La tercera pregunta está en boca de Platón: ¿Realidad o apariencia?, que bien podríamos traducir por ¿es o se hace? Más allá de los pruritos por algunas formas de hacer políticas o de las herencias no peronistas, lo que nos mantuvo alejados a muchos de un franco apoyo, fue antes que otra cosa, esta pregunta. Voy a ser concreto. Primero arreglan con Clarín (decreto de fusión de Cablevisión y Multicanal entre otras cosas), después Clarín es el diablo. Primero apoyan al menemismo durante los '90, luego otra vez el diablo. Primero apoyan la venta de YPF, se prorrogan privatizaciones en el área de hidrocarburos, por otro lado estatizaciones y nueva demonización de las privatizaciones. Ni que hablar del enriquecimiento familiar, la compra de tierras fiscales a bajo costo y las pocas muestras de querer limpiar los focos de corrupción en el seno mismo del kirchnerismo (Skanska, Jaime, la famosa valija de Antonini Wilson). Sí, peco de ingenuo. Quisiera que un gobernante que habla sobre redistribución de la riqueza llevara un tren de vida como el de Pepe Mujica. También quisiera que en siete años se hubiera pensado en una reforma política seria, que entre otras cosas permita desaparatear el famoso aparato.
¿Realidad o apariencia de qué? Bueno, de eso tan amplio que llamamos "progresismo" y que tiene entre sus ingredientes una distribución más justa de la riqueza, respeto a los derechos de las minorías, promoción de prácticas democráticas y un largo etcétera. Eso que los Kirchner parecen sostener que son, pero que muchas veces parece acercarse al engaño.
Entiendo que en este principio de respuesta oculté muchas cosas. Primero que nada, todas las acciones que efectivamente (más allá de los discursos, que también son acciones) son progresistas: la casi impecable política de DDHH sobre lo ocurrido en la última dictadura (desde el simbolismo del cuadro de Videla, hasta la realidad de los juicios a los genocidas, desde el 24 de marzo feriado nacional hasta la ESMA como espacio de la memoria). La Corte Suprema de Justicia independiente. Las estatizaciones, sobre todo de las jubilaciones. El giro de timón en las relaciones exteriores, la integración con los países vecinos y los discursos y acciones contra los poderosos cuando hicieron falta. La política educativa, esto va con negrita. La política educativa. En % de presupuesto del PBI, inédito. En mejora de los sueldos de todos los que nos dedicamos a la enseñanza, en todos los ámbitos, en las universidades y los centros de investigación. (¿Se acuerdan cuando Cavallo mandó a lavar los platos a los científicos? Ahora miren lo que es el Conicet y el Ministerio de Ciencia y Técnica). Miren lo que es la cultura, el Canal Encuentro. Y un dato no menor. Recuerdo a Sofovich cortando la manzana con sus secretarias-gatos detrás, hoy en día está Capusotto en el mismo canal. Por supuesto la Asignación Universal por Hijo. La Ley de Medios. El apoyo (porque el proyecto no fue oficial) a la Ley de Matrimonio Igualitario. La política de no reprimir ni criminalizar las protestas políticas. La total subordinación de las FFAA al Poder Ejecutivo. La patada en el culo al FMI.
Por otro lado se me dirá lo siguiente. Que no se pueden abrir tantos frentes de batalla a la vez y que en el mundo de la política real (y no ideal, para volver a la contraposición platónica), se deben tejer y destejer diversas alianzas para poder realizar otras tantas acciones y enfrentar tales o cuales intereses. Concedo el punto.
Se me dirá también (y seguimos demoliendo la dicotomía de Platón), que en política debemos comparar no con un ideal, sino con otros reales. Que los ideales son (Kant) reguladores, horizontes que marcan un camino, pero no opciones reales. Que en este ámbito, en el de las sucias apariencias, en pocos años se han logrado cambios profundos hacia cierto ideal si comparamos a este gobierno con muchos otros. Digámoslo aún de otro modo, que lo ideal en política es que haya cambios reales y que muchos de éstos sucedieron, están sucediendo. Concedo el punto.
Agrego yo que la retórica política está siempre más cerca de los sofistas que del filósofo-rey, que descreo de los dogmatismos que defienden a capa y espada cada acción de gobierno como "la verdad revelada" y que una de las cosas más interesantes de este gobierno es ensuciar a los demás, en el sentido de que parecía antes que los políticos eran los que estaban sucios y creo que desde el kirchnerismo se puso en evidencia, se mostró, salió a la luz, lo que muchos quizás no querían ver, que sucios estamos todos, desde los conocidos grupos de poder hasta cada uno de los ciudadanos con sus pequeñas corruptelas. En otras palabras, que el mundo de las Ideas de Platón, es una promesa para giles, que pensar en eso es conservador, que aquí en el degradado mundo de lo aparente -el único que existe- tenemos que luchar por las opciones que nos parezcan mejores y por mejorar esas opciones.
La cuarta pregunta es de Pascal y sería más o menos así: ¿Cuándo vale la pena apostar? Apostar es jugarse la vida, o el sentido de la vida, no hay diferencia. Apostar es cerrar los ojos cuando hay que cerrarlos, es ese momento crucial (mi mejor amigo de la infancia, Aníbal, tenía una ruleta de juguete, conozco muy bien ese momento) del todo o nada, del ahora o nunca. Pascal calcula que es más conveniente creer en la existencia de Dios porque el beneficio si gana la apuesta (la vida eterna en la felicidad), es mucho mayor que el beneficio de ganar la contraria (la vida limitada con sus felicidades y sus desdichas).
Pascal apuesta, decide, porque la verdad (la existencia de Dios) no puede ser conocida. Se apuesta siempre, porque la verdad no se conoce nunca, esa es nuestra única certeza. La decisión es una mezcla de motivos, de cálculos como el de Pascal y también de esas famosas "razones del corazón, que la razón no entiende".
Hay gente que está a la espera de subirse al primer tren que pase cerca para apostar por él, siempre leí un facilismo en esa actitud: me sumerjo en la gracia divina o en el Partido. En ese caso la apuesta se realiza y se mantiene con fidelidad, aún si muchas veces el corazón o la razón nos indican que algo no nos gusta. Hay otras personas que en algunos aspectos no apuestan nunca, siempre leí un facilismo en esa actitud: me quedo a un costado mientras el mundo sucede, critico a todas las posiciones desde mi supuesta neutralidad, no pongo el cuerpo, ni la razón, ni el corazón.
Vuelvo a mi historia personal. Mi juventud me encontró en la década de 1990. La política era casi una mala palabra, Fukuyama había decretado el fin de la historia. Había caído el muro de Berlín. Se gestó lo que se conoció como el "Consenso de Washington". Otra vez vivimos la versión local de un fenómeno que nos excedía (1970: golpes de estado, 1980: retornos democráticos, 1990: neoliberalismo, 2000: progresismos con integración regional), pero que en ese entonces afirmaba que si había que hacer una apuesta en la vida, la política no tenía nada que ver en eso. La apuesta era individual, la palabra favorita era el "éxito" y el proyecto era personal. Los proyectos grupales no tenían sentido, ya habían sido resueltos, teníamos un ganador. Además, nos decían, la radicalización de la política de 1960 y 1970 no llevó a nada bueno. (En el doble sentido de "si en serio querés cambiar algo, ya sabés lo que te espera" y en el otro, donde la opción de la izquierda triunfó, acaba de morir por sí sola).
