viernes, 30 de julio de 2010

SILENCIO, CUBA

Gracias Claudia. Como verás leí tu libro. Mi crítica se mantiene, pero ligeramente distinta. Ya no me parece "muy finito" para poder contener todas las referencias documentales que sostengan este balance negativo sobre la Cuba de los últimos 50 años. Además me gustó que afirmes que te sentís más en casa con la teoría política que con la historia. De hecho, como vos misma dijiste, lo hiciste cortito para que yo pueda leerlo. Pero me hubiera gustado que te extendieras un poco más para ayudarnos a pensar si la causa del silencio que denunciás, no tiene que ver con ese sentimiento de zozobra que aparece cada vez con más fuerza a medida que uno avanza en la lectura. Para saber si esa cachetada al voluntarismo puede reconducirse -adivino que sí- de muy otra forma, hacia nuevos proyectos de equidad. Pero bueno, dirás que eso excede el objeto del libro y yo estaré de acuerdo. Y aún así.

No sigue a esto un resumen del libro, porque me parece mejor que cada uno haga directamente su propia lectura. Solamente quiero llamar la atención sobre algunas notas a pie de página que me parecieron más que interesantes para seguir pensando. Y seguramente anotar algunas preguntas que surgieron.


En la nota 2 del Capítulo 2 me gustó la distinción entre los "verdaderos creyentes" en la Revolución y "grupos para los cuales la movilización bajo un liderazgo fuerte, sea cual fuere la orientación del mismo, proporciona un sentido suficiente a su existencia." La línea divisoria como siempre es muy difícil. Conozco a varias personas que se afanan en buscar razones de por qué son fanáticos de tal equipo de fútbol en lugar de tal otro. ¿Ese no es acaso un tipo de "creencia verdadera", la que primero adhiere ciegamente y luego busca sus razones?

La nota 28 del Capítulo 2 dice así: "Es posible pensar que el relajamiento de la prohibición de profesar una religión haya sido una manifestación más de la capacidad del régimen a hacer frente a sus falencias. En efecto, a través de la religión se ha canalizado, a partir de la década del noventa, buena parte del descontento y la desazón de los cubanos frente a las durísimas condiciones de vida y la falta de perspectiva de futuro, de un modo probablemente menos peligroso para el régimen que lo que podrían haber sido otros canales eventuales para encauzar la frustración. La religión, parece haber recordado el régimen en su provecho, es el opio de los pueblos." Brillante.

En la nota 33 del mismo Capítulo afirmás "Uno de mis interlocutores, antiguo miembro del Comité Central del PCC, me explicaba a su vez que para cualquier ciudadano común enfrentado a la necesidad prácticamente ineludible de operar al margen de las leyes para poder sobrevivir en condiciones de relativa dignidad, el mayor peligro en la vida cotidiana en Cuba es encontrarse con un 'verdadero creyente' en la Revolución, siempre dispuesto a denunciar las conductas ilegales de sus conciudadanos. Que hay pocos, me decía, pero siempre puede quedar alguno." Extremando alguna de tus hipótesis podríamos afirmar que este 'verdadero creyente' es sólo Fidel Castro. Los otros ejemplos que se me ocurren son siempre niños, de una u otra forma. Me viene a la memoria una situación de 1984 en la que uno de los personajes es delatado por sus hijos pequeños.


La nota 35 trata sobre el concepto de "balsero" extendido a todo el abanico de personas que, con diferentes estrategias pudieron -o intentaron- emigrar ilegalmente. La imagen de la balsa en medio del mar es de una fragilidad tremenda. Pero también remite a Robinson y lo que sabemos que él encarna. O quizás tengamos que releer a Tournier.

También me gustaría comentar la nota 6 del Capítulo 3 que comienza de esta forma: "Artículo 72: Se considera peligroso la especial proclividad en que se halla una persona para cometer delitos, demostrada por la conducta que observa en contradicción manifiesta con las normas de la moral socialista" y termina de la siguiente manera: "Artículo 75.1: El que, sin estar comprendido en alguno de los estados peligrosos a que se refiere el artículo 73, por sus vínculos o relaciones con personas potencialmente peligrosas para la sociedad, las demás personas y el orden social, económico y político del Estado socialista, pueda resultar proclive al delito, será objeto de advertencia por la autoridad policíaca competente, en prevención de que incurra en actividades socialmente peligrosas o delictivas." La inversión exacta del principio de inocencia hasta que se demuestre lo contrario. En este caso la noción de ser proclive a ir en contra de la moral socialista, suena otra vez tan cercana a ciertas posturas religiosas. La lectura es muy simplista, lo sé, pero todos parecen seres caídos que en algún punto no pueden más que cometer algún delito. Como afirmás en algún lado, disentir con el poder es quedar fuera de la ley. ¿Y quién puede quedar completamente fuera de la posibilidad del disenso?

No quiero olvidarme sin embargo de agregar dos impresiones que tuve mientras leía el libro.

La primera es que muchos de estos inconvenientes (desde una presunción de culpabilidad de todos los ciudadanos, hasta la falta de cumplimiento de las expectativas socio-económicas, pasando por la utilización de burdas herramientas ideológicas y hábiles maniobras represivas para mantener el poder) se dan también en otro tipo de regímenes, por supuesto también en las democracias liberales. En algunos casos más subterránea y capilarmente, en otros casos de forma menos velada.

La segunda tiene que ver con este par indisoluble "igualación-opresión". Sabemos ya hace tiempo que a pesar de que "liberté, egalité, fraternité" suena muy bien sobre todo en francés, sufre de varias contradicciones. Pero a veces me gusta pensar que el concepto de libertad no es el opuesto del concepto de opresión. Sino más bien que son en cierto punto intercambiables. Pero claro, todo esto ya lo dijo Hobbes.

En todo caso ¿Quién fue el ingenuo que pensó seriamente en una sociedad libre de opresiones?

1 comentario:

Diego Singer dijo...

Respuesta de Claudia:

Diego, gracias! Acabo de ver lo que escribiste en tu blog, no te contesto ahí porque no podía ver las letras o palabras para poder entrar, es un problema de mi computadora a veces.

En síntesis, gracias por leerme con tan buena voluntad, pese a tu prevención originaria.

No tengo respuestas, o sólo muy provisorias, a las preguntas que hacés. Y por supuesto, la cosa es como volver a pensar la posibilidad de la igualdad por fuera de estos regímenes totales. Y también, claro que en los regímenes democráticos podemos reconocer algunos de los rasgos que describo, pero esto ya sería más largo: por mi parte, creo que no hacen "sistema" del mismo modo, por lo cual su sentido varía.

Por fin, que mi texto produzca emociones (como la zozobra de la que hablás) y preguntas (como las que hacés), no le pido más que eso. O sea, ayudar a movilizar las inteligencias para que salgamos de los clichés y volvamos a poder pensar las cosas importantes. A saber, la libertad, la igualdad, la justicia.

Abrazo y gracias, y la seguimos entre los libros!

Claudia