viernes, 25 de diciembre de 2009
DE RECUERDOS Y COSAS NUEVAS
"Los recuerdos vienen, pero no se quedan quietos. Y además reclaman la atención algunos muy tontos. Y todavía no sé si a pesar de ser pueriles tienen alguna relación importante con otros recuerdos; o qué significados o qué reflejos se cambian entre ellos. Algunos parece que protestaran contra la selección que de ellos pretende hacer la inteligencia. Y entonces reaparecen sorpresivamente, como pidiendo significaciones nuevas, o haciendo nuevas y fugaces burlas, o intencionando todo de otra manera.
[...]
Una vez, hace mucho tiempo, recordé aquellos recuerdos, del brazo de una novia. Y esta última vez, salía de una de aquellas casas un niño sucio y llorando. Ahora empiezo a pensar en el derecho a la vida que tienen algunas cosas nuevas y a sentir una nueva predisposición. (A lo mejor exagero, y la predisposición a encontrar bueno todo lo nuevo se extiende y cubre todas las cosas, como le ocurría al propagandista. Y entonces, basta tener un poco de buena predisposición y ya encontramos servidas mil teorías para justificar cualquier cosa. Y podemos cambiar, además, muy fácilmente de motivos a justificar, por más contradictorios que sean; pues hay teorías con sugestión exótica, con misterio sugerente, con génesis naturalista, con profundidad filosófica, etc.)"
Felisberto Hernández
Por los tiempos de Clemente Colling
lunes, 21 de diciembre de 2009
FILOSOFÍA A LA GORRA 2
Entendemos aquí el término “estética” no relacionado a la filosofía del arte o de lo bello, sino más cercano a la tradición kantiana como el campo de la recepción, aquí nos preguntamos qué es lo que pretendemos lograr en los asistentes. Entonces, cuando hablamos de razones estéticas estamos preguntando por la intencionalidad, por el efecto que pretendemos lograr en el tiempo limitado del que disponemos, estamos en el ámbito de lo teleológico que comprende toda actividad pedagógica. Contamos con un hábitat frágil y un tiempo muy limitado, no podemos pretender hacer una sólida construcción filosófica, sería casi ridículo, lo que sí podemos pretender es poner algo en movimiento, lograr una inquietud, aprovechar el sol para salir de cierto sopor. En este sentido la filosofía a la gorra se inscribe nuevamente en la herencia de Sócrates, el tábano que aguijonea a la bestia somnolienta y que afirma que esa es la función del filósofo en la sociedad, la puesta en crisis de los sentidos no discutidos. Así, lo que queremos lograr en cada encuentro está en el orden de lo provocativo. Si no llegamos a provocar (de pro vocare, llamar delante, esto es, poner en presencia mediante la voz lo que estaba ausente), si no logramos establecer una diferencia, instalar un diferendo, entonces seguramente es porque no hubo encuentro alguno. Un filosofar que se presenta como nómade no puede más que pretender poner en movimiento lo que se encuentra en reposo.
¿Cómo aguijonea el filósofo? ¿Cómo provoca el movimiento? ¿Desde dónde mueve aquel que está en movimiento? Con una herramienta a través de la cual intentará introducir un elemento que disloque la Weltanschauung tradicional. En un encuentro tan reducido, el filósofo tiene que aspirar entonces a ejercer un contagio mediante la voz, a inocular un veneno que no necesariamente tiene que actuar en el presente. Tiene que poder ser capaz de infiltrar en el auditorio algún concepto, alguna idea, alguna pregunta algún problema que quede allí latente, latiendo y que pueda explotar en determinado momento. La palabra es el arma del filósofo-terrorista, en tanto virus que puede diseminarse y continuar actuando en un tiempo diferido. De este modo la enseñanza de la filosofía entra en el reino de lo patológico. Porque la palabra funciona como un virus, así lo afirma William Borroughs en La revolución electrónica:
“Liberar a este virus de la palabra podría ser más peligroso que liberar la energía del átomo. Porque todo el odio todo el dolor todo el miedo toda la lujuria están contenidos en la palabra.”
En la tradición filosófica la palabra puede tener distintos señores o amos. Sabemos que Platón ha acusado a los poetas de no tener palabra propia, sino de ser mensajeros poseídos por la divinidad, los poetas que no saben lo que dicen. Como el sacerdote oracular, el poeta puede profetizar, hablar el futuro incierto, inexistente. La palabra filosófica, en contraste, es la que se adueña de lo existente, es el búho de Minerva que levanta su vuelo en el ocaso. Hay nuevamente aquí una contraposición análoga a la ya tratada entre la aventura y la explicación. La primera es una barca que tiende la proa hacia el futuro, la segunda vuelve sus pasos para asegurarse de que no hayan quedado zonas oscuras. Sin embargo habíamos afirmado que pretendemos una palabra filosófica que pueda navegar ambas aguas. Si buscamos generar un terror, desplazar un sentido, instalar una enfermedad a través del virus de la palabra, es que nosotros mismos debemos ser los portadores vivos de ese terror. Volviendo al Ión de Platón, es preciso formar parte de la cadena de entusiasmo para llegar hasta el espectador y provocar en él ese movimiento. Pero a la vez, es necesario que haya lucidez en esa inserción, en desplegar con justeza las palabras adecuadas para lograr la finalidad buscada.