Lo que se vivió en esta década fue, todos lo dijeron ya, una vuelta de la política. Una revalorización de la apuesta política como tal. Un renacimiento de la militancia, una valorización de los colectivos sociales, de las organizaciones regionales, de la sindicalización, de los movimientos sociales de todos los colores y bandos. Y un gobierno muy receptivo a fogonear, recibir, atender, escuchar y dialogar con esos sectores. Cierto es que en muchos momentos el kirchnerismo no pudo dialogar con algunos sectores, es un gran defecto que debería revisar. Pero cierto también que fue uno de los pocos gobiernos que recibió como ningún otro a muchos ninguneados, a aquellos que Galeano llamaba "los nadies". La bisagra entre la década de los '90 y ésta fue el "que se vayan todos" del 2001. No había política que pudiera cambiar algo, todos eran corruptos, todos eran "de la vieja política", todos eran inservibles y actuaban en beneficio personal. No se podía apostar por nadie, esa era la sensación. La verdad era que esa podredumbre estaba en todos nosotros, no en la clase política. Y yo no sé qué pasará de ahora en adelante, pero creo que podemos volver a apostar. Y que el llanto tiene que ver con que algo despertó en nosotros. En mí.
La última pregunta se la voy a asignar a Cioran y sería algo así como ¿Qué hacés con aquello que te interpela? En la tradición filosófica es Sócrates el interpelador por excelencia. Aquel que allí encuentra su forma de actuar, molestando a cada uno de los atenienses, para que se revisen, para que reflexionen sobre sí mismos. Acuerdo con esta visión. Es el papel del filósofo interpelar. Pero en este caso es un político el que nos interpela. Este flaco, bizco y narigón, con actitudes de rocker peronista es el que nos interpela. El político tenía que ser aquel que atempere, que modere una discusión entre distintos actores sociales. Pues bien, Kirchner más bien pareció avivar esas polémicas. Y Polemos, lo sabemos, en griego quiere decir "guerra".
He aquí alguien que me incomoda, que me pone en un lugar de riesgo, que me obliga a pensarme. Y que lo hace desde el lugar más radical posible, desde la muerte. No esa muerte del descanso eterno, la muerte estatuaria. Más bien la muerte del instante mortal, del abandono, de la presencia fulgurante, del "ya no más". Y ahí nomás te enterás, te interpela esa muerte, que está ocurriendo, que te ocurre. Y llorás. Y sin saber todavía por qué, te encontrás en la Plaza, porque ya estabas ahí.
sábado, 30 de octubre de 2010
NÉSTOR KIRCHNER, INTERROGANTES 1
Pasando ya la etapa del duelo -esa transición entre el estupor, la tristeza, el desconsuelo, el horror vacui-, puedo sentarme y reflexionar. No es que descrea de lo que se escriba en caliente, en medio de la rabia o del dolor, pero la reflexión es algo que viene después, aunque se dé sincrónicamente, está en el ambito de lo meta, de la acción de segundo orden, de volvernos sobre aquello que sucede.
Estas reflexiones están hechas, como siempre pero esta vez más que nunca, desde lo que mucha gente da en llamar "lo personal". Parten, simplemente a modo de ordenamiento, desde algunos interrogantes que asigno a diversos filósofos y que me ayudan a estructurar la multiplicidad de lo que pasó a través mío, de lo que me atravesó en estos días.
La primera pregunta se la quiero asignar a Foucault y también a Freud, aunque estoy seguro de que ninguno la suscribiría formulada de esta manera. ¿Quién soy? Podría ser mejor ¿Cómo he llegado a ser lo que soy? y más que preguntar por la esencia de mi ser individual, se interroga por la historia que me llevó a devenir la multiplicidad en la que me reconozco. Me refiero a las prácticas y los discursos a los que he sido sometido y me he sometido en todos estos años. A la educación, a los mandatos y costumbres familiares, a los libros y diarios que he leído, a las personas con las que he hablado o discutido, a los sitios que he frecuentado, a los barrios en los que he vivido y caminado. En fin ¿quién soy yo que se sorprende a sí mismo llorando una tarde de miércoles por la muerte de un ex-presidente al que no votó? ¿Cuál es la extraña combinación de circunstancias que lograron esto? ¿Cuáles los disparadores, cuáles los significados? ¿Qué me genera esto que pasa en mí? ¿Cómo actúo? es decir, ¿Quién soy?
Para comenzar soy alguien que nunca votó al peronismo. Me reconozco más en algo cercano a la socialdemocracia, a Binner o Sabatella o Pino Solanas, salvando las distancias que los separan. En mi familia tampoco votaron nunca al peronismo, es increíble cómo la familia marca a fuego en esas cosas -religión, política y fútbol, esas cosas que no se discuten para no llegar a una pelea-. Sobre el peronismo originario, el de Perón, se contaba la anécdota de mi abuela, que era profesora de francés y de joven como muchos otros de familias educadas era más cercana al PC que al peronismo. Le exigieron que se afilie al peronismo para continuar dando clases y ella se negó y se quedó sin trabajo. Esa fue la anécdota medular del peronismo en mi familia. Por mi parte, el peronismo que yo viví fue el de la década del '90, el de Menem rifando el país, generando la mayor fiesta (pseudoprimermundista, mediática, tilinga, obscena), y la mayor miseria (el desguace del país, el desarmado de sus estructuras productivas y sociales).
Recuerdo que pocos días después de la caída de De la Rúa en diciembre del 2001 estaba yo en El Calafate, en esas jornadas donde no se sabía bien quién gobernaba y una señora de una pizzería me dijo "El que tendría que ser presidente es Néstor Kirchner, el gobernador de acá, ese sí que es bueno, pero nunca va a llegar porque no lo conoce nadie". Es verdad, yo no lo conocía. Desde la llegada de Kirchner a la presidencia se notó que pasaban cosas buenas, distintas. Hacia el final de su mandato yo afirmaba -junto con otros- que ese período presidencial era seguramente uno de los mejores de los últimos tiempos. Así lo afirmabamos, con muchas pinzas, diciendo "seguramente", diciendo "uno de los mejores", diciendo "los últimos tiempos". No voté a Cristina, lo voté a Pino Solanas.
¿Por qué entonces lloré? ¿Por qué fui a la Plaza? No son preguntas retóricas, cuando sucedió, hace unos días, fueron primero las reacciones y después las reflexiones. Si a uno le sucede algo de este tenor, tiene que hacerse varias preguntas.
La segunda pregunta se desprende un poco de lo anterior y es la de Sócrates, la pregunta por la esencia: ¿Qué es el peronismo?
Sabemos bien que no podemos responder fácilmente a esta pregunta. Sócrates mismo lo sabía y muchos de sus diálogos terminaban aporéticamente. Sin salida, sin una solución clara, con un recorrido de múltiples respuestas posibles. Más allá de la anécdota de mi abuela y de mis vivencias durante la década del '90, leí bastante sobre el peronismo de Perón y entendía que era una particular forma de llevar las riendas del poder, en general muy eficiente. Que le dio voz y voto a sectores hasta ese momento invisibles. Que asignó derechos a los trabajadores y que distribuyó la riqueza entre ellos como nadie hasta ese momento. Que todo eso se gestó sobre un trasfondo más bien fascista-conservador, como se evidenció desde temprano, pero se terminó de ver con la vuelta de Perón en 1973. Eso era a grandes rasgos lo que yo entendía por peronismo y discutía fervorosamente tanto con quienes pensaban que era la culpa de todos nuestros males, como con quienes creían que era nuestra única posibilidad y la suma de la felicidad del pueblo.
Pero a pesar de los libros de historia, tuvo que llegar el kirchnerismo para que yo me pudiera hacer una idea mucho mejor, mucho más cercana de aquel peronismo que no había vivido. De las divergencias que habían surgido. No sólo por lo que se llama despectivamente "populismo", sino sobre todo por lo que se llama "gorilismo". Claro, durante la década del '90 no había gorilismo porque la derecha gobernaba en una perversa e inédita coalición con el peronismo. Pero con Kirchner salió a la luz. ¡Y de qué manera! Nunca hubiera imaginado cuánto odio, cuánto rencor de clase, de piel, cuánta ignorancia puede haber en algunas personas que, paradojalmente, creen ser las poseedoras de la "buena educación" y el "ser nacional". No me gusta santificar a los pobres, ni a los muertos, ni creo que los "descamisados" sean los verdaderos argentinos, creo que la categoría de "pueblo" es un campo de batalla y sospecho de cualquiera que clame victoria sobre él. ¡Pero qué asco señores gorilas! ¡Cuánta ignorancia!
