos personajes allí donde no molesten; el agua y la navegación son elementos importantes de esta narración. Escuchemos a Foucault:

"El agua agrega la masa oscura de sus propios valores; ella lo lleva, pero hace algo más, lo purifica; además, la navegación libra al hombre a la incertidumbre de su suerte; cada uno queda entregado a su propio destino, pues cada viaje es, potencialmente, el último. Hacia el otro mundo es adonde parte el loco en su loca barquilla; es del otro mundo de donde viene cuando desembarca. La navegación del loco es, a la vez, distribución rigurosa y tránsito absoluto. En cierto sentido, no hace más que desplegar, a lo largo de una geografía mitad real y mitad imaginaria, la situación liminar del loco en el horizonte del cuidado del hombre medieval, situación simbolizada y también realizada por el privilegio que se otorga al loco de estar encerrado en las puertas de la ciudad; su exclusión debe recluirlo; si no puede ni debe tener como prisión más que el mismo umbral, se le retiene en los lugares de paso. Es puesto en el interior del exterior, e inversamente. Posición altamente simbólica, que seguirá siendo suya hasta nuestros días, con sólo que admitamos que la fortaleza de antaño se ha convertido en el castillo de nuestra conciencia."

La nave de los locos, El Bosco, 1503

¿Hacia dónde pues, se dirigen los locos cuando el personaje de Jack Nicholson logra escapar con todos ellos del hospital psiquiátrico? A embarcarse, pues el único lugar que pueden ocupar fuera de la institución psiquiátrica, es otro lugar de encierro pero que esta vez es, paradojalmente, el espacio de mayor libertad. En el mar comienza todo viaje, toda posibilidad de experimentación de lo extranjero. El navegante es el nómade por excelencia, aquel que obliga a redefinir continuamente la noción misma de límite. El loco en el barco, según Foucault "está prisionero en medio de la más libre y abierta de las rutas: está sólidamente encadenado a la encrucijada infinita. Es el Pasajero por excelencia, o sea, el prisionero del viaje."

"Para poder descubrir América, Colón tuvo que iniciar el viaje en compañía de locos." Afirma André Breton en el Primer Manifiesto Surrealista. Esa tripulación, mezcla de insensatos, vagabundos y delincuentes, era la única compañía posible para un viaje que estaba destinado -aún en la ignorancia del propio Colón- a descubrir un Nuevo Mundo.

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