Es aquí donde tenemos que plantearnos, aunque más no sea como tópico pendiente para tratar con más profundidad en otro momento, la importancia de la divulgación. Recordemos que la filosofía a la gorra se enfrenta a un público no académico, un auditorio que no está presente para acreditar una materia. Si entendemos que podemos hablar aquí de una enseñanza de la filosofía, el enseñar aquí estará más cercano al mostrar, será indispensable entonces la mostración antes que la demostración. Y debemos pensar que esto no significa rebajar, disminuir o afectar negativamente la calidad de la exposición filosófica, sino más bien atender a la finalidad de inocular el virus con la mayor eficacia posible. Esto no quiere decir de ninguna manera realizar un discurso iluminador o revelador sobre el público presente, el virus de la palabra no actúa por iluminación repentina, sino que requiere de un terreno fértil para florecer desde el interior. Divulgar es aquí entonces llamar a la presencia mediante la voz aquello que ponga en crisis la inmovilidad, el acto de la provocación.
En la tradición marxista, el fetichismo de la mercancía tiene dos características principales: la sobrevaloración del objeto mercantilizado y el ocultamiento del proceso de producción. La filosofía está usualmente acosada por ambas. Parece que el filósofo fuera algún tipo de sabio que tiene acceso a una verdad que recibe por iluminación, que se encuentra bendecido por algún tipo de inteligencia especial o de saber esotérico que envuelve a su reflexión en un halo aurático. La distinción aún instalada entre alguien llamado “Filósofo” y todo otro grupo de mortales tales como “profesores de” y “licenciados en” evidencian esta cualidad intangible del Filosófo. El anverso del filósofo-fetiche es el ocultamiento del trabajo que precede a toda producción filosófica. De hecho, de esta manera se instaura el mito del nacimiento de la filosofía en Grecia, contraponiendo la palabra libre que busca la verdad contra la de los mercaderes del saber, los sofistas. Pocas veces se recuerda cuál es la relación entre la “libertad” de la palabra filosófica y el trabajo esclavo.
Si consideramos en cambio que el filósofo es un trabajador más, tenemos que contar con que requiere de tiempo, de materias primas y de su cuerpo para producir su particular mercancía filosófica. En el acto de pasar la gorra al finalizar la charla se explicitan estas condiciones de producción. Me gustaría traer nuevamente a los sofistas a escena porque ellos no solamente son los que ponen de manifiesto que la palabra no puede estar al servicio de una verdad única e inmutable, además evidencian que la figura del saber por el saber mismo, esconde siempre las condiciones de posibilidad materiales del pensamiento filosófico. Pedir dinero sin mediaciones (ya que no hay edificio, arquitectura, institución que haga de sostén material), exhibir los libros, exponer el cuerpo es desfetichizar la producción filosófica. Es explicitar que el filósofo no vive en un más allá etéreo ajeno a las preocupaciones mundanas, en un mundo puro de ideas y verdades desinteresadas. De la misma manera que el artesano que vende su mercancía en una plaza, el filósofo a la gorra hace patente que hay un producto que se presenta en esa charla. A la manera en que Brecht pretendía en sus funciones lograr el proceso de Verfremdung, para que el espectador “se convenza de que aquí no se trata de magia, sino que trabajan, amigos.”
A modo de conclusión, el filósofo a la gorra tiene razones geográficas o arquitectónicas, es decir: habita; tiene razones editoriales o publicitarias, es decir: se desnuda; tiene razones estéticas o terroristas, es decir: contagia, tiene razones materiales o vitales, es decir: se alimenta. Habita, se desnuda, contagia, se alimenta. Es una filosofía atravesada por la corporalidad.
viernes, 18 de diciembre de 2009
FILOSOFÍA A LA GORRA 1
La actividad filosófica puede definirse como un dar razones de o un dar razones para. En todo caso como dice Paul Ricoeur "El filósofo no puede, él menos que nadie, rehusarse a dar sus razones".
Para comenzar y como nunca es una sola motivación la que nos lleva a algo, encontré cuatro tipos de razones para responder a la pregunta ¿Por qué filosofía a la gorra?
Razones geográficas o arquitectónicas
Razones editoriales o publicitarias
Razones estéticas o terroristas
Razones materiales o vitales
Razones geográficas o arquitectónicas
Una filosofía puede nacer, desarrollarse y morir (aunque es un poco tozuda para esto último) en diferentes hábitats, puede habitar diversas geografías o territorios. En diferentes hábitats somos otros, pensamos, actuamos, producimos de forma diversa. La geografía no es mero paisaje, es una situación vital, un hábitat posible. En el caso de la filosofía podemos encontrarla en distintos hábitats, desde los más académicos y encerrados, hasta los más libres y frescos.
La academia siempre es un edificio, la institución está plenamente identificada con él, si no hay arquitectura sólida y elefantiásica, no hay academia. Dice Zaratustra de los doctos:
Yo soy demasiado ardiente y estoy demasiado quemado por pensamientos propios: a menudo me quedo sin aliento. Entonces tengo que salir al aire libre y alejarme de los cuartos llenos de polvo.
Pero ellos están sentados, fríos, en la fría sombra: en todo quieren ser únicamente espectadores, y se guardan de sentarse allí donde el sol abrasa los escalones.
Semejantes a quienes se paran en la calle y miran boquiabiertos a la gente que pasa: así aguardan también ellos y miran boquiabiertos a los pensamientos que otros han pensado.
