Montado entre la sexualidad y la muerte, el erotismo juega entre lo imposible y lo prohibido, lo atraviesa, lo trastoca, lo torna límite interno e inevitable. Eros se presenta haciendo a un lado sus máscaras de violencia, invitando, obligando a recorrer lo que separa lo sagrado de lo profano.
El modo de entender el erotismo para Georges Bataille está efectivamente ligado a las prohibiciones del asesinato y del incesto, a la interdicción de la profanación del cadáver y de la virgen. Así las sociedades se ordenan sobre los tabúes que ordenan y regulan los desenfrenos de las dinámicas corporales.
"Tal es la naturaleza del tabú: hace posible un mundo sosegado y razonable, pero, en su principio, es a la vez un estremecimiento que no se impone a la inteligencia, sino a la sensibilidad."
Pero la transgresión al tabú no es, como podría pensarse en un primer momento, un puro deshacer reglas, una vuelta a la violencia animal. Más bien, forma parte del ordenamiento en tanto se trata siempre de una transgresión reglada y complementaria a lo prohibido.
"La transgresión organizada forma con lo prohibido un conjunto que define la vida social. Por su parte, la frecuencia -y la regularidad- de las transgresiones no invalida la firmeza intangible de la prohibición, de la cual ellas son siempre un complemento esperado, algo así como un movimiento de diástole que completa uno de sístole, o como una explosión que proviene de la comprensión que la precede."
La explosión de la que habla Bataille es la de lo sagrado. La transgresión se da en el modo de la fiesta, por definición el evento de los excesos y de las excepciones a lo que regula la vida cotidiana o profana. Allí tomamos y somos tomados, despilfarramos, derrochamos, dejamos de lado la moderación que imponen las costumbres de la vida comunitaria, para transgedirlas también en el modo de la excepción comunal.
"La sociedad humana no es solamente el mundo del trabajo. Esa sociedad la componen simultáneamente -o sucesivamente- el mundo profano y el mundo sagrado, que son sus dos formas complementarias. El mundo profano es el de las prohibiciones. El mundo sagrado se abre a unas transgresiones limitadas. Es el mundo de la fiesta, de los recuerdos y de los dioses [...] La prohibición responde al trabajo, y el trabajo a la producción. Durante el tiempo profano del trabajo, la sociedad acumula recursos y el consumo se reduce a la cantidad que requiere la producción. Por excelencia, el tiempo sagrado es la fiesta."
La fiesta es para comenzar el momento de la consagración a la divinidad. Se puede sacrificar allí, como afirman Mauss y Hubert el alimento más preciado: el mejor animal o lo más selecto de la cosecha. Desde la óptica del mundo profano, se trata de un derroche, pero la significación cambia en la liturgia religiosa. De este modo Bataille afirma la relación indisoluble que existe entre religión y transgresión. El dogma religioso dicta las reglas que ordenan la transgresión, decide cómo y cuándo se realiza el shabbat y cuáles son los rituales del exceso.
"La dilapidación funda la fiesta; la fiesta es el punto culminante de la actividad religiosa. [...] La religión ordena esencialmente la transgresión de las prohibiciones."
Hasta aquí El erotismo de Georges Bataille.
Michel Foucault, en su "Prefacio a la transgresión" dialoga con el texto de Bataille y realiza unas aperturas de una delicadeza extraordinaria hacia Kant, Nietzsche, Sade. Atravesando la sexualidad por la muerte de Dios, que lleva a la experiencia interior batailleana, Foucault desarma algunas de las certezas que estaban presentes en El erotismo y se acerca unos pasos más hacia Blanchot entendiendo a la transgresión como una figura posible de la filosofía de la diferencia.
"La transgresión es un gesto que concierne al límite; es ahí en esa finura de la línea que se manifiesta el destello de su paso pero quizás también de su trayectoria total, su origen mismo. El trecho que cruza podría ser todo su espacio. El juego de los límites y la transgresión parece estar regido por una obstinación simple: la transgresión franquea y no cesa de traspasar una línea que detrás de ella pronto se cierra en una ola de poca memoria retrocediendo así nuevamente hasta el horizonte de lo infranqueable. Pero este juego pone en juego mucho más que estos elementos, los sitúa en una incertidumbre, en certezas pronto invertidas en donde el pensamiento rápidamente se desconcierta al querer captarlos."
"La transgresión no opone nada con nada, no hace deslizar nada en el juego de la risa ni busca sacudir la solidez de los cimientos; tampoco hace resplandecer el otro lado del espejo más allá de la línea invisible e infranqueable. Justamente porque no es violencia en un mundo dividido (en un mundo ético) ni triunfo sobre límites que borra (en un mundo dialéctico o revolucionario), la transgresión toma, en el corazón del límite, la medida desmedida de la distancia que se abre a aquel y dibuja el rasgo fulgurante que lo hace ser. En la transgresión nada es negativo. Ella afirma el ser limitado, afirma ese ilimitado en el que rebota al abrirlo por primera vez a la existencia. Pero se puede decir que esa afirmación nada tiene de positivo pues ningún contenido puede ligarla ya que, por definición, ningún límite puede retenerla. Quizás no es otra cosa que la afirmación de la separación. Aun así habría que desembarazar a esta palabra de todo lo que puede recordar el gesto de la ruptura o el establecimiento de una separación o la medida de un distanciamiento y dejarle solamente lo que en sí puede designar el ser de la diferencia."
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