Sigo sin saber qué es el peronismo. No creo que el kirchnerismo se haya acercado más a su "esencia" que sus predecesores. Duhalde, Menem y Ruckauf son tan peronistas como Kirchner. Pero sí sé que ahora comprendo, comprendo mucho más que antes.
(continúa...)
martes, 26 de octubre de 2010
BARTLEBY
Una de las apuestas más lúcidas de Michel Foucault en su Historia de la locura en la época clásica, es la relación que establece entre los locos y toda otra población de internados que en el siglo XVII comienza a encerrarse en instituciones como el Hôpital Général de Paris. Estos lugares de encierro ostentan un poder policíaco sobre la población de la ciudad y allí son llevados pobres, desocupados, vagabundos, jóvenes revoltosos.
La hospitalidad de la nueva sociedad burguesa encierra a pobres y vagabundos, los locos por supuesto son también puestos en seguridad, excluidos en los mismos hospitales. Si antes la pobreza o la locura podían llegar a ser santas, en este siglo hay culpabilidad en esos individuos que no parecen querer adaptarse a la nueva ética del trabajo. Así es que la sociedad los hospitaliza, los interna en estas nuevas instituciones, que más que hospitales son lugares que hoy podríamos llamar "correccionales" con un importante poder de policía.
En 1856 Herman Melville, el autor de la extraordinaria novela Moby Dick, publica el libro de relatos Cuentos de Piazza, donde se encuentra el conocido "Bartleby, el escribiente".
Bartleby comienza a trabajar como ayudante de un escribano y pronto muestra con algunas actitudes que no es como los demás empleados. Es el jefe de Bartleby el que narra la historia.
"Repetí mi solicitud con la voz más clara que pude poner, y con la misma claridad me llegó la respuesta de antes:
-Preferiría no hacerlo.
-"Preferiría no hacerlo" -repetí, levantándome de puro nervio y cruzando el cuarto de una zancada.- ¿Qué quiere decir? ¿Se ha vuelto loco? Quiero que me ayude a comparar esta hoja... Cójala- y se la tiré.
-Preferiría no hacerlo -dijo-."
Esta es la frase que quedará para la historia. Preferiría no hacerlo. El jefe le dice que se ha vuelto loco. Puesto que parecía ser normal, parecía saber trabajar y saber obedecer las órdenes de un superior. Pero no, en un determinado momento, se vuelve loco. Así, el jefe se pregunta:
"¿Cómo podía entonces un ser humano, con las imperfecciones inherentes a nuestra naturelza, abstenerse de soltar toda clase de amargos improperios sobre semejante perversidad, semejante sinrazón?"
Y a pesar de toda la buena voluntad que el jefe de Bartleby parece tener, de su genuino intento de comprender qué le puede pasar a este "pobre hombre", no va a haber solución alguna hasta que el problema se transforme en una cuestión policíaca. Y es que Bartleby no tiene ningún papel posible en la sociedad moderna, lo mismo da si está loco o si es un vago. Se lo encierra porque no se sabe qué hacer con él, nadie sabe. A la vez que representa un peligro aún sordo, pero patente, Bartleby prefiere no, su postura sostiene una decisión, no una imposibilidad.
En el momento en que decide no trabajar, Bartleby hace de sí mismo un problema policial. Foucault lo explica muy bien citando a Voltaire:
"¿Cómo? ¿Desde la época en que os constituisteis, hasta hoy, no habéis podido encontrar el secreto para obligar a todos los ricos a hacer trabajar a todos los pobres? Vosotros, pues, no tenéis ni los primeros conocimientos de policía."
La hospitalidad de la nueva sociedad burguesa encierra a pobres y vagabundos, los locos por supuesto son también puestos en seguridad, excluidos en los mismos hospitales. Si antes la pobreza o la locura podían llegar a ser santas, en este siglo hay culpabilidad en esos individuos que no parecen querer adaptarse a la nueva ética del trabajo. Así es que la sociedad los hospitaliza, los interna en estas nuevas instituciones, que más que hospitales son lugares que hoy podríamos llamar "correccionales" con un importante poder de policía.
En 1856 Herman Melville, el autor de la extraordinaria novela Moby Dick, publica el libro de relatos Cuentos de Piazza, donde se encuentra el conocido "Bartleby, el escribiente".
Bartleby comienza a trabajar como ayudante de un escribano y pronto muestra con algunas actitudes que no es como los demás empleados. Es el jefe de Bartleby el que narra la historia.
"Repetí mi solicitud con la voz más clara que pude poner, y con la misma claridad me llegó la respuesta de antes:
-Preferiría no hacerlo.
-"Preferiría no hacerlo" -repetí, levantándome de puro nervio y cruzando el cuarto de una zancada.- ¿Qué quiere decir? ¿Se ha vuelto loco? Quiero que me ayude a comparar esta hoja... Cójala- y se la tiré.
-Preferiría no hacerlo -dijo-."
Esta es la frase que quedará para la historia. Preferiría no hacerlo. El jefe le dice que se ha vuelto loco. Puesto que parecía ser normal, parecía saber trabajar y saber obedecer las órdenes de un superior. Pero no, en un determinado momento, se vuelve loco. Así, el jefe se pregunta:
"¿Cómo podía entonces un ser humano, con las imperfecciones inherentes a nuestra naturelza, abstenerse de soltar toda clase de amargos improperios sobre semejante perversidad, semejante sinrazón?"
Y a pesar de toda la buena voluntad que el jefe de Bartleby parece tener, de su genuino intento de comprender qué le puede pasar a este "pobre hombre", no va a haber solución alguna hasta que el problema se transforme en una cuestión policíaca. Y es que Bartleby no tiene ningún papel posible en la sociedad moderna, lo mismo da si está loco o si es un vago. Se lo encierra porque no se sabe qué hacer con él, nadie sabe. A la vez que representa un peligro aún sordo, pero patente, Bartleby prefiere no, su postura sostiene una decisión, no una imposibilidad.
En el momento en que decide no trabajar, Bartleby hace de sí mismo un problema policial. Foucault lo explica muy bien citando a Voltaire:
"¿Cómo? ¿Desde la época en que os constituisteis, hasta hoy, no habéis podido encontrar el secreto para obligar a todos los ricos a hacer trabajar a todos los pobres? Vosotros, pues, no tenéis ni los primeros conocimientos de policía."
viernes, 22 de octubre de 2010
ESPECIES DE ESPACIOS
El nomadismo es un modo de vitalidad que no encuentra su centro en ninguna parte, que se sabe permanentemente en camino, que recorre, esquiva y traza sin echar raíces ni construir ciudades amuralladas. Su hábitat es la periferia, el desierto, desde allí opera su máquina de guerra. Su opuesto es el imperio, que ejerce un control territorial desde su centro, su capital, su ciudad de cabecera. El poder del imperio emana desde las relaciones que se construyen sólidamente con este espacio central ocupado permanentemente. Su objetivo último es la eliminación de cualquier desierto, su conquista. El modo de conquistar y territorializar del imperio puede entenderse, de acuerdo a lo que Deleuze-Guattari afirma en Mil Mesetas, desde el juego del ajedrez.
"El ajedrez es un juego de Estado, o de corte, el emperador de China lo practicaba. Las piezas de ajedrez están codificadas, tienen una naturaleza interna o propiedades intrínsecas, de las que derivan sus movimientos, sus posiciones, sus enfrentamientos. Están cualificadas, el caballo siempres es un caballo, el alfil un alfil, el peón un peón. Cada una es como un sujeto de enunciado, dotado de un poder relativo; y esos poderes relativos se combinan en un sujeto de enunciación, el propio jugador de ajedrez o la forma de interioridad del juego."