El lugar de la producción académica, de los cuartos llenos de polvo, es necesario, pero es sólo uno de los hábitats posibles de la filosofía y también es necesario sacarla a tomar aire y sol. Lo importante es lo que uno apreondió del viejo Kant, conocer los límites de cada una de las modalidades del saber y no pretender que una de ellas abarque la totalidad de lo posible.
Razones editoriales o publicitarias
Este formato permite poner a prueba, sacar a la luz ciertas ideas, hacerlas públicas. Es ante todo una forma de exposición, quiero decir ¿Para qué salir al sol si no vamos a exponernos, a desnudarnos?
En algún momento hay que pasar de la posición pasiva y cobijada de la palabra, del anonimato y ponerle nombre y cuerpo a esa palabra. Tomar la palabra es una responsabilidad, una exposición. Es la posibilidad de que nos critiquen, de que no nos quieran, de que no nos gustemos a nosotros, de que no hayamos dicho todo lo que teníamos para decir o de la forma en que queríamos hacerlo.
Y sí, tomar la palabra y hacerla pública, editarla, aún más, tomar la palabra de cuerpo presente como en este caso es un riesgo. Pero dijimos antes que la filosofía puede definirse como un dar razones y parece que esto se contrapone con salir al sol, con desnudarse, con vivir una aventura. En palabras de Lewis Carrol
- Vamos, cuéntenos sus aventuras.
- Les contaré mis aventuras a partir de esta mañana –dijo Alicia tímidamente-. No les hablaré de ayer porque no era la misma persona.
- Explíquenos esto –dijo
- No, no, primero las aventuras –exclamó impaciente el Grifo-. Las explicaciones ocupan siempre un tiempo espantoso.
Ante todo -como dice el Grifo- las explicaciones ocupan siempre un tiempo espantoso. Así que ¿Qué podemos hacer o qué podemos pretender hacer en una hora? ¿Explicaciones o aventuras?
domingo, 13 de diciembre de 2009
OLA
Estoy disperso como una ola cuando rompe violentamente contra un acantilado. Millares de pequeñas gotas se esparcen en todas direcciones y un finísimo vapor exhala de lo que alguna vez, quizás ingenuamente, intentó ser parte de un todo. La tersura del aire me cobija por un momento en este pausado caer que se me presenta pleno de desencuentro. ¿Es que jamás podré rehuir esta lógica brutal? ¿Es que la promesa de redención será vana una vez más? Se acaba nuevamente el tiempo de las preguntas, me reúno en el interior inmenso y marítimo que me envuelve y me adormece. Me estilizo, me impregno, me compongo transparente. Es entonces cuando mi eternidad es nuevamente interrumpida y rompo violentamente contra un acantilado.
miércoles, 11 de noviembre de 2009
PRO TEMPORE
Hay quienes dicen que la felicidad dura solo un momento y que, como todo instante, tiende a desvanecerse para quedar transformado en simple recuerdo. Esta posición tiene gran cantidad de adeptos, ya que entiende a la felicidad como un estado de la conciencia y esta última -aunque en determinados misticismos parece ser capaz de encarnarse en distintas formas- no es otra cosa que un relato que enhebra fugacidades por lo demás inconsistentes entre sí.
Es de todas maneras notable que, para ciertos individuos, más que un estado de conciencia la felicidad es algo así como una facultad del alma. Es sabido que las facultades, como las curvas de un camino, son limitadas y están pre-definidas en base a oscuras instancias divinas o aún más oscuros designios culturales.
Si esto último es cierto, entonces la felicidad deja de ser una pura escenificación temporal, como el enojo, para transformarse en algo connatural al hombre, que puede o no ser desplegado con la ayuda de detonantes internos o extemporáneos. Ciertamente no deja por eso de estar atada al devenir, pues es el hombre el sustrato en el que se manifiesta. Pero en este caso el hombre pasa a ser vehículo de algo que, en cierta forma, ya estaba allí esperándolo, listo para cambiar el mundo.
No hay nada que pueda manifestarse sin que antes allí estuviera en alguna de sus formas. Sea lo que sea la felicidad, estamos condenados a encontrarla. Y a extraviarla.
La noche está pesada y no hay nadie a quien decir que el calor me aplasta.
lunes, 2 de noviembre de 2009
LO NECESARIO
Me ahorro las introducciones, las explicaciones que evaden el tema, los eufemismos.
El concepto de lo necesario se hace carne sólo ante la muerte.
Como la sabiduría popular afirma, todo lo demás tiene remedio.
Lo necesario es lo no remediable, lo que no tiene cura, la enfermedad que no termina.
Pero la enfermedad es la herida definitiva en la carne, porque es interna, porque adviene.
Lo necesario es lo inapelable.
La única realidad del concepto es cuando se hace carne, cuando nos atraviesa.
El cuerpo es único asidero posible de lo existente.
Aquello que no se hace carne es mera habladuría.
Lo único necesario entonces, lo que jamás puede ser de otro modo, es la muerte.
Ella es final de todo asidero, de todo cuerpo, de todo concepto.
La única seguridad del cuerpo, es su propia muerte: un cuerpo es aquello que ya no será.
El concepto de lo necesario no tiene su horizonte en la muerte, él es la muerte.
Cuando el cuerpo muere, se desvanece el único jirón de realidad posible.
Y todo es arrastrado hacia la nada, necesariamente.
Quien no enferma en vida no puede ser capaz de definirse.
Quien no enferma, no conoce lo definitivo, no posee cuerpo.
