Fui a ver al cine la película "El precio de un hombre" de Stéphane Brizé. En una línea que continúa, de alguna manera, las reflexiones de Laurent Cantet en "Recursos humanos" y "El empleo del tiempo", el argumento se centra en la experiencia laboral constituyendo nuevas formas de subjetividad y comunidad en tiempos de neoliberalismo.
Lo primero que hay que decir es que el título elegido para su estreno en nuestro país es, como mínimo, desafortunado. Ni que hablar del slogan agregado al afiche: "Todos tenemos un límite moral y deberemos ponerlo a prueba algún día". Porque no se muestra la historia de alguien cuyos límites morales son tentados por una oferta que no se puede rechazar, no se trata del problema de la Tentación.
El protagonista, Thierry, desde el comienzo de la película se resiste a la situación en la que se encuentra. Víctima de un recorte de personal de una gran empresa, lo encontramos en una oficina seguramente estatal, quejándose de que para conseguir empleo le hicieron realizar un curso para manejar grúas y después le dicen que no hay forma de que consiga trabajar manejando grúas si no tiene experiencia laboral. A partir de esa escena inaugural, asistimos a la tensión entre lo que el sistema ofrece a un desempleado a quien le urge trabajar para mantener a su familia y las resistencias que provoca en Thierry entrar en ese traje que todo el tiempo lo incomoda.
La maquinaria en la que el desocupado es escupido por la empresa funciona como un sistema de evaluación constante, en el que la pérdida de autonomía monetaria implica más que nunca un gobierno compartido de la vida, donde entran agentes bancarios, estatales, empresariales, escolares y compañeros de trabajo.
Escena tras escena Thierry es evaluado y humillado. Es obligado a humillarse a sí mismo: sí, estaría dispuesto a ganar menos dinero que antes; sí, estaría dispuesto a trabajar en horarios flexibles; sí, estaría dispuesto a formar parte de la maquinaria de evaluación y vigilancia. Lo que opera el sistema es una disponibilidad casi absoluta. Sin embargo, dijimos que desde un comienzo Thierry se resiste a la disponibilidad absoluta.
El título original de la película nos abre un panorama bastante más amplio. La loi du marché o "La ley del mercado". Estamos por supuesto en la senda de Marx, la fuerza de trabajo es lo único que tiene Thierry para intercambiar en el mercado y eso es lo que puede llevar a una lectura que tienda un puente con el título en español. Todo hombre (sin capital) tiene un precio en el mercado de trabajo. Hay un precio de mercado para sus horas de trabajo, pero hay otro costo, aún más grande (y es aún más grande en este sentido la enseñanza de Marx) llamado cosificación y alienación. Hay un modo de vida individual y social que el capitalismo talla en sus trabajadores.
Veamos entonces un punteo rápido de los principales problemas que la película muestra para dar cuenta de un mercado de trabajo contemporáneo y un estilo de vida moldeado de una manera que difiere en muchos aspectos del modelo fabril del siglo XIX:
1) Vigilancia y control. De Foucault a Deleuze, de Vigilar y castigar al Post-scriptum sobre las sociedades de control vemos multiplicarse los métodos y sistemas de evaluación: algunos más tradicionales, como las evaluaciones que el hijo de Thierry debe pasar en su escuela para poder llegar a la Universidad, otros bien contemporáneos como el control de la oficina de empleo, la intromisión hasta niveles inauditos del agente bancario en la vida íntima. Como una amarga lección de la sumisión a este nuevo sistema Thierry sólo consigue trabajo como vigilante en un supermercado, allí se transforma en un engranaje más de la gran maquinaria de control.
2) Pequeñas diferencias. La característica de este control, como ya afirmó Deleuze, es la de la competencia contra uno mismo. La "superación" de los registros anteriores vale para todos: alumno, desempleado, agente bancario, gerente de empresa. Una pequeña diferencia arruina las vidas: el chico no puede ir a la universidad no por ser mal alumno, sino porque baja su rendimiento,; la empleada del supermercado se queda sin trabajo no por faltar o robar dinero o trabajar mal, sino por quedarse con algunos puntos del programa de recompensa. Durante toda la película asistimos a escenas de negociación en las que un evaluador exprime hasta más no poder las desventajas sobre el evaluado: sus deseos, sus necesidades, sus ambiciones.
3) No hay afuera. La ley del mercado no implica simplemente que todo tiene un precio, que todo hombre tiene un precio, que todo se transforma en mercancía. No se trata de un problema de intercambio. La ley del mercado demanda crecimiento, acumulación, hasta en los lugares más marginales pensables. La ley del mercado premia/demanda/incentiva el esfuerzo, multiplica los puntos de vigilancia intra e interpersonales y sobre todo, no permite siquiera soñar con un afuera. Si por algo queda entrampado Thierry en esa cadena de humillaciones es porque no puede vislumbrar otra posibilidad de vida que la que se le ofrece. La tragedia es que la resistencia de Thierry no llega a encauzar un proceso creativo hacia un exterior posible.
Me enseñaron a pensar que no hay solución a los problemas sin comprenderlos en su raíz. El sistema plantea un modo de vida con "beneficios" para quienes lo acepten. Parece contradictorio querer salir del sistema y querer aún conservar los supuestos beneficios. No hablo de las necesidades reales de millones que no tienen oportunidades. Me refiero a los deseos burgueses de comodidad y placer que estamos acostumbrados a comprar en los comerciales de tv. Asistí a un encuentro a la gorra en Villa Gesell. Ojalá andes por aquí alguna otra vez. Saludos, danchuso
ResponderEliminarMe enseñaron a pensar que no hay solución a los problemas sin comprenderlos en su raíz. El sistema plantea un modo de vida con "beneficios" para quienes lo acepten. Parece contradictorio querer salir del sistema y querer aún conservar los supuestos beneficios. No hablo de las necesidades reales de millones que no tienen oportunidades. Me refiero a los deseos burgueses de comodidad y placer que estamos acostumbrados a comprar en los comerciales de tv. Asistí a un encuentro a la gorra en Villa Gesell. Ojalá andes por aquí alguna otra vez. Saludos, danchuso
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