jueves, 23 de julio de 2009

DEMOS TESTIMONIO DE LO IMPRESENTABLE

Jean-François Lyotard




" Ya hemos pagado suficientemente la nostalgia del todo y de lo uno, de la reconciliación del concepto y de lo sensible, de la experiencia transparente y comunicable. Bajo la demanda general de relajamiento y apaciguamiento, nos proponemos mascullar el deseo de recomenzar el terror, cumplir la fantasía de apresar la realidad. La respuesta es: guerra al todo, demos testimonio de lo impresentable, activemos los diferendos, salvemos el honor del nombre. "



La condición posmoderna

martes, 21 de julio de 2009

LA LLAMADA DEL SER



¿Cuál es la disposición afectiva para co-rresponder a la llamada del ser del ente en nuestros días?


Para Heidegger, la filosofía es esta co-rrespondencia que se pone al servicio del lenguaje. Pero ¿cómo estar dispuesto -"expuesto, iluminado y, por eso, puesto en las múltiples relaciones con lo que es"- para no desoír esa llamada?


En otras palabras, ¿desde qué estado de ánimo debemos filosofar para poder filosofar?


Ya no más desde el asombro griego ni desde la duda cartesiana.
"Intentemos escuchar la voz del ser. ¿En qué estado de ánimo coloca esa voz al pensamiento de nuestros días? Resulta difícil responder a esta pregunta de una manera unívoca. Presumiblemente impera un estado de ánimo fundamental. Pero éste todavía permanece oculto para nosotros. Esto podría ser un signo indicador de que nuestro actual pensamiento aún no ha encontrado su propio camino. Sólo encontramos diferentes estados de ánimo del pensar. Por un lado, se oponen la duda y la desesperación y por otro lado, la obsesión ciega por principios no sometidos a examen. Miedo y angustia se mezclan con esperanza y confianza." (Qué es la filosofía: 28)

Ese desafío lanzado por Heidegger hace ya más de 50 años nos sigue interpelando y quizás uno de los aportes fundamentales que él mismo nos ha legado, es que el lenguaje tiene que subvertirse para traducir esa llamada del ser.

"Este co-rresponder es un hablar" y este hablar tiene que ser experimentado en un quehacer filosófico que pueda romper el logos imperante técnico-mercantil, para poder vislumbrar un desocultamiento del ser.

No en vano la filosofía heideggeriana gira hacia la poesía, el hablar de la poesía no pretende dominar al mundo, no pretende instrumentalizarlo y es ella "fundación del ser por la palabra."



domingo, 19 de julio de 2009

LUNÁTICOS

Esta idea, la de exactamente contrario,

fue de repente como un rayo de luz:

la fuerza de gravitación,

pensé también debía tener su contrario.

Julio Verne




No sé si tendría ocho o nueve años cuando leí De la Tierra a la Luna, aunque debo confesar que no es mi relato favorito de Julio Verne, me impactó mucho más el increíble hallazgo de Un descubrimiento prodigioso. En ambos casos lo fantástico está centrado alrededor de los desafíos que plantean al hombre sus posibilidades naturales de elevarse por sobre el suelo que habita.
Pero la literatura, ya desde joven, se burló de estas restricciones físicas: tejió alfombras voladoras para Aladino y fabricó alas para Ícaro.





Sin embargo, todo cambió con el advenimiento de la Modernidad. Sir Isaac Newton pudo demostrar -para gloria de la ciencia y seria preocupación de la filosofía- cuáles eran las leyes fundamentales que regían a la naturaleza, entre ellas la Ley de gravitación universal. Desde ese momento, las relaciones entre realidad y ficción dieron un vuelco. La ficción encontró en la ciencia una herramienta importantísima: el fundamento de la verosimilitud. Aristóteles había afirmado ya, contra su maestro Platón, que para el escritor la veridicción debía pasar a un segundo plano, lo que es importante es que la historia sea verosímil. Hoy diríamos que la trama tiene que ser creíble, o le pedimos que pueda transcurrir como verdad en algún mundo posible, aunque más no sea en el mundo de la literatura. Verne fue un maestro en el arte de utilizar la verdad instituida como ciencia, en el modo de la legitimación de lo ficcional. Así, el discurso científico pasó a poder explicar cualquier mundo posible: el de la realidad natural o el de la ficción literaria.