La puta madre que hiciste carne el concepto querido Leo.
La puta madre.
miércoles, 21 de octubre de 2009
PENSAR CON LA LENGUA
Si digo "soy feliz" lo hago porque es una construcción gramatical que todos van a poder entender, y además sé que su significado también va a ser comprendido fácilmente.
Pero cualquiera puede decir "soy feliz" y no quiere expresar lo mismo que yo, mi felicidad no es cualquiera, es esta disposición fugaz en la que yo solo me encuentro.
Todo aquel que quiere realmente expresarse, entiende muy pronto que el lenguaje no le alcanza, pues cuando todos lo entienden, entonces nadie lo ha comprendido. El paso obligado es la búsqueda de un lenguaje propio, si es que tal cosa existe. Cuando uno lleva esto al extremo, puede transformarse en poeta, que es la concreción acabada de la persona que construye su propio lenguaje.
Pero el precio a pagar es que al poeta casi nadie lo comprenda. Pues de la misma manera que a él le requiere toda su vida llegar a expresarse de manera tan íntima, el lector también necesita de un cierto trabajo para salir de su lenguaje compartido y tratar de internarse en los nuevos significantes.
Cuando el lenguaje es arte, más que nunca, lo que está escrito no es lo que es. El ejemplo más conocido de esta afirmación es lo que se conoce como metáfora. Ella dice "no soy lo que digo". Pero todo el lenguaje se comporta de esta forma y toda obra de arte es re-presentación de otra cosa.
¿Qué es aquella otra cosa? Pues la misma persona que produce la obra no lo sabe con certeza. Porque ¿cómo ha de conceptualizar sin lenguaje? Apenas se intenta pensarlo, ya se lo está ocultando. Esto de alguna manera me hace acordar a Kant.
Entonces tenemos una obra que de alguna manera está ahí negándose a sí misma, diciendo "estoy en lugar de otra cosa, pero no puedo decirlo", como el Oráculo de Delfos, nada dice ni oculta, sino que indica por medio de signos. Y si esto es así, no tenemos entonces ni significado ni significante. Sólo hay algo en lugar de algo.
Y en medio de eso estamos nosotros, intentando hacer de ese símbolo algo que nos signifique algo.
Entendiendo, sobre todo, que la propia felicidad es incomunicable y que esto mismo es lo que la hace frágil y perecedera.
jueves, 8 de octubre de 2009
FUNCIÓN DE LA LITERATURA
Hace 150 años Pincheira y sus tropas utilizaban este paraje para esconderse -dicen- luego de fechorías varias.
¿Significaría lo mismo para uno de sus ladronzuelos esto que ahora yo veo? ¿Tendría él también una sensibilidad moldeada por peliculas de Disney, arte impresionista y documentales de la National Geographic para poder apreciar este o aquel ocaso?
¿Veríamos lo mismo si estuvieramos viendo lo mismo? Un viaje a caballo a estas tierras inhóspitas huyendo de la autoridad, quizás del paredón. O un viaje atraido por un folleto de información turística. ¿Y una expectativa de encontrar qué?
¿Él un refugio, yo un descanso? ¿Él un descanso, yo un refugio?
Si yo encuentro en este anochecer aún sin luna lo mismo que todos, ¿acaso soy todos?
¿Con qué herramientas me acerco a sentir la lisura de la piedra? Es decir, cómo no encontrar lo que aquí vine a buscar.
Si paisaje, si descanso, si atardecer pleno de rosados, entonces para qué el viaje.
Si apertura a algo más, si desvestirme de la sensibilidad que me informan en el folleto, en las fotos que esperan a mi vuelta.
Ser, por ejemplo, el maleante.
Sentir ser el maleante, placer reparo, placerse del agua fresca tras la huida, no ver más nada en las caprichosas formas que caprichosas formas.
¿Dónde un Castillo? Simple piedra, segura piedra, hogar pasajero. Aquí no se mece el ocio, transcurre la vida.
¿Cuál es el original de nuestra vida y cuál copia? La sensibilidad del ladrón, la del muchacho que barre la tierra del camping, la mía...
Es falso ver castillos y cristos y águilas en todas las piedras, tanto como es falso ver piedras. Ver en toda cosa otra.
Como el niño que le pidió a su padre que le ayude a ver el mar, porque era demasiado grande aquella primera vez.
Mirada virgen y mirada educada por tarjeta postal. ¿Dónde esta el ver?
La función de la literatura (del arte) es abrir esa sensibilidad anquilosada, hacer que explote como un volcán la que contabamos como segura. Reemplazar el puro placer lindo-feo, por un sinfín de lava ardiente.
Podrá pasar luego una laguna y millares de animales alados, ponies, pegasos, choiques.
El óxido de millones de años caminará sobre nosotros y aun así no sabremos si hay alguien que forme las formas o trace las rutas.
No sabemos quién morira el día de nuestra muerte ni por qué la aventura.
Más nada de eso importa. Sólo el volcan que parece tocar el cielo hasta reventar en infinito.
¿O alguien puede asegurarme que ese volcan no toca el cielo?