El ajedrecista Borges lo comprendió quizás más que nadie y así canta la esclavitud de las piezas en su famoso poema:
"Los peones del go, por el contrario, son bolas, fichas, simples unidades aritméticas, cuya única función es anónima, colectiva o de tercera persona: "El" avanza, puede ser un hombre, una mujer, una pulga o un elefante. Los peones del go son los elementos de un agenciamiento maquínico no subjetivado, sin propiedades intrínsecas, sino únicamente de situación."
"El ajedrez es claramente una guerra, pero una guerra institucionalizada, regulada, codificada, con un frente, una retaguardia, batallas. Lo propio del go, por el contrario, es una guerra sin línea de combate, sin enfrentamiento y retaguardia, en último extremo, sin batalla: pura estrategia, mientras que el ajedrez es una semiología."
Muchas veces escucho a gente que se lamenta porque en nuestras tierras nunca tuvimos pueblos originarios con "civilizaciones tan avanzadas como los incas, los mayas o los aztecas". Aquí teníamos indios que no afincaban, aquí habitaba el salvaje, el nómade, el que recorre las estepas, las pampas, los desiertos. Patagones, querandíes, matacos. Aquellos que no montan jamás una civilización, un imperio, ni cierran un sentido. Los querandíes fueron los indios nómades que incendiaron la recién fundada Buenos Aires, la polis naciente.
No se debatían en aquel momento fundacional de nuestra civilización, simplemente dos fuerzas: una originaria y otra invasora. Entraban en conflicto, una para la otra, dos formas de entender los espacios. Terminemos nuevamente con la máquina Deleuze-Guattari.
"No se trata del mismo espacio: en el caso del ajedrez, se trata de distribuir un espacio cerrado, así pues, de ir de un punto a otro, de ocupar un máximo de casillas con un mínimo de piezas. En el go, se trata de distribuirse en un espacio abierto, de ocupar el espacio, de conservar la posibilidad de surgir en cualquier punto: el movimiento ya no va de un punto a otro, sino que deviene perpetuo, sin meta ni destino, sin salida ni llegada."
"El ajedrez es un juego de Estado, o de corte, el emperador de China lo practicaba. Las piezas de ajedrez están codificadas, tienen una naturaleza interna o propiedades intrínsecas, de las que derivan sus movimientos, sus posiciones, sus enfrentamientos. Están cualificadas, el caballo siempres es un caballo, el alfil un alfil, el peón un peón. Cada una es como un sujeto de enunciado, dotado de un poder relativo; y esos poderes relativos se combinan en un sujeto de enunciación, el propio jugador de ajedrez o la forma de interioridad del juego."
El ajedrecista Borges lo comprendió quizás más que nadie y así canta la esclavitud de las piezas en su famoso poema:
No saben que la mano señalada
del jugador gobierna su destino,
no saben que un rigor adamantino
sujeta su albedrío y su jornada.
También el jugador es prisionero
(la sentencia es de Omar) de otro tablero
de negras noches y blancos días.
del jugador gobierna su destino,
no saben que un rigor adamantino
sujeta su albedrío y su jornada.
También el jugador es prisionero
(la sentencia es de Omar) de otro tablero
de negras noches y blancos días.
Cada una de las piezas tiene su sentido en la totalidad del sistema de ocupación, cada pieza hace sistema en tanto cumple su función y respeta la gramática del juego.
El otro modo de ocupar el espacio es, dijimos, el del nómade que desterritorializa el aparato estatal con su máquina de guerra. El juego que le corresponde no es el ajedrez que aprisiona sentidos y codifica significantes, sino el juego del go. Volvamos a Mil Mesetas.
El otro modo de ocupar el espacio es, dijimos, el del nómade que desterritorializa el aparato estatal con su máquina de guerra. El juego que le corresponde no es el ajedrez que aprisiona sentidos y codifica significantes, sino el juego del go. Volvamos a Mil Mesetas.
"Los peones del go, por el contrario, son bolas, fichas, simples unidades aritméticas, cuya única función es anónima, colectiva o de tercera persona: "El" avanza, puede ser un hombre, una mujer, una pulga o un elefante. Los peones del go son los elementos de un agenciamiento maquínico no subjetivado, sin propiedades intrínsecas, sino únicamente de situación."
"El ajedrez es claramente una guerra, pero una guerra institucionalizada, regulada, codificada, con un frente, una retaguardia, batallas. Lo propio del go, por el contrario, es una guerra sin línea de combate, sin enfrentamiento y retaguardia, en último extremo, sin batalla: pura estrategia, mientras que el ajedrez es una semiología."
Muchas veces escucho a gente que se lamenta porque en nuestras tierras nunca tuvimos pueblos originarios con "civilizaciones tan avanzadas como los incas, los mayas o los aztecas". Aquí teníamos indios que no afincaban, aquí habitaba el salvaje, el nómade, el que recorre las estepas, las pampas, los desiertos. Patagones, querandíes, matacos. Aquellos que no montan jamás una civilización, un imperio, ni cierran un sentido. Los querandíes fueron los indios nómades que incendiaron la recién fundada Buenos Aires, la polis naciente.
No se debatían en aquel momento fundacional de nuestra civilización, simplemente dos fuerzas: una originaria y otra invasora. Entraban en conflicto, una para la otra, dos formas de entender los espacios. Terminemos nuevamente con la máquina Deleuze-Guattari.
"No se trata del mismo espacio: en el caso del ajedrez, se trata de distribuir un espacio cerrado, así pues, de ir de un punto a otro, de ocupar un máximo de casillas con un mínimo de piezas. En el go, se trata de distribuirse en un espacio abierto, de ocupar el espacio, de conservar la posibilidad de surgir en cualquier punto: el movimiento ya no va de un punto a otro, sino que deviene perpetuo, sin meta ni destino, sin salida ni llegada."
miércoles, 20 de octubre de 2010
EL FILÓSOFO CULEADO
Los filósofos. Sus interminables referencias de unos a otros y de unos en otros. Podría leerse la historia de la filosofía como un gigantesco mapa de la homosexualidad -y ya no, como se quiere muchas veces, del autoerotismo, que de todas maneras es una forma de homosexualidad-.
Para Gilles Deleuze -filósofo del mapa por excelencia-, la relación con la historia de la filosofía, con los filósofos que lo precedieron, esto que muchas veces se nombra como apropiación, interpretación, comentario, explicación, tiene en este caso el nombre de sodomización.
"el modo de liberarme que utilizaba en aquella época consistía, según creo, en concebir la historia de la filosofía como una especie de sodomía o, dicho de otra manera, de inmaculada concepción. Me imaginaba acercándome a un autor por la espalda y dejándole embarazado de una criatura que, siendo suya, sería sin embargo monstruosa. Era muy importante que el hijo fuera suyo, pues era preciso que el autor dijese efectivamente todo aquello que yo le hacía decir; pero era igualmente necesario que se tratase de una criatura monstruosa, pues había que pasar por toda clase de descentramientos, deslizamientos, quebrantamientos y emisiones secretas, que me causaron gran placer."
Así, importa no solamente el hecho del placer que reporta el acto sodomítico, sino también el producto en tanto monstruo, en tanto criatura híbrida que el otro filósofo debe gestar y parir como hijo propio. Mejor dicho, el placer se monta específicamente sobre lo que hace de este acto de apareamiento contra-natura, una naturaleza quebrantada. La "inmaculada concepción" es casi una violación (en este sentido entiendo que Deleuze replica el concepto de la inmaculada concepción de la Virgen María, en la que un enviado de Dios le avisa lo que ha sucedido una vez realizado el acto), un "en ti fecundo un monstruo". Después de todo, siguiendo con la analogía, Cristo es también un ser monstruoso, un humano a medias, condición que lo llevará a la vez a la condena y a la salvación.
