martes, 8 de mayo de 2012

ARISTOCRATISMO PARA TODOS

Se lo ve muy vital a Alain Badiou a los 75 años en la Universidad de San Martín. Tiene pinta de abuelo compinche y enérgico. Sonríe y habla un francés bastante claro. Hizo una presentación de su nuevo libro La République de Platon, recientemente publicado en frances y producto de seis años de trabajo. La traducción al español todavía no está disponible.


Lo que hizo Badiou en este texto fue, en sus palabras, una remake del diálogo de Platón. No una nueva traducción, tampoco una exégesis, una interpretación, sino una reescritura, una nueva inscripción del texto atravesada por los casi dos mil cuatrocientos años de historia que nos separan del original.

El producto es un libro que no es totalmente de Badiou ni totalmente de Platón, es una obra escrita a dos manos, algo así como una puesta en escena contemporánea del libro de Platón, que no es tampoco simplemente un texto, es diálogo, es palabra viviente. Para hacer vibrar nuevamente en nuestro presente la vitalidad del diálogo, Badiou se toma muchas licencias (tantas que sólo él está autorizado a hacerlo).

En primer lugar la división de la obra no es en diez libros, como estamos acostumbrados. Hay un prólogo, 16 capítulos y un epílogo. Cada uno titulado con su tema correspondiente. Como parte de la modernización hay un personaje femenino en el diálogo y referencias a la política y al arte que Platón jamás podría haber realizado. En el famoso episodio del Libro X en el que se condena a la poesía, aparecen figuras como Mallarmé o Pessoa. A lo largo del texto también encontramos referencias a Freud y a los fascismos del siglo XX.

Este ejercicio de escritura, esta propuesta en obra que realiza Badiou, plantea numerosos problemas del orden de la fidelidad. ¿Qué es ser fiel a un texto? ¿Se puede traicionar a un autor? ¿Qué es leer? ¿Qué es leer en la distancia del tiempo? ¿Cómo podemos abrir el oído a la palabra? Mímesis de la escritura. ¿Cómo escapar a la degradación que implicaba para Platón en esta misma obra? ¿Cómo disolver ese juicio?


Pero más allá de los recursos que utiliza Badiou para traer la obra de Platón al mundo que habitamos, importa aclarar por qué emprender semejante tarea y desde qué óptica realizarla.

La filosofía de Platón es importante para nosotros hoy en día porque allí, como en ningún otro momento, está plasmada la tensión entre doxa y epistéme, entre opinión y verdad o entre habladuría y conocimiento. Es importante poder afirmar contra el mercado del igualitarismo de las opinones en el que estamos inmersos, que hay verdades. Es necesario volver a distinguir entre verdad y opinión. Debemos salir del universo de la equivalencia de las opiniones, del "yo opino A, vos opinás B, él opina C, y lo importante es que respetemos las opiniones de cada uno". Esta forma de no pensar que está tan de moda entre los jóvenes.

En Platón la Verdad tiene un carácter excepcional, es la Idea y sabemos que el camino para llegar a ella no es sencillo. Hasta acá, Badiou está de acuerdo, lo que cambia es el aristocratismo de Platón. Lo que intenta desplazar es la analogía que une a la excepcionalidad de la verdad con la excepcionalidad del sujeto que puede conocer la verdad. En otras palabras, todos tienen la posibilidad de salir de la caverna, todos pueden desarrollar su aptitud filosófica, todos pueden amar a la verdad. En palabras de Badiou: Aristocratismo para todos.

Esta universalización del filósofo plantea, a nuestro juicio, algunos problemas.

En la obra original, el acceso a la Verdad por parte del filósofo, legitima su posición de liderazgo en el vértice de la estructura de poder de la República. Si universalizamos este acceso, ¿podemos pensar en una República estructurada según la propuesta de Platón? El proyecto de universalización del acceso a la verdad es propio de la Ilustración y el modelo político asociado es bastante distinto al platónico.

Por otra parte, aunque esté abierta la posibilidad de la filosofía (en tanto búsqueda de la verdad), ¿seguirá teniendo la verdad un papel legitimador del poder? ¿O el papel del filósofo debe, como afirmó Badiou en otros textos, mostrar la distancia que hay entre el pensamiento y el poder?