Sólo queda llegar arriba y estirar las manos.
sábado, 12 de septiembre de 2009
MUJERES
“Por lo mismo que fui casta hasta casarme, puedo afirmar que no hay nada más sucio que la castidad. La mente se convierte en una sentina de cuantos detritus arrojan las confidencias ajenas y los pensamientos propios. Las peores indecencias tienen curso forzoso en ella, pues la imaginación no es candorosa y se exacerba con relatos y fantasías obscenas en las cuales se solaza la depravación. Para evitar, soslayar estas porquerías licuefactas que vierte la ingenuidad en el alma no hay otra profilaxis que el amor. Yo lo supe en mi noche de bodas.
Quien ama prácticamente depura su alma y su organismo.”
sábado, 5 de septiembre de 2009
Del leer y el escribir
De todo lo escrito yo amo sólo aquello que alguien escribe con su sangre. Escribe tú con sangre: y te darás cuenta de que la sangre es espíritu.
No es cosa fácil el comprender la sangre ajena: yo odio a los ociosos que leen.
Quien conoce al lector no hace ya nada por el lector. Un siglo de lectores todavía - y
hasta el espíritu olerá mal.
El que a todo el mundo le sea lícito aprender a leer corrompe a la larga no sólo el escribir, sino también el pensar.
En otro tiempo el espíritu era Dios, luego se convirtió en hombre, y ahora se convierte incluso en plebe.
Quien escribe con sangre y en forma de sentencias, ése no quiere ser leído, sino aprendido de memoria.
En las montañas el camino más corto es el que va de cumbre a cumbre: mas para ello tienes que tener piernas largas. Cumbres deben ser las sentencias: y aquellos a quienes se habla, hombres altos y robustos.
El aire ligero y puro, el peligro cercano y el espíritu lleno de una alegre maldad: estas cosas se avienen bien.
Quiero tener duendes a mi alrededor, pues soy valeroso. El valor que ahuyenta los fantasmas se crea sus propios duendes,- el valor quiere reír.
Yo ya no tengo sentimientos en común con vosotros: esa nube que veo por debajo de mí, esa negrura y pesadez de que me río, - cabalmente ésa es vuestra nube tempestuosa.
Vosotros miráis hacia arriba cuando deseáis elevación. Y yo miro hacia abajo, porque estoy elevado.
¿Quién de vosotros puede a la vez reír y estar elevado? Quien asciende a las montañas más altas se ríe de todas las tragedias, de las del teatro y de las de la vida.
Valerosos, despreocupados, irónicos, violentos - así nos quiere la sabiduría: es una mujer y ama siempre únicamente a un guerrero.
Vosotros me decís: «la vida es difícil de llevar». Mas ¿para qué tendríais vuestro orgullo por las mañanas y vuestra resignación por las tardes?
La vida es difícil de llevar: ¡no me os pongáis tan delicados! Todos nosotros somos guapos, borricos y pollinas de carga.
¿Qué tenemos nosotros en común con el capullo de la rosa, que tiembla porque tiene
encima de su cuerpo una gota de rocío?
Es verdad: nosotros amamos la vida no porque estemos habituados a vivir, sino porque estamos habituados a amar
Siempre hay algo de demencia en el amor. Pero siempre hay también algo de razón en
la demencia.
Y también a mí, que soy bueno con la vida, paréceme que quienes más saben de felicidad son las mariposas y las burbujas de jabón, y todo lo que entre los hombres es de su misma especie.
Ver revolotear esas almitas ligeras, locas, encantadoras, volubles - eso hace llorar y cantar a Zaratustra.
Yo no creería más que en un dios que supiese bailar.
Y cuando vi a mi demonio lo encontré serio, grave, profundo, solemne: era el espíritu de la pesadez, - él hace caer a todas las cosas.
No con la cólera, sino con la risa se mata. ¡Adelante, matemos el espíritu de la pesadez!
He aprendido a andar: desde entonces me dedico a correr. He aprendido a volar: desde entonces no quiero ser empujado para moverme de un sitio.
Ahora soy ligero, ahora vuelo, ahora me veo a mí mismo por debajo de mí, ahora un dios baila por medio de mí.
Así habló Zaratustra
sábado, 29 de agosto de 2009
EL OMBLIGO DE LOS LIMBOS
Allí donde otros proponen obras yo no pretendo otra cosa que mostrar mi espíritu.
La vida consiste en arder en preguntas.
No concibo la obra como separada de la vida.
No amo la creación separada. No concibo tampoco el espíritu separado de sí mismo. Cada una de mis obras, cada uno de los planes de mí mismo, cada una de las floraciones heladas de mi vida interior hecha su baba sobre mí.
Me reconozco tanto en una carta escrita para explicar el encogimiento íntimo de mi ser y la castración insensata de mi vida, como en un ensayo exterior a mí mismo, y que aparece en mí como un engendro indiferente de mi espíritu.
Sufro que el Espíritu no esté en la vida y que la vida no esté en el Espíritu, sufro del Espíritu-órgano, del Espíritu-traducción, o del Espíritu-intimidación-de-las-cosas para hacerlas entrar en el Espíritu.
Yo pongo este libro suspendido en la vida, deseo que sea mordido por las cosas exteriores y antes que nada por todos los sobresaltos en acecho, todas las oscilaciones de mi yo por venir.
Todas estas páginas se arrastran como témpanos en el espíritu. Disculpen mi absoluta libertad. Me rehúso a hacer diferencias entre cada uno de los minutos de mí mismo. No reconozco el espíritu planificado.
Es necesario terminar con el Espíritu como con la literatura. Digo que el espíritu y la vida se comunican en todos los grados. Yo quisiera hacer un Libro que trastorne a los hombres, que sea como una puerta abierta y que los conduzca donde ellos no habrían jamás consentido llegar, simplemente una puerta enfrentada a la realidad.
