domingo, 3 de agosto de 2008

ACIDIA


“A menudo, cuando estás solo en tu celda, se adueña de ti una cierta inercia, una languidez del espíritu, un tedio del corazón; sientes dentro de ti un pesadísimo fastidio; te pesas a ti mismo y te falta esa suave alegría interior que solías sentir. Aquella dulzura que te pertenecía ayer y antes de ayer se transformó en una gran amargura; las lágrimas que te inundaban abundantemente se secaron por completo. Tu vigor espiritual se ha marchitado, tu belleza interna ha desaparecido. Tu alma está desgarrada, lacerada, confusa, sacudida, triste y amarga y no sabes dónde aquietarla. La lectura ya no te satisface, rezar no te agrada, no te bañan las lluvias saludables de las reflexiones a las que estabas habituado. ¿Qué más decir? Ya no hay en ti ninguna alegría, ningún entusiasmo, ningún gozo espiritual. Estás siempre pronto a deshacerte en carcajadas, a perderte en el parloteo, en el ocio; lento y perezoso, en cambio, cuando debieras dedicarte al silencio, a las obras de bien, a los ejercicios de espíritu. ¡Qué miserable cambio! Ya no eres el que una vez fuiste, sino completamente otra persona.”

Adam of Dryburgh o Adán Scotus, Liber de quadripartito exercitio cellae, XXIV.

2 comentarios:

  1. Me encanta esto. Me sentí más que tocada si es justa la palabra.

    Creo que te lo robo para mi blog porque me gustó demasiado.

    Muy mucho, dirían en Córdoba ;)

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