En De la Tierra a la Luna, somos testigos de esta enajenación de la ficción. En el mismo movimiento en que se amplían los horizontes de verosimilitud, por lo que la racionalidad científica puede lograr traer a lo posible, la ficción devenida ciencia se cierra sobre este logos y desdibuja sus posibilidades como ficción. A tal punto la ficción se abandona a la mirada científica -que constituye lo real, eidos platónico devenido ley natural-, que es cuestión de tiempo para que "la realidad supere a la ficción" y ese viaje lunar se transforma en realidad, con mayor éxito aún que el viaje literario.

Julio Verne es el momento literario en que la ficción es apresada con camisa de fuerza. La Luna no debiera nunca haber llegado a posibilidad a la mano, tendría que haberse mantenido como inspiración poética.

Los lunáticos son los habitantes de la ficción enajenada.

viernes, 17 de julio de 2009

LA MUJER DESNUDA

La de todos los nombres posibles, la decapitada, la mujer-sexo, la mujer que por las noches nos visita en sueños. La que vaga por los bosques y camina herida, la que huye. La que sin violencia hace arder los lugares comunes, por combustión espontánea, la que derrumba los gestos y las costumbres. La mujer cuyo cuerpo nos figuramos con violencia, la que amamos con desprecio, la excusa anhelada para nuestro desenfreno. La mujer que esperamos poseer y que es más de lo que jamás tendremos. La mujer desnuda.




“No podría decirse lo hallé, lo tengo, se llama. Pero dejaba sentir sus efectos por verificación interior de cosa que se ha hecho vida y que, además, libera una fuerza capaz de promover la evasión, la ruptura. Salir ni más ni menos que en pos del no importa qué, cortándose las amarras que otros muestran a los demás como el mendigo las llagas, ¿eso era poco, acaso?”

Fragmento de la novela "La mujer desnuda" de la escritora uruguaya Armonía Somers


viernes, 10 de julio de 2009

HEGEL JUGANDO A LAS CARTAS


"La afición a las cartas es un rasgo característico de nuestro tiempo. Entendimiento y pasión son las propiedades del alma que intevienen ahí. El entendimiento escoge las reglas y a cada paso las está aplicando como discernimiento. De ahí que gente de profundo talento y brillante imaginación sea con frecuencia mal jugador, no sólo porque no se pueda interesar en el juego, sino porque como pasa muchas veces, su juicio no esté tan acostumbrado a aplicar reglas en la vida diaria. La pasión es lo que más interesante hace el juego. Para el jugador frío que a la vez no juega por codicia, las cartas tienen interés sobre todo como ejercicio del entendimiento y del discernimiento. Pero fuera de este caso y el juego por dinero, es la oscilación de la pasión entre el miedo y la esperanza lo que ha generalizado el juego de las cartas: espíritu incompatible con esa paz de ánimo, que tiene en sí algo noble y rezuma de todas las obras griegas incluso en plena pasión (mientras el hombre sigue siendo hombre y no es flagelado por una divinidad).

Este estado de espíritu apasionado, inquieto es característico de nuestro tiempo y también el juego de cartas le debe su expansión. Lo mismo que el interés de la pasión, tampoco en la actividad concomitante del entendimiento -o incluso cuando el jugador sólo usa de éste- hay ni un granito de razón. Así que nada llama tanto la atención en un juego, por lo demás inocente, como el que en él se nombre tanto a Dios. Ciertamente atribuimos en general a la Providencia incluso las cosas más pequeñas, sobre todo las que nos parecen casuales (y además en juegos de azar pasa mucho que la suerte de un hombre no malo, quizás sólo seducido, y la de su familia dependa de unas cartas). Y sin embargo nos asombramos de que nos sea recordado."

G.W.F. Hegel
1798

viernes, 3 de julio de 2009

EL HÁBITO EN EL AMOR


No es preciso el auxilio de los dioses
ni las flechas de Venus para amarse.
A veces la más fea mujercilla,
su conducta, su agrado, su limpieza,
sus artificios inocentes hacen
que se acostumbre el hombre fácilmente
a vivir en su trato y compañía,
porque engendra cariño el mucho trato:
golpes reiterados, aunque leves,
al cabo de años triunfan de los cuerpos
más sólidos. ¿No observas que las gotas
de la lluvia que caen sobre las peñas
después de mucho tiempo las socavan?


Lucrecio, De rerum natura