Y esto no es un prefacio a un libro, como no lo son los poemas que lo jalonan ni la enumeración de todas las furias del malestar.
Esto no es más que un témpano mal tragado.
Antonin Artaud
sábado, 8 de agosto de 2009
PERSONA: MÁSCARA
Una persona es aquél cuyas palabras o acciones son consideradas o bien como suyas, o bien como representaciones de palabras o acciones de otro hombre o de cualquier otra cosa a la que son verdadera o ficcionalmente atribuidas.
Cuando son consideradas como suyas, entonces la persona se llama persona natural; y cuando son consideradas como representaciones o acciones de otro, tenemos entonces una persona fingida o artificial.
Thomas Hobbes
Leviatan, XVI
jueves, 23 de julio de 2009
DEMOS TESTIMONIO DE LO IMPRESENTABLE
martes, 21 de julio de 2009
LA LLAMADA DEL SER
Ese desafío lanzado por Heidegger hace ya más de 50 años nos sigue interpelando y quizás uno de los aportes fundamentales que él mismo nos ha legado, es que el lenguaje tiene que subvertirse para traducir esa llamada del ser.
"Este co-rresponder es un hablar" y este hablar tiene que ser experimentado en un quehacer filosófico que pueda romper el logos imperante técnico-mercantil, para poder vislumbrar un desocultamiento del ser.
No en vano la filosofía heideggeriana gira hacia la poesía, el hablar de la poesía no pretende dominar al mundo, no pretende instrumentalizarlo y es ella "fundación del ser por la palabra."
domingo, 19 de julio de 2009
LUNÁTICOS
No sé si tendría ocho o nueve años cuando leí De la Tierra a la Luna, aunque debo confesar que no es mi relato favorito de Julio Verne, me impactó mucho más el increíble hallazgo de Un descubrimiento prodigioso. En ambos casos lo fantástico está centrado alrededor de los desafíos que plantean al hombre sus posibilidades naturales de elevarse por sobre el suelo que habita.
Pero la literatura, ya desde joven, se burló de estas restricciones físicas: tejió alfombras voladoras para Aladino y fabricó alas para Ícaro.
Sin embargo, todo cambió con el advenimiento de la Modernidad. Sir Isaac Newton pudo demostrar -para gloria de la ciencia y seria preocupación de la filosofía- cuáles eran las leyes fundamentales que regían a la naturaleza, entre ellas la Ley de gravitación universal. Desde ese momento, las relaciones entre realidad y ficción dieron un vuelco. La ficción encontró en la ciencia una herramienta importantísima: el fundamento de la verosimilitud. Aristóteles había afirmado ya, contra su maestro Platón, que para el escritor la veridicción debía pasar a un segundo plano, lo que es importante es que la historia sea verosímil. Hoy diríamos que la trama tiene que ser creíble, o le pedimos que pueda transcurrir como verdad en algún mundo posible, aunque más no sea en el mundo de la literatura. Verne fue un maestro en el arte de utilizar la verdad instituida como ciencia, en el modo de la legitimación de lo ficcional. Así, el discurso científico pasó a poder explicar cualquier mundo posible: el de la realidad natural o el de la ficción literaria.
En De la Tierra a la Luna, somos testigos de esta enajenación de la ficción. En el mismo movimiento en que se amplían los horizontes de verosimilitud, por lo que la racionalidad científica puede lograr traer a lo posible, la ficción devenida ciencia se cierra sobre este logos y desdibuja sus posibilidades como ficción. A tal punto la ficción se abandona a la mirada científica -que constituye lo real, eidos platónico devenido ley natural-, que es cuestión de tiempo para que "la realidad supere a la ficción" y ese viaje lunar se transforma en realidad, con mayor éxito aún que el viaje literario.
Julio Verne es el momento literario en que la ficción es apresada con camisa de fuerza. La Luna no debiera nunca haber llegado a posibilidad a la mano, tendría que haberse mantenido como inspiración poética.
Los lunáticos son los habitantes de la ficción enajenada.
viernes, 17 de julio de 2009
LA MUJER DESNUDA
“No podría decirse lo hallé, lo tengo, se llama. Pero dejaba sentir sus efectos por verificación interior de cosa que se ha hecho vida y que, además, libera una fuerza capaz de promover la evasión, la ruptura. Salir ni más ni menos que en pos del no importa qué, cortándose las amarras que otros muestran a los demás como el mendigo las llagas, ¿eso era poco, acaso?”
viernes, 10 de julio de 2009
HEGEL JUGANDO A LAS CARTAS
"La afición a las cartas es un rasgo característico de nuestro tiempo. Entendimiento y pasión son las propiedades del alma que intevienen ahí. El entendimiento escoge las reglas y a cada paso las está aplicando como discernimiento. De ahí que gente de profundo talento y brillante imaginación sea con frecuencia mal jugador, no sólo porque no se pueda interesar en el juego, sino porque como pasa muchas veces, su juicio no esté tan acostumbrado a aplicar reglas en la vida diaria. La pasión es lo que más interesante hace el juego. Para el jugador frío que a la vez no juega por codicia, las cartas tienen interés sobre todo como ejercicio del entendimiento y del discernimiento. Pero fuera de este caso y el juego por dinero, es la oscilación de la pasión entre el miedo y la esperanza lo que ha generalizado el juego de las cartas: espíritu incompatible con esa paz de ánimo, que tiene en sí algo noble y rezuma de todas las obras griegas incluso en plena pasión (mientras el hombre sigue siendo hombre y no es flagelado por una divinidad).