En base a esta confesión deleuziana, la filósofa francesa Chantal Jaquet realiza una distinción entre dos tipos de filósofos culeadores: "el culeador que culea y el culeador culeado". Habría así filósofos a los que no se puede abordar por la espalda, sin que sea uno el que termina pariendo la criatura. Nietzsche es el caso paradigmático. Y claro, todos conocemos el fecundo poder nietzscheano, seguramente no haya filósofo más potente que él.
Por supuesto, es Platón el que tematiza esta cuestión por primera vez dentro del círculo de la filosofía en su famoso Symposium. En esta obra que hace una conocida apología de la relación homosexual-pedagógica, afirma Sócrates que quien es fecundo en el alma (el maestro), queda prendado de la belleza del discípulo y engendra en él "bellos razonamientos". Ahora bien, esta criatura engendrada mediante la sodomía, otra vez no es, no puede (como toda inmaculada concepción) ser humana. Escuchemos a Diotima en boca de Sócrates:
"Y todo el mundo preferiría para sí haber engendrado tales hijos en lugar de los humanos."
¿Pues quién podría elegir la creación de lo mismo cuando se puede crear lo otro? La homosexualidad permite el nacimiento de lo verdaderamente hetero, del monstruo, de la otredad. El otro dicotómico (hombre o mujer, nene o nena), ese hetero, es un otro falso, porque pertenece a lo humano.
¡Qué placer más grande que el de engendrar monstruos! Sabemos que la razón es neurótica y que sólo en sueños se atreve a confesar ese deseo .
Pero ya hemos aprendido la lección deleuziana:
"Ello funciona en todas partes, bien sin parar, bien discontinuo. Ello respira, ello se calienta, ello come. Ello caga, ello besa."
Para Gilles Deleuze -filósofo del mapa por excelencia-, la relación con la historia de la filosofía, con los filósofos que lo precedieron, esto que muchas veces se nombra como apropiación, interpretación, comentario, explicación, tiene en este caso el nombre de sodomización.
"el modo de liberarme que utilizaba en aquella época consistía, según creo, en concebir la historia de la filosofía como una especie de sodomía o, dicho de otra manera, de inmaculada concepción. Me imaginaba acercándome a un autor por la espalda y dejándole embarazado de una criatura que, siendo suya, sería sin embargo monstruosa. Era muy importante que el hijo fuera suyo, pues era preciso que el autor dijese efectivamente todo aquello que yo le hacía decir; pero era igualmente necesario que se tratase de una criatura monstruosa, pues había que pasar por toda clase de descentramientos, deslizamientos, quebrantamientos y emisiones secretas, que me causaron gran placer."
Así, importa no solamente el hecho del placer que reporta el acto sodomítico, sino también el producto en tanto monstruo, en tanto criatura híbrida que el otro filósofo debe gestar y parir como hijo propio. Mejor dicho, el placer se monta específicamente sobre lo que hace de este acto de apareamiento contra-natura, una naturaleza quebrantada. La "inmaculada concepción" es casi una violación (en este sentido entiendo que Deleuze replica el concepto de la inmaculada concepción de la Virgen María, en la que un enviado de Dios le avisa lo que ha sucedido una vez realizado el acto), un "en ti fecundo un monstruo". Después de todo, siguiendo con la analogía, Cristo es también un ser monstruoso, un humano a medias, condición que lo llevará a la vez a la condena y a la salvación.
En base a esta confesión deleuziana, la filósofa francesa Chantal Jaquet realiza una distinción entre dos tipos de filósofos culeadores: "el culeador que culea y el culeador culeado". Habría así filósofos a los que no se puede abordar por la espalda, sin que sea uno el que termina pariendo la criatura. Nietzsche es el caso paradigmático. Y claro, todos conocemos el fecundo poder nietzscheano, seguramente no haya filósofo más potente que él.
Por supuesto, es Platón el que tematiza esta cuestión por primera vez dentro del círculo de la filosofía en su famoso Symposium. En esta obra que hace una conocida apología de la relación homosexual-pedagógica, afirma Sócrates que quien es fecundo en el alma (el maestro), queda prendado de la belleza del discípulo y engendra en él "bellos razonamientos". Ahora bien, esta criatura engendrada mediante la sodomía, otra vez no es, no puede (como toda inmaculada concepción) ser humana. Escuchemos a Diotima en boca de Sócrates:
"Y todo el mundo preferiría para sí haber engendrado tales hijos en lugar de los humanos."
¿Pues quién podría elegir la creación de lo mismo cuando se puede crear lo otro? La homosexualidad permite el nacimiento de lo verdaderamente hetero, del monstruo, de la otredad. El otro dicotómico (hombre o mujer, nene o nena), ese hetero, es un otro falso, porque pertenece a lo humano.
¡Qué placer más grande que el de engendrar monstruos! Sabemos que la razón es neurótica y que sólo en sueños se atreve a confesar ese deseo .
Pero ya hemos aprendido la lección deleuziana:
"Ello funciona en todas partes, bien sin parar, bien discontinuo. Ello respira, ello se calienta, ello come. Ello caga, ello besa."
lunes, 18 de octubre de 2010
DIARIO DE UN LOCO
Aproximadamente en el año 1840 Nikolái Gógol escribe un pequeño relato titulado Diario de un loco, que comienza así:
"3 de octubre. Hoy ha tenido lugar un acontecimiento extraordinario."
Me interesa ver cómo se construye, cuáles son las características de este personaje que está -que se va volviendo cada vez más- loco. El primer rasgo que salta a la vista, es la pérdida del registro temporal. A medida que avanza el diario, el protagonista va siendo cada vez más errático con las fechas, hasta que llegamos a leer entradas encabezadas así:
"86 de marzo." , "Cierta fecha." , "Día 1" , "Enero del mismo año, que tuvo lugar después de febrero." , "Día 34 de febrero de 343"
El segundo rasgo es quizás más habitual, pero no por eso menos importante. El protagonista se enamora. Se enamora -no podría ser de otra manera- de una joven que jamás podrá corresponderlo, más bien se burla de él. La confirmación de esta distancia no puede hacer más que exacerbar la locura de Ivanovich. La lógica de la locura encontrará su punto de no retorno en el momento en que, convencido de que ella ama a un hombre con mayor estatus social, Ivanovich se presente intempestivamente en el cuarto de Sofía afirmando que es el Rey de España.
"Año 2000. 3 de abril. ¡Hoy es un gran día! ¡En España hay un rey! ¡Por fin se ha encontrado! Y este rey soy yo. Reconozco: parece ser que me ha iluminado un rayo."
Pero el 'acontecimiento extaordinario' con el que comienza el diario, aquello que de alguna manera pone sobre seguro el desfasaje de Ivanovich respecto de su lugar de Consejero Titular en la estructura burocrática rusa, es el nuevo lenguaje que adquiere. Puede escuchar cómo los perros hablan. Inclusive llega a secuestrar las cartas que se escriben entre ellos.
"Al tocar la campanilla, vino a abrirme una joven bastante bonita, con la cara salpicada de pecas; era la misma que acompañaba a la anciana. Se ruborizó un poco al verme, y yo comprendí en seguida que ansiaba tener novio.
-¿Qué desea?- me preguntó.
-Necesito hablar con su perrita -le respondí.
La joven era tonta y yo lo noté en seguida."
En 1918 Lu Shin (o Lu Xun), que tradujo parte de la obra de Gógol al chino, también escribió un relato corto titulado Diario de un loco. En este caso, luego de una breve introducción del personaje a cuyas manos llega el diario en cuestión, la primera línea comienza:
"Hoy la luna brilla esplendorosamente."
Esta vez el primer indicio de desequilibrio en el protagonista viene de la mano de una paranoia que no puede ocultarse:
"Esta mañana, cuando salí cautelosamente de mi casa, el señor Chao tenía un extraño brillo en sus ojos, como si me tuviera miedo, o como si quisiera matarme. También había otras siete u ocho personas que se pusieron a hablar de mí."
Aquí nuevamente la señal inequívoca de la locura viene de la mano de la animalidad, de la pérdida de lo humano que, venciendo el tabú de la antropofagia, pronto se transforma en posibilidad bestial:
"Lo que quieren es comerle la carne a uno. Y quieren comerla muerta. Recuerdo haber leído en alguna parte que hay una bestia espantosa llamada 'hiena' que sólo come carne carroña. Hasta los huesos más grandes los deshace en pedacitos y los come: sólo el pensar en eso me aterra. Las hienas tienen algo que ver con los lobos, y los lobos pertenecen a las especies caninas. El otro día el perro de la familia Chao me miró varias veces; es evidente que también él entró en la conjura y se ha vuelto cómplice de ellos."
Un hombre loco es un hombre que ha devenido otro de sí y de sus semejantes. Ha traspasado los límites hasta llegar a lo inhumano. Y allí se encuentra con la animalidad y con una verdad distinta a la que podía acceder como hombre, esta verdad es la de la amenaza velada que está a la base de la sociedad en la que el hombre se mueve. Michel Foucault afirma que la relación entre locura y verdad -esta otra verdad- que portaría la voz del loco, es una característica que ha sido silenciada por las prácticas y los discursos de la psiquiatria positivista del siglo XIX. En Historia de la locura en la época clásica podemos leer: "va a ser ahora el animal, el que acechará al hombre, se apoderará de él, y le revelará su propia verdad."
¿Y cuál es esta verdad que el loco instala? Volvamos al texto de Lu Xun.
"Acabo de comprender que he estado viviendo todos estos años en un lugar donde durante cutro mil años han devorado carne humana. [...] ¿Cómo puede un hombre como yo, después de cuatro mil años de historia en que los hombres se devoraron unos a otros -aunque no haya sabido nada hasta ahora- mirar alguna vez cara a cara a hombres verdaderos?"
Quiero terminar con una observación sobre el doble camino que, a mi juicio, recorre el tránsito hacia lo inhumano. Un camino que podríamos denominar interior, que despierta la animalidad salvaje que estaba ya en algún lugar recóndito del hombre. Otro camino que podemos llamar celeste, que recibe un influjo de la divinidad o de los astros y que conecta -como poniendo en suspensión lo humano que habita entre el animal interior y el cuerpo celeste- con la bestia.
La figura celeste por excelencia es la luna y el animal es -como lo dice el texto de Lu Xun, el lobo. El hombre-lobo se alimenta de carne humana, como todos los que el loco ve a su alrededor, como toda la civilización china. El lunático es aquel influenciado por los poderes del astro que revela el animal oculto en las entrañas de lo humano. No en vano el diario comienza diciendo
"Hoy la luna brilla esplendorosamente."
También Ivanovich, el personaje del relato de Gógol, siente como si un rayo lo hubiera iluminado. Y una vez recluido en un hospital psiquiátrico exhorta de esta manera a los hombres que imagina bajo su mando.
"Caballeros, salvemos a la Luna, porque la Tierra quiere sentarse encima de ella."
miércoles, 13 de octubre de 2010
STULTIFERA NAVIS
En 1975 Jack Nicholson protagoniza una película inolvidable titulada originalmente One flew over the Cuckoo's Nest traducida como Atrapado sin salida. Es la historia de un hombre (delincuente y vago) que es llevado desde una cárcel a un hospital psiquiátrico para evaluar si efectivamente está loco o es un farsante que no quiere hacer los trabajos pesados que debería en la cárcel.
Tal como sucede en Hombre mirando al sudeste y en otras narraciones sobre la locura, la cuestión de intentar definir a ciertos individuos de un lado o del otro de la locura (enfermo o sano, alienado o alienígena, tonto o farsante), termina poniendo en juego la estructura misma de los tratamientos psiquiátricos manicomiales. De tal manera que, independientemente de que la narración decida o no resolver la incógnita sobre la "verdadera locura" del individuo, éste termina sufriendo las consecuencias de la prácticas del encierro, las rutinas y terapias del hospital psiquiátrico, que se encargan de ir minando aquella condición primera en la que ingresó al mismo.
En su Historia de la locura en la época clásica, Michel Foucault le dedica un breve espacio a este tema y explica que esta distinción entre razón y sinrazón le importa al derecho, en tanto éste quiere saber si la persona es o no responsable y en consecuencia sujeto de derecho.
"Por el contrario, en el mundo del internamiento, poco importa saber si la razón ha sido afectada en realidad", la lógica del internado de la época clásica supone una ligazón entre hacerse pasar por loco y volverse realmente loco, se trata de la mala voluntad. Contrariamente al mundo del derecho donde la locura afecta a la razón y hace inocente a la persona, en el internamiento la locura lo hace culpable y así sea criminal, loco o fingidor, ha encontrado su lugar de encierro.
Pero no quiero ahora profundizar en el problema de la definición del individuo a uno u otro lado de la locura. Me interesa tratar otro aspecto que tiene que ver con la navegación. Aparece en el Renacimiento la figura de La Nave de los Locos. En textos satíricos, en pinturas, en el imaginario de la época cobra relevancia esta embarcación repleta de locos librados a la navegación, que no sólo busca llevar a estos personajes allí donde no molesten; el agua y la navegación son elementos importantes de esta narración. Escuchemos a Foucault:
"El agua agrega la masa oscura de sus propios valores; ella lo lleva, pero hace algo más, lo purifica; además, la navegación libra al hombre a la incertidumbre de su suerte; cada uno queda entregado a su propio destino, pues cada viaje es, potencialmente, el último. Hacia el otro mundo es adonde parte el loco en su loca barquilla; es del otro mundo de donde viene cuando desembarca. La navegación del loco es, a la vez, distribución rigurosa y tránsito absoluto. En cierto sentido, no hace más que desplegar, a lo largo de una geografía mitad real y mitad imaginaria, la situación liminar del loco en el horizonte del cuidado del hombre medieval, situación simbolizada y también realizada por el privilegio que se otorga al loco de estar encerrado en las puertas de la ciudad; su exclusión debe recluirlo; si no puede ni debe tener como prisión más que el mismo umbral, se le retiene en los lugares de paso. Es puesto en el interior del exterior, e inversamente. Posición altamente simbólica, que seguirá siendo suya hasta nuestros días, con sólo que admitamos que la fortaleza de antaño se ha convertido en el castillo de nuestra conciencia."
¿Hacia dónde pues, se dirigen los locos cuando el personaje de Jack Nicholson logra escapar con todos ellos del hospital psiquiátrico? A embarcarse, pues el único lugar que pueden ocupar fuera de la institución psiquiátrica, es otro lugar de encierro pero que esta vez es, paradojalmente, el espacio de mayor libertad. En el mar comienza todo viaje, toda posibilidad de experimentación de lo extranjero. El navegante es el nómade por excelencia, aquel que obliga a redefinir continuamente la noción misma de límite. El loco en el barco, según Foucault "está prisionero en medio de la más libre y abierta de las rutas: está sólidamente encadenado a la encrucijada infinita. Es el Pasajero por excelencia, o sea, el prisionero del viaje."
"Para poder descubrir América, Colón tuvo que iniciar el viaje en compañía de locos." Afirma André Breton en el Primer Manifiesto Surrealista. Esa tripulación, mezcla de insensatos, vagabundos y delincuentes, era la única compañía posible para un viaje que estaba destinado -aún en la ignorancia del propio Colón- a descubrir un Nuevo Mundo.
sábado, 9 de octubre de 2010
IMAGINE
Algunas reflexiones al paso sobre la canción más conocida de John Lennon a 70 años de su nacimiento.
Lennon sostiene que hay dos grandes motivos que llevan a que matemos a otra persona (de eso se trata la guerra, de gente que mata a otra gente por alguna causa). Estos dos motivos son la religión y el nacionalismo.
La primera condición para la paz es dejar de ver trascendencia, porque en nombre de ella la gente mata. Después de todo, aunque parezca extraño, no hay gran diferencia entre la Nación y muchas de las religiones. En ambos casos hay una entidad mucho más importante que los hombres, a tal punto que ellos son sacrificables en Su nombre.
El proceso de secularización de la modernidad trasladó las propiedades divinas al nuevo Dios mortal, al Leviatán, el Estado-Nación moderno.
El es todo-poderoso, decide sobre la vida y la muerte de las personas. Hace cumplir sus mandatos, impone rituales y obligaciones, protege a los ciudadanos entre sí y contra un enemigo externo. Pide sacrificios en su nombre. Todo esto también lo pide el Dios monoteísta.
Luego aparece el tercer aspecto que lleva a la guerra: las posesiones, el no compartir, el hecho de no poder tener una propiedad común. La propiedad privada tiene un hambre ilimitada, es codiciosa e insaciable.
La solución, dice Lennon, no puede venir de unos pocos. Pocas personas pensando como Lennon son sólo un puñado de soñadores.
Si un día se unen...
Me gustaría subrayar que el final "And the world will live as one" me asusta un poco. Tiene, a mi juicio, cierto tufillo totalitario. Una invitación a afirmar el fin de la historia.
Forzando la interpretación, uno puede leer lo siguiente: Lennon pide un mundo de paz que se daría sin religión, sin naciones y sin propiedad privada. Lo más cercano a eso es la propuesta del comunismo. Se plantea efectivamente como internacional y ateo, cruza las fronteras del Estado-Nación uniendo a todos los proletarios para luego eliminar las contradicciones entre clases y por supuesto, la propiedad privada. Y dejaría de ser un sueño para transformarse en realidad cuando los proletarios del mundo se unieran.
Se piensa como una solución total, la llegada a un definitivo estado de Paz. Si no hay lucha de clases, se acaban las grandes hipótesis de conflicto. Y llega la Paz de la mano de la solución total. Pero esta solución total es como su nombre mismo lo indica, totalitaria. Un mundo que viva "as one", con un pensamiento único. Y al que quiere pensar distinto... le damos con la Paz por la cabeza.
De todas maneras, dijimos que esta interpretación es muy forzada, no es lo que Lennon tenía en mente cuando compuso esta canción, de hecho él tenía diferencias explícitas con los regímenes comunistas como podemos ver en la canción Revolution.
Quiero terminar llamando la atención sobre un viejo problema. Lennon efectivamente identifica muy bien cuáles son los imaginarios (el Cielo y el Infierno, la Patria) que debemos erradicar para no vivir bajo su yugo. ¿Pero podemos vivir en un mundo desencantado? ¿Donde las estrellas sean simplemente cúmulos de energía que se disipan y no digan nada sobre nuestro destino? ¿Podemos vivir sólo para el día de hoy?
¿Es el precio de la paz vivir en un mundo sin imaginación?
Imagine there's no countries /
It isn't hard to do /
Nothing to kill or die for /
And no religion too /
Imagine all the people /
Living life in peace...
It isn't hard to do /
Nothing to kill or die for /
And no religion too /
Imagine all the people /
Living life in peace...
Lennon sostiene que hay dos grandes motivos que llevan a que matemos a otra persona (de eso se trata la guerra, de gente que mata a otra gente por alguna causa). Estos dos motivos son la religión y el nacionalismo.
La primera condición para la paz es dejar de ver trascendencia, porque en nombre de ella la gente mata. Después de todo, aunque parezca extraño, no hay gran diferencia entre la Nación y muchas de las religiones. En ambos casos hay una entidad mucho más importante que los hombres, a tal punto que ellos son sacrificables en Su nombre.
El proceso de secularización de la modernidad trasladó las propiedades divinas al nuevo Dios mortal, al Leviatán, el Estado-Nación moderno.
El es todo-poderoso, decide sobre la vida y la muerte de las personas. Hace cumplir sus mandatos, impone rituales y obligaciones, protege a los ciudadanos entre sí y contra un enemigo externo. Pide sacrificios en su nombre. Todo esto también lo pide el Dios monoteísta.
Imagine no possessions /
I wonder if you can /
No need for greed or hunger /
A brotherhood of man /
Imagine all the people /
Sharing all the world...
I wonder if you can /
No need for greed or hunger /
A brotherhood of man /
Imagine all the people /
Sharing all the world...
Luego aparece el tercer aspecto que lleva a la guerra: las posesiones, el no compartir, el hecho de no poder tener una propiedad común. La propiedad privada tiene un hambre ilimitada, es codiciosa e insaciable.
You may say I'm a dreamer /
But I'm not the only one /
I hope someday you'll join us /
And the world will live as one
But I'm not the only one /
I hope someday you'll join us /
And the world will live as one
La solución, dice Lennon, no puede venir de unos pocos. Pocas personas pensando como Lennon son sólo un puñado de soñadores.
Si un día se unen...
Me gustaría subrayar que el final "And the world will live as one" me asusta un poco. Tiene, a mi juicio, cierto tufillo totalitario. Una invitación a afirmar el fin de la historia.
Forzando la interpretación, uno puede leer lo siguiente: Lennon pide un mundo de paz que se daría sin religión, sin naciones y sin propiedad privada. Lo más cercano a eso es la propuesta del comunismo. Se plantea efectivamente como internacional y ateo, cruza las fronteras del Estado-Nación uniendo a todos los proletarios para luego eliminar las contradicciones entre clases y por supuesto, la propiedad privada. Y dejaría de ser un sueño para transformarse en realidad cuando los proletarios del mundo se unieran.
Se piensa como una solución total, la llegada a un definitivo estado de Paz. Si no hay lucha de clases, se acaban las grandes hipótesis de conflicto. Y llega la Paz de la mano de la solución total. Pero esta solución total es como su nombre mismo lo indica, totalitaria. Un mundo que viva "as one", con un pensamiento único. Y al que quiere pensar distinto... le damos con la Paz por la cabeza.
De todas maneras, dijimos que esta interpretación es muy forzada, no es lo que Lennon tenía en mente cuando compuso esta canción, de hecho él tenía diferencias explícitas con los regímenes comunistas como podemos ver en la canción Revolution.
Imagine there's no heaven /
It's easy if you try /
No hell below us /
Above us only sky /
Imagine all the people /
Living for today...
It's easy if you try /
No hell below us /
Above us only sky /
Imagine all the people /
Living for today...
Quiero terminar llamando la atención sobre un viejo problema. Lennon efectivamente identifica muy bien cuáles son los imaginarios (el Cielo y el Infierno, la Patria) que debemos erradicar para no vivir bajo su yugo. ¿Pero podemos vivir en un mundo desencantado? ¿Donde las estrellas sean simplemente cúmulos de energía que se disipan y no digan nada sobre nuestro destino? ¿Podemos vivir sólo para el día de hoy?
¿Es el precio de la paz vivir en un mundo sin imaginación?
viernes, 8 de octubre de 2010
FOUCAULT : NIETZSCHE
"Nietzsche fue una revelación para mí. Sentí que había alguien muy distinto de lo que me habían enseñado. Lo leí con gran pasión y rompí con mi vida: dejé mi trabajo en el asilo y abandoné Francia; tenía la sensación de haber sido atrapado. A través de Nietzsche me había vuelto extraño a todo eso. Todavía no estoy muy integrado en la vida social e intelectual francesa. En cuanto puedo dejo Francia."
De esta manera Michel Foucault reconoce, en una entrevista realizada dos años antes de su muerte, la influencia importantísima que ha tenido la filosofía de Friedrich Nietzsche sobre su vida y su trabajo. Esta relación supera ampliamente la cuestión de la vida intelectual y académica. De hecho Foucault, con algunos contratiempos y resistencias se termina integrando a ella, mientras que Nietzsche rompe de forma definitiva a los 35 años su vida universitaria.
La filosofía de Foucault puede entenderse como una de las respuestas posibles a la pregunta ¿Cómo hacer filosofía a partir de ahora? que queda planteada, luego de la obra nietzscheana, en el seno del pensamiento occidental. Si el descubrimiento o la intelección de ciertas esencias eternas e inmutables ya no es la misión de toda filosofía. Si 'Dios ha muerto' y entonces no hay un fundamento último que nos preceda, ni una relación unívoca y transparente entre la palabra y la verdad. En fin, si detrás de los ideales de conocimiento se esconden nuestros instintos y nuestra voluntad de poder. ¿Cómo seguir haciendo filosofía si no de una manera radicalmente distinta?
Los temas y los modos de análisis de Foucault a lo largo de toda su obra, no se comprenden cabalmente si no se parte desde este punto. La filosofía debe ocuparse de la historia del hombre, porque el hombre no es sino en una historia. La filosofía debe ocuparse del cuerpo del hombre, porque el hombre no es sino en un cuerpo atravesado por una multiplicidad de prácticas y discursos. La filosofía debe olvidar al hombre como universal antropológico, para atender a la conformación de sujetos producidos por y en relaciones de poder. La arqueología y la genealogía foucaultianas son algunos de los modos en que se evidencia esta práctica filosófica. Como afirma el mismo Foucault en "Dichos y escritos":
"Que lo que yo hago tenga algo que ver con la filosofía es muy posible, sobre todo en la medida en que, al menos después de Nietzsche, la filosofía tiene como tarea diagnosticar y ya no tratar de decir una verdad que pueda valer para todos y para todos los tiempos. Yo trato de diagnosticar, de realizar un diagnóstico del presente: decir lo que nosotros somos hoy y lo que significa hoy decir lo que somos. Este trabajo de excavación bajo nuestros pies caracteriza desde Nietzsche al pensamiento contemporáneo. En este sentido, me puedo declarar filósofo.”
El problema central entonces ya no es ¿Cuál es la verdad? sino más bien ¿Cómo la verdad es construida históricamente? y de qué manera esa verdad construida se relaciona con el poder y con el individuo.
martes, 5 de octubre de 2010
IN MEMORIAM
Murió hoy o quizás ayer el filósofo francés Claude Lefort. Discípulo de Merleau-Ponty y especializado ante todo en temas de filosofía política, fundó junto con Cornelius Castoriadis la famosa revista Socialismo o Barbarie y realizó un gran trabajo sobre temas relacionados al totalitarismo.
Copio un fragmento de un pequeño escrito de su autoría titulado ¿Soy un filósofo? y que pueden leer completo acá si les interesa http://letraslibres.com/pdf/1838.pdf
Iba a detenerme ahí cuando me acordé de la respuesta con la que había eludido la pregunta de mi interlocutor, “¿cómo se convirtió en filósofo?” Me había apresurado a relatar las circunstancias de mi encuentro, al final de mis estudios secundarios, con un profesor que me había parecido extraordinario y cuya influencia decidió casi de inmediato mi orientación futura. Ese profesor se llamaba Merleau-Ponty.
Por lo demás, como lo sugieren las referencias que he hecho a su obra a lo largo de estas páginas, su inspiración no ha dejado de guiarme. A fin de cuentas, debí consagrarle cierto número de ensayos, reunidos hace algunos años en un volumen. Seguramente habría podido decir más a mi interlocutor sobre este encuentro. Las cuestiones que trataba Merleau-Ponty me producían el sentimiento de que me habitaban antes de descubrirlas. Y él mismo tenía una manera singular de interrogar. Parecía inventar su pensamiento mientras hablaba, más que instruirnos en lo que ya sabía. Era un espectáculo extraño y sorprendente. Por primera vez encontraba un maestro (aunque fuese de temperamento demasiado rebelde para confesármelo) en ese profesor que
sabía sustraerse a la posición de la maestría.
Como se ve, si hubiera tomado en cuenta esa experiencia, habría sido inducido a considerar más de cerca la relación de la enseñanza con la filosofía... Pero advertí que, en medio de mi aprieto para asumir el nombre de filósofo, había hecho una omisión todavía más significativa. En realidad, mi elección no era sólo fruto de un encuentro, por decisivo que haya sido.
Mucho antes de entrar a la clase de filosofía estaba poseído por un deseo: anhelaba ser escritor. Ese deseo era, desde los comienzos de mi adolescencia, mi secreto; como muchos otros jóvenes, que lo han sentido del mismo modo, ignoraba lo que quería escribir: mi deseo no tenía objeto, estaba en espera de su objeto. La filosofía no hizo sino fijarlo al metamorfosearlo. Renunciando a la literatura (sin haber tomado nunca, por lo demás, verdaderamente la decisión) conocí el encanto de una escritura que guardaba la impronta de mi primer deseo. Ese recuerdo suscitó en mí una última pregunta: ¿me ha inducido lo que debo a mi historia personal a desconocer “la esencia de la filosofía”, o bien he ganado algún poder para sondear la relación de la filosofía con la escritura?
Por una vez, es una pregunta a la que no puedo responder. Como observaba al principio, mis reflexiones me habían llevado muy lejos de mi frágil punto de partida. Ahí donde finalmente me habían conducido no podía sino borrarme ante el punto de vista del otro. Acaso eso justifique que acaben por convocar a un lector.
Copio un fragmento de un pequeño escrito de su autoría titulado ¿Soy un filósofo? y que pueden leer completo acá si les interesa http://letraslibres.com/pdf/1838.pdf
Iba a detenerme ahí cuando me acordé de la respuesta con la que había eludido la pregunta de mi interlocutor, “¿cómo se convirtió en filósofo?” Me había apresurado a relatar las circunstancias de mi encuentro, al final de mis estudios secundarios, con un profesor que me había parecido extraordinario y cuya influencia decidió casi de inmediato mi orientación futura. Ese profesor se llamaba Merleau-Ponty.
Por lo demás, como lo sugieren las referencias que he hecho a su obra a lo largo de estas páginas, su inspiración no ha dejado de guiarme. A fin de cuentas, debí consagrarle cierto número de ensayos, reunidos hace algunos años en un volumen. Seguramente habría podido decir más a mi interlocutor sobre este encuentro. Las cuestiones que trataba Merleau-Ponty me producían el sentimiento de que me habitaban antes de descubrirlas. Y él mismo tenía una manera singular de interrogar. Parecía inventar su pensamiento mientras hablaba, más que instruirnos en lo que ya sabía. Era un espectáculo extraño y sorprendente. Por primera vez encontraba un maestro (aunque fuese de temperamento demasiado rebelde para confesármelo) en ese profesor que
sabía sustraerse a la posición de la maestría.
Como se ve, si hubiera tomado en cuenta esa experiencia, habría sido inducido a considerar más de cerca la relación de la enseñanza con la filosofía... Pero advertí que, en medio de mi aprieto para asumir el nombre de filósofo, había hecho una omisión todavía más significativa. En realidad, mi elección no era sólo fruto de un encuentro, por decisivo que haya sido.
Mucho antes de entrar a la clase de filosofía estaba poseído por un deseo: anhelaba ser escritor. Ese deseo era, desde los comienzos de mi adolescencia, mi secreto; como muchos otros jóvenes, que lo han sentido del mismo modo, ignoraba lo que quería escribir: mi deseo no tenía objeto, estaba en espera de su objeto. La filosofía no hizo sino fijarlo al metamorfosearlo. Renunciando a la literatura (sin haber tomado nunca, por lo demás, verdaderamente la decisión) conocí el encanto de una escritura que guardaba la impronta de mi primer deseo. Ese recuerdo suscitó en mí una última pregunta: ¿me ha inducido lo que debo a mi historia personal a desconocer “la esencia de la filosofía”, o bien he ganado algún poder para sondear la relación de la filosofía con la escritura?
Por una vez, es una pregunta a la que no puedo responder. Como observaba al principio, mis reflexiones me habían llevado muy lejos de mi frágil punto de partida. Ahí donde finalmente me habían conducido no podía sino borrarme ante el punto de vista del otro. Acaso eso justifique que acaben por convocar a un lector.