También es un problema la manera en que el filósofo aporta a la construcción política. ¿Lo hace en tanto filósofo-rey como el modelo platónico parecía proponer? En ese caso, si se abre la posibilidad ¿Quién es rey, quién es jurado? Estamos frente al problema del tribunal: ¿cómo se determina quién determina la auténtica verdad? ¿O el filósofo debe ser aquel que ponga en crisis toda pretendida verdad, mostrar que en realidad es una simple opinión? Así decía Sócrates que le hacía un mayor bien a la ciudad.



miércoles, 2 de mayo de 2012

NIETZSCHE INTEMPESTIVO


En abril de 1873 Nietzsche le escribe a Richard Wagner: “He leído ahora de principio a fin el libro de David Strauss La vieja y la nueva fe y me he quedado asombrado tanto de la estupidez y ordinariez del escritor como las del autor.”


Este es uno de los gérmenes de las famosas Consideraciones Intempestivas (Unzeitgemässe Betrachtungen) que Friedrich Nietzsche publicó entre 1873 y 1876. Aunque originalmente había pensado escribir unas trece obras bajo esta carátula, finalmente terminó esta parte de su corpus con cuatro títulos.

David Strauss, el confesor y  el escritor
Sobre la utilidad y los inconvenientes de la Historia para la vida
Schopenhauer como educador
Wagner en Bayreuth



“El primer ataque (1873) fue para la cultura alemana, a la que ya entonces miraba yo desde arriba con inexorable desprecio. Una cultura carente de sentido, de sustancia, de meta: una mera «opinión pública». No hay peor malentendido, decía yo, que creer que el gran éxito bélico de los alemanes prueba algo en favor de esa cultura y, mucho menos, su victoria sobre Francia. La segunda Intempestiva (1874) descubre lo que hay de peligroso, de corrosivo y envenenador de la vida, en nuestro modo de hacer ciencia: la vida, enferma de este engranaje y este mecanismo deshumanizados, enferma de la «impersonalidad» del trabajador, de la falsa economía de la «división del trabajo». Se pierde la finalidad, esto es, la cultura: el medio, el cultivo moderno de la ciencia, barbariza... En este tratado el «sentido histórico», del cual se halla orgulloso este siglo, fue reconocido por vez primera como enfermedad, como signo típico de decadencia. En la tercera y en la cuarta Intempestivas son confrontadas, como señales hacia un concepto superior de cultura, hacia la restauración del concepto de «cultura», dos imágenes del más duro egoísmo, de la más dura autodisciplina, tipos intempestivos par excellence, llenos de soberano desprecio por todo lo que a su alrededor se llamaba Reich, «cultura», «cristianismo», «Bismarck», «éxito», Schopenhauer y Wagner o, en una sola palabra, Nietzsche.” 

Los cuatro escritos se presentan como una crítica furibunda al estado de la cultura alemana tal como Nietzsche la percibía. En muchos sentidos estos escritos son complementarios de su obra más importante inmediatamente anterior: El nacimiento de la tragedia. Allí también encontramos una valoración negativa de lo que está ocurriendo en Alemania en tiempos de Nietzsche, de ciertas formas de practicar la cultura que son signo de decadencia. Y están presente por otro lado los dos modelos, las dos grandes influencias, los maestros de Nietzsche en esta etapa: Richard Wagner y Arthur Schopenhauer. 





"No sabría definir qué sentido puede tener la filología clásica en nuestros tiempos sino el de proceder de manera intempestiva, es decir, de proceder en un sentido contrario al espíritu contemporáneo y, con ello, surtir un efecto sobre él y los tiempos futuros."

¿Qué es entonces lo "Unzeitgemässe"? Se lo suele traducir por "intempestivo" o "inactual", inclusive como "extemporáneo". Por supuesto se trata de un problema temporal. De algo que aperece contra el tiempo presente, en pugna con la actualidad. Ir en sentido contrario al "espíritu contemporáneo" es lo que otorga a estas consideraciones la enorme potencia que tienen aún hoy para nosotros. No son (como las ideas de David Strauss, el blanco de su primer ataque) pensamientos que nacen viejos, con olor a moho. Lo actual tiene justamente esa particularidad efímera, esa propiedad de fuego fatuo. Sin embargo lo intempestivo no es lo que intenta oponer la eternidad al instante. Pretende, en algún sentido, quebrar la temporalidad de lo actual como afirmación exitosa, como festejo de la realización del devenir de la historia. Es por eso que pretende "surtir un efecto" en el presente mismo y no solamente dirigirse al tiempo por venir. Desde aquí habría que leer el famoso dictum nietzscheano: "Esta no es una cuestión de actualidad. Algunos hombres nacen póstumos." Esto no quiere decir entonces, que no nos incumba el presente, que nos despreocupemos del tiempo en que habitamos y de la cultura de la que formamos parte. No es una renuncia al presente, es una apuesta por hacer aparecer otra temporalidad que no sea simplemente actual.