Este estado de espíritu apasionado, inquieto es característico de nuestro tiempo y también el juego de cartas le debe su expansión. Lo mismo que el interés de la pasión, tampoco en la actividad concomitante del entendimiento -o incluso cuando el jugador sólo usa de éste- hay ni un granito de razón. Así que nada llama tanto la atención en un juego, por lo demás inocente, como el que en él se nombre tanto a Dios. Ciertamente atribuimos en general a la Providencia incluso las cosas más pequeñas, sobre todo las que nos parecen casuales (y además en juegos de azar pasa mucho que la suerte de un hombre no malo, quizás sólo seducido, y la de su familia dependa de unas cartas). Y sin embargo nos asombramos de que nos sea recordado."
G.W.F. Hegel
1798
viernes, 3 de julio de 2009
EL HÁBITO EN EL AMOR
No es preciso el auxilio de los dioses
ni las flechas de Venus para amarse.
A veces la más fea mujercilla,
su conducta, su agrado, su limpieza,
sus artificios inocentes hacen
que se acostumbre el hombre fácilmente
a vivir en su trato y compañía,
porque engendra cariño el mucho trato:
golpes reiterados, aunque leves,
al cabo de años triunfan de los cuerpos
más sólidos. ¿No observas que las gotas
de la lluvia que caen sobre las peñas
después de mucho tiempo las socavan?
Lucrecio, De rerum natura
martes, 16 de junio de 2009
LO QUE A LA RAZÓN VIOLA
"Pero parece que hay también otra naturaleza del alma que es irracional, pero que participa, de alguna manera, de la razón. Pues elogiamos la razón y la parte del alma que tiene razón, tanto en el hombre continente como en el incontinente, ya que le exhorta rectamente a hacer lo que es mejor. Pero también aparece en estos hombres algo que por su naturaleza viola la razón, y esta parte lucha y resiste a la razón."
Aristóteles
Ética Nicomáquea, 1102b 10
jueves, 4 de junio de 2009
LA COSA
El cambio de la cosa no es
la cosa. Esto es cierto.
La cosa no es el cambio. Esto
es verdad. ¿En qué se convierten,
los dos atados o unidos por
un hilo del cuerpo?
¿Cómo se llama eso? El cambio
bebió los vinos de la cosa y
también su enfermedad. ¿Se vuelve
salud para la cosa y enferma?
¿Y la cosa qué hace?
¿Sabe que verse como esencia es
un vicio de la eternidad?
¿Se perderá en olvidos de la imaginación?
En un batir de cielo
contra la cara cabe
la palabra que nunca volvió
o su música ida.
Juan Gelman
sábado, 30 de mayo de 2009
PELIGRO DE LA FILOSOFÍA
"La pasión por la filosofía, como la pasión por la religión, está expuesta al peligro de caer en la siguiente contradicción: aunque busque la corrección de nuestro comportamiento y la extirpación de nuestros vicios, puede que sólo sirva por dirección imprudente, para fomentar una inclinación predominante y empujar la mente con resolución más firme a una posición a la que, ya de por sí, tiende demasiado por predisposición y propensión del temperamento natural. Mientras aspiramos a la firmeza del sabio filósofo y mientras nos esforzamos por limitar nuestros placeres exclusivamente a nuestras mentes podemos llegar a fin de cuentas a hacer nuestra filosofía semajante a la de Epicteto y otros estoicos, tan sólo un sistema más refinado de egoísmo, y mediante razones, colocarnos más allá de toda virtud y disfrute social."
David Hume
lunes, 18 de mayo de 2009
MARIO BENEDETTI
Siempre me aconsejaron que escribiera distinto
que no sintiera emoción sino pathos
que mi cristal no fuera transparente
sino prolijamente esmerilado
sobre todo que si hablaba del mar
no nombrara la sal
y hasta me sugirieron que tenía
notorias cualidades para serlo
por eso mi futuro estaba en la otredad
mi tozudez congénita
neciamente no quería ser otro
por lo tanto continúe siendo el mismo
Después que la verdad
Era más bien tediosa
El amor / cursi y combustible
La decencia / bastarda y obsoleta
Pero mi terquedad es infinita
Creo además que si algún día
me propusiera ser asiduamente otro
que podría morir de falso crup
o falsa alarma u otras falacias
sean sólo larvadas formas de desamor
ya que exigir a otro que sea otro
en verdad es negarle su otredad más genuina
como es la ilusión de sentirse uno mismo
pero he decidido desalentar / humilde
y cautelosamente a mis mentores
igual a mi o sea
de un modo obvio irónico terrestre
rutinario tristón desangelado
(por otros adjetivos se ruega consultar
criticas de los últimos treinta años)
y eso tal vez ocurra por que no sé ser otro
que ese otro que soy para los otros.
viernes, 15 de mayo de 2009
DE MAESTROS Y PROFESORES
En los procesos de aprendizaje hay en un principio etapas de distinción y luego etapas de síntesis o aprehensión totalizante. El mundo es Apeiron, lo indeterminado o lo infinito, una argamasa que comienza a resolverse con la distinción.
