sábado, 29 de agosto de 2009

EL OMBLIGO DE LOS LIMBOS




Allí donde otros proponen obras yo no pretendo otra cosa que mostrar mi espíritu.

La vida consiste en arder en preguntas.

No concibo la obra como separada de la vida.

No amo la creación separada. No concibo tampoco el espíritu separado de sí mismo. Cada una de mis obras, cada uno de los planes de mí mismo, cada una de las floraciones heladas de mi vida interior hecha su baba sobre mí.

Me reconozco tanto en una carta escrita para explicar el encogimiento íntimo de mi ser y la castración insensata de mi vida, como en un ensayo exterior a mí mismo, y que aparece en mí como un engendro indiferente de mi espíritu.

Sufro que el Espíritu no esté en la vida y que la vida no esté en el Espíritu, sufro del Espíritu-órgano, del Espíritu-traducción, o del Espíritu-intimidación-de-las-cosas para hacerlas entrar en el Espíritu.

Yo pongo este libro suspendido en la vida, deseo que sea mordido por las cosas exteriores y antes que nada por todos los sobresaltos en acecho, todas las oscilaciones de mi yo por venir.

Todas estas páginas se arrastran como témpanos en el espíritu. Disculpen mi absoluta libertad. Me rehúso a hacer diferencias entre cada uno de los minutos de mí mismo. No reconozco el espíritu planificado.

Es necesario terminar con el Espíritu como con la literatura. Digo que el espíritu y la vida se comunican en todos los grados. Yo quisiera hacer un Libro que trastorne a los hombres, que sea como una puerta abierta y que los conduzca donde ellos no habrían jamás consentido llegar, simplemente una puerta enfrentada a la realidad.

Y esto no es un prefacio a un libro, como no lo son los poemas que lo jalonan ni la enumeración de todas las furias del malestar.

Esto no es más que un témpano mal tragado.

Antonin Artaud

sábado, 8 de agosto de 2009

PERSONA: MÁSCARA


Una persona es aquél cuyas palabras o acciones son consideradas o bien como suyas, o bien como representaciones de palabras o acciones de otro hombre o de cualquier otra cosa a la que son verdadera o ficcionalmente atribuidas.

Cuando son consideradas como suyas, entonces la persona se llama persona natural; y cuando son consideradas como representaciones o acciones de otro, tenemos entonces una persona fingida o artificial.

La palabra persona es latina; los griegos la designaban con el término лρόσωπον que significa la faz, igual que persona, en latín, significa el disfraz o aspecto externo de un hombre a quien se representa ficcionalmente en el escenario. Algunas veces, el término significa; más particularmente, la parte del disfraz que cubre el rostro, como una máscara o careta. De la escena se ha trasladado a cualquiera que representa un lenguaje y acción, tanto en los tribunales como en los teatros. De manera que una persona es lo mismo que un actor, tanto en el escenario, como en la conversación ordinaria. Y personificar es un actuar o representarse a uno mismo o a otro. Quien representa el papel de otro se dice que asume la persona de éste, o que actúa en su nombre. En este sentido usa Cicerón estas palabras cuando dice: Unus sustineo tres Personas: mei, adversarii et judicis, esto es, Asumo tres personas: la mía propia, la de mi adversario y la del juez.

Thomas Hobbes
Leviatan, XVI