De acuerdo a lo que afirma Michel Foucault en el primer tomo de su Historia de la sexualidad, encontramos dos grandes tipos de procedimientos para producir la verdad del sexo. Está claro que esta verdad nunca es preexistente, sino que es producida históricamente a través de diferentes prácticas y discursos.
Nuestra sociedad occidental y moderna ha fundado una scientia sexualis, que remeda las formas de saber científicas y se apoya en nuevas formas de la confesión. En cambio, otras sociedades (China, Japón, India, Roma) desarrollaron una ars erotica en la que la iniciación esotérica, la figura del maestro y la búsqueda del placer formaban los vértices principales en los que se producía la verdad sobre el sexo.
"En el arte erótico, la verdad es extraída del placer mismo, tomado como práctica y recogido como experiencia; el placer no es tenido en cuenta en relación con una ley absoluta de lo permitido y lo prohibido ni con un criterio de utilidad, sino que, primero y ante todo, es tenido en cuenta en relación consigo mismo; debe ser conocido como placer, por lo tanto según su intensidad, su calidad específica, su duración, sus reverberaciones en el cuerpo y en el alma. Más aún, ese saber debe ser revertido sobre la práctica sexual, para trabajarla desde el interior y amplificar sus efectos. Así se constituye un saber que debe permanecer secreto, no por una sospecha de infamia que mancharía a su objeto, sino por la necesidad de mantenerlo en la mayor reserva, ya que, según la tradición, perdería su eficacia y su virtud si fuera divulgado. Es, pues, fundamental la relación con el maestro poseedor de los secretos; él, únicamente, puede trasmitirlo de manera esotérica y al término de una iniciación durante la cual guía, con un saber y una severidad sin fallas, el avance de su discípulo. Los efectos de ese arte magistral, mucho más generosos de lo que dejaría suponer la sequedad de sus recetas, deben transfigurar al que recibe sus privilegios: dominio absoluto del cuerpo, goce único, olvido del tiempo y de los límites, elixir de larga vida, exilio de la muerte y de sus amenazas."
El Shunga es un estilo de dibujo y pintura erótica japonesa que se desarrolló paralelamente al afianzamiento de la scientia sexualis occidental, entre los siglos XVII y XIX. Por supuesto, no queremos confundir aquí el ars erotica, con todo lo que significa un saber-hacer el sexo (maestro, guía, iniciación, técnicas), con las reproducciones pictóricas de escenas eróticas. Pero el desplazamiento del ars en tanto técnica, hacia el arte en tanto mímesis o reproducción visual puede funcionar como equívoco a través del cual introducirnos en los modos de producción de la verdad del sexo, de los que los dibujos y pinturas eran una parte central o un eslabón importante del conjunto de discursos que la formaban.
Las escenas que podemos ver en los dibujos Shunga son de lo más variadas: diversas posiciones en el sexo heterosexual, penetración entre mujeres con ayuda de un dildo, distinto tipo de vulvas reflejadas en espejos, penetraciones realizadas por animales o por monstruos, violaciones grupales, masturbaciones, voyeurismo, escenas entre distintas etnias y clases sociales y muchas otras prácticas dan cuenta de la variedad del ars erotica japonés. Hay que subrayar que aunque muchas de las imágenes se acercan al realismo, cuando se trata de mostrar el pene, su grosor no guarda escala con el resto de las proporciones de los cuerpos. Esto sumado a que son raras o inexistentes las escenas homosexuales entre hombres, así como también son escasas o raras las escenas de sodomía, puede servir para pensar la producción de la verdad sobre el sexo en Japón centrada tanto en la potencia masculina, como en el placer vaginal de la mujer. Tenemos así una ars erotica que discurre alrededor de los genitales, aunque no se reduce claramente al problema de la reproducción.