Dios separa las tinieblas de la luz, las aguas de la tierra, los animales de las plantas, las distintas especies, la Especie. El bebé comienza a distinguir desde las primitvas sensaciones de placer y rechazo hasta que años más tarde puede decir "esto que siento no es tristeza ni remordimiento, es angustia". El pintor aprende distintas técnicas para expresarse y realiza diversas mezclas de colores, utilizando varios materiales. Es la etapa de la multiplicación de lo existente, del desprendimiento cada vez mayor de singularidades que estaban o no en aquel confuso Apeiron, de la individuación. Desgranamos el mundo, encontramos moléculas y creemos encontrar lo indivisible (a-tomo) pero la distinción sigue su camino y hallamos neutrones y quarks, encontramos quarks de distintos colores.
Llega un punto en que la capacidad de distinción no nos es más útil. ¿Qué hacemos con tantas cosas sueltas? Nos encontramos con muchas piezas de un rompecabezas del que no somos capaces de vislumbrar siquiera su contorno. Aquí es donde entran en juego nuestras capacidades de asociar primero y luego de sintetizar.
Poco es lo que las singularidades pueden decirnos si no comenzamos a relacionarlas entre sí y a relacionarnos nosotros con ellas. Nos damos cuenta de que la caída de una manzana desde un árbol y las revoluciones de la Luna alrededor de nuestro planeta, dos fenómenos aparentemente tan disímiles, obedecen a la misma ley física. Dios pone al resto de las especies al servicio de la Especie. Los electrones pueden iluminar un hogar y los núcleos atómicos en reacción en cadena arrasar con la vida de millones de personas.
Pero aún hay otra etapa que es quizás deudora de la síntesis y es en la que simplificamos toda esta maraña de singularidades que se comunican y actúan entre sí. Y llegamos a postular ciertos principios elementales, que están a la base de nuestro saber y nuestro actuar. La armonía en la pintura o la Gracia divina pueden ser algunos ejemplos. Quien se enfrenta al mundo con la mirada de un maestro y no de un aprendiz, advierte que puede totalizar una experiencia que va un poco más allá de la síntesis de singularidades, pero que necesariamente ha pasado por las primeras etapas.
En este punto nos asemejamos más al recién nacido que somos cada vez que abrimos los ojos por la mañana y todo se presenta aún confuso e indistinguible. Y nosotros formamos parte de ese Apeiron. Y nos sabemos parte de él, lo que nos diferencia del recién nacido. Es un retorno que no es ingenuo al lugar de donde hemos venido. No hay viaje que no modifique nuestras verdades.
El Maestro puede equivocarse, pero su equivocación es mejor que la certeza de quien sólo es capaz de enumerar distinciones.
sábado, 2 de mayo de 2009
ENTRE LOS MUROS
miércoles, 29 de abril de 2009
TAL VEZ NO ERA PENSAR
Tal vez no era pensar, la fórmula, el secreto,
sino darse y tomar perdida, ingenuamente,
tal vez pude elegir, o necesariamente,
tenía que pedir sentido a toda cosa.
Tal vez no fue vivir este estar silenciosa
y despiadadamente al borde de la angustia
y este terco sentir debajo de su música
un silencio de muerte, de abismo a cada cosa.
Tal vez debí quedarme en los amores quietos
que podrían llenar mi vida con un nombre
en vez de buscar al evadido del hombre,
despojado, sin alma, ser puro, esqueleto.
Tal vez no era pensar, la fórmula, el secreto,
sino amarse y amar, perdida, ingenuamente.
Tal vez pude subir como una flor ardiente
o tener un profundo destino de semilla
en vez de esta terrible lucidez amarilla
y de este estar de estatua con los ojos vacíos.
Tal vez pude doblar este destino mío
en música inefable. O necesariamente...
Idea Vilariño
lunes, 27 de abril de 2009
FILOSOFÍA Y SENTIDO
domingo, 19 de abril de 2009
IN MEMORIAM
martes, 14 de abril de 2009
COMO UN FUSIL DISPARADO
jueves, 9 de abril de 2009
EXISTENCIALISMO
Jean Paul Sartre, El existencialismo es un humanismo.
lunes, 2 de marzo de 2009
HISTORIA Y ÉXTASIS
María Zambrano
Filosofía y Poesía
sábado, 21 de febrero de 2009
AMENAZAS
Sigmund Freud
El malestar en la cultura
lunes, 2 de febrero de 2009
CREACIÓN, GOCE, ANGUSTIA, CULOS
Simplemente, había olvidado que la creación reside en otra parte, dondequiera que se hace manifiesta la ausencia -pues concierne a la estructura y nos condiciona, no importa dónde, siempre-. También que, aunque hubiera hecho contacto con aquel culo, esa mano nunca hubiera hallado lo que creía poder encontrar. Menos aun, habida cuenta que ese culo, siempre que los culos piensen, no habría obtenido del arribo de esa mano la plenitud esperada. ¿Por qué el goce, en cuanto escapa a lo sexual, no habría de residir en el mismo acto de crear?"
Pierre Rey, Una temporada con Lacan
viernes, 16 de enero de 2009
EL CONCEPTO DE LA ANGUSTIA
En el estado de vigilancia está puesta la distinción entre mi yo y mi no-yo; en el sueño está suspendida, en el ensueño es una nada que acusa. La realidad del espíritu representa siempre como una forma que incita su posibilidad; pero desaparece tan pronto como él echa mano a ella; es una nada que sólo angustiar puede."
Søren Kierkegaard