martes, 11 de mayo de 2010

KANT Y LA ISLA IMPOSIBLE


Todo pensamiento expresa una tensión y se funda en ella.

La filosofía kantiana no es la excepción, es la arquitectónica de un inmenso y complejo andamiaje conceptual que da cuenta de esa tensión y que sabe que es incapaz de resolverla.

La tensión está, en términos kantianos, entre lo condicionado y lo incondicionado.

La revolución copernicana kantiana saca a flote un terreno seguro, una isla de conocimiento, "la tierra de la verdad (un nombre encantador)" dirá el viejo Kant. De las sombras fantasmales de la metafísica dogmática a la segura tierra del entendimiento. De las peligrosas aguas del escepticismo humeano, a los seguros pilares de las formas puras a priori. Con gran esfuerzo logra Kant hacerse dueño de esa pequeña isla, en ella nuestro conocimiento está a salvo de seres fantásticos o divinos. Podemos entonces en tierra firme hacer ciencia, ciencia moderna. Podemos dominar a la naturaleza pues el fundamento de tal dominio está en que hemos puesto límites a nuestras pretensiones.

La filosofía kantiana es una filosofía del límite.

Pero un límite tiene que ser puesto allí donde se sabe que puede ser traspasado y que hay una propensión a hacerlo. Lo condicionado no alcanza, no nos es suficiente. Sobre todo en tanto somos, como dice Schopenhauer "animales metafísicos". Kant lo sabe muy bien y por eso se ocupará de lo incognoscible, de la libertad, de la belleza, de todo aquello que pueda tender algún tipo de puente entre nosotros y el mundo. Porque tenemos que ser claros, el precio a pagar por la seguridad del conocimieno es la alienación definitiva del acceso al mundo.

El conocimiento humano es un movimiento de aislación.

Lo paradójico de esta isla es que allí no habitamos, tendemos a la aventura, a salir de Königsberg. Y no seamos ingenuos, Kant también, él más que muchos. Porque más allá de que lo incondicionado nos llame en tanto somos seres libres, el mundo nouménico parece colarse aún en esta isla segura del entendimiento. En la Analítica Trascendental no termina la filosofía kantiana. Allí empieza.

El noúmeno es aquello incognoscible que acecha como límite en el campo mismo de conocimiento.

Y la categoría de posibilidad es el espía que lo incondicionado envía al corazón mismo de la tierra de la verdad. Como categoría del entendimiento su función es clara, sus límites son claros, tiene que conocer lo fenoménico, que se define por ser dado primero a nuestra sensibilidad. ¿Pero cómo conocer aquello que nunca se presenta a nuestra sensibilidad, aquello que es meramente posible y no existente? ¿Qué tipo de entidad fenoménica es aquella que es estrictamente "posible"?

No solamente tenemos facultades que están a sus anchas en el mundo de lo incondicionado. El entendimiento mismo que debería ser el baluarte del conocimiento científico, también tiene una tendencia a ir más allá de sus propios límites.

Hay lo impuro en el corazón mismo de lo puro.

Hay la imposibilidad